Rolando Quero, fondo de sus obras |
Conocí a Rolando Quero en
un acto en el ateneo de Valencia (estado Carabobo, Venezuela). No recuerdo año.
Lo observé con distancia y curiosidad.
Era el que más destacaba en esa actividad, no muy trascendente, inventada para un grupo de periodistas que a veces tienen esa necesidad infructuosa de sentirse protagonistas.
Imposible imaginar que me uniría, meses o años después, en el gran abrazo de amistad que hoy todavía nos acerca.
Era el que más destacaba en esa actividad, no muy trascendente, inventada para un grupo de periodistas que a veces tienen esa necesidad infructuosa de sentirse protagonistas.
Imposible imaginar que me uniría, meses o años después, en el gran abrazo de amistad que hoy todavía nos acerca.
Sin vergüenza asumo que es
uno de los que más he entrevistado, aunque a mí a todos los artistas que he
conocido, me provocan volverles a entrevistar apenas comparto su universo
creativo.
He admirado su generosidad
al compartir actividades, espacios, mecenas.
A través de sus ojos he
visto mucha selva no solo porque me invitó a acompañarle a su exposición cuando
Brasilia conmemoraba su 50º aniversario de fundada, sino porque hay lienzos suyos donde saltan panteras de la
noche, para encontrarme y abrazarme en este desvivir.
He conocido por él a muchos más artistas, Ramón Belisario, José
Coronel, Anna Fioravanti, Luz Marina
Rojas, Arturo Contreras y Efraín Nicolayev, entre muchos otros, que se fueron
multiplicando, a su vez, en muchos más hombres y mujeres, nacidos para expresar
la vida que nace desde ese segundo cerebro: las entrañas.
Galeristas, que en un
pasado ejercieron peso, como Saturno
Rojas de Espacio Chroma. Críticos como Gabino José Matos.
Conocí también un mecenas
como pocos. Ahora lo puedo decir: Attila Fortner. Un hombre que apoyó a
artistas como ninguno. A Zerep. A Rolando. A Belisario. A Coronel. Y a otros que
tampoco alcanzaré a mencionar, porque no era de los que alardeaba y mucho menos
exhibía su apoyo y sensibilidad por el arte.
Lo regalaba.
Pensando en los demás.
Más allá de sí mismo.
Quero tiene más de
cuarenta años en el arte. Vive en Venezuela.
Osadía y valentía total.
Como muchos, no lo
olvidemos.
Cada año por lo menos,
desde hace diez, presenta una exposición, en los espacios, que sabemos,
pertenecen a ese gobierno del que muchos hemos huido.
Es ahora cuando, en este
punto y aparte, coloco, arriba del anterior párrafo (de esta entrevista), mis
manos unidas, inclinando levemente mi cabeza. Pido, emociono y brindo porque la
cuadratura del universo, bendiga la transformación.
MPS: El
juego del abstracto ¿infinito? Esa vitalidad que deja el juego del color, sus
dominios… ¿deja un vacío coherente en el ser o una rasgadura en el alma? O, por
el contrario, es continua retroalimentación para proseguir...
RQ: Creo
que dejan ese vacío en las personas que se enfrentan a mi obra. Ya que la abstracción se presta a la
interpretación de cada quien; es algo que observo a menudo en las muestras que
realizo. En especial disfruto mucho con los niños. Son impresionantes sus
preguntas y respuestas; sobre lo que ellos sienten al verlas.
Para mí si es esa rasgadura.
Al crear siento un sin fin de energías encontradas que salen de las entrañas,
como tú dices, del alma. Es algo inexplicable donde mente y manos se hacen
cómplices para plasmar en el soporte utilizado bien sea tridimensional o bidimensional
un resultado que llega a lo más hondo de
mi ser.
Indudablemente, es esa retroalimentación que experimentamos los creadores
para seguir ese sendero, a lo largo de su ir y devenir. Vamos adquiriendo
experiencias que nos van alimentando nuestra alma para continuar este camino
lleno de colores y magia.
MPS:
¿Cómo has logrado exponer a lo largo de los últimos siete años a nivel
nacional?
RQ: Trabajando
sin descanso; sin ver a los lados, sin temores, ni fronteras. Siempre he dicho
“querer es poder” y ya vez los resultados.
Tal como me encuentro hoy en día, desde hace tres
años con una laminectomia lumbar, casi sin poder caminar, con la medula espinal
presionada por tres hernias discales, con dolores a diario, mis piernas adormecidas
y aun así continúo exponiendo y creando.
Tal vez sea debido a la
formación que tuve en Europa. No me refiero a la parte de estudios sino las
vivencias en aquellos países que me dieron una gran fortaleza y mucha valentía
para afrontar los contratiempos de la vida. En estos momentos no está fácil la
situación, pero no se hacer otra cosa que
arte; con el cual me case desde hace más de cuarenta años. Se dice fácil
pero es un buen recorrido en nuestro mundo del color y la creación.
Agradezco aquellas
enseñanzas y consejos a mis profesores que tuve en Francia y España. Tengo un
recuerdo muy fresco todavía en mi mente, ya que comencé un poco tarde mis estudios
de arte allí en Europa, cuando tenía 28 años: una materia que se llamaba
técnica de los materiales en la Facultad de artes plásticas en Bordeaux, orienté
y pongo en práctica a mi retorno en
Venezuela, porque estamos en un momento
de reinventarse, cosa que inicié hace
varios años atrás, al no encontrar los mismos materiales a lo que estaba
acostumbrado en el viejo continente. Por ello no me ha sido difícil
trabajar.
MPS:
Pero antes de irte habías comenzado en Venezuela estudios de arte…
RQ: Claro,
ya tenía mis pocos estudios aquí… Cómo
olvidar mi primera individual en Valle de la Pascua, a los 21 Años.
MPS: Sostenerte
en una Venezuela rota ha sido posible para ti... ¿cómo lo has logrado?
RQ: Siempre
me han gustado los retos, cosa que he practicado desde los 16 años cuando me fui
a estudiar al estado Trujillo. A esa edad y en aquellos años 70’ estaba adelantado a los tiempos con mi sentido
de independencia. No ha sido fácil, pero estoy contento de haber logrado un sitial con
mi trabajo. El secreto es trabajar, como te dije anteriormente sin miedo ni
temores, apostando siempre al triunfo y al éxito que todos anhelamos. A mi
parecer “no hay muros que no puedas traspasar”.
Hay algo que los artistas
tenemos que tener: “patrocinantes”. No
son difíciles de conseguir: a cambio de una, dos o tres obras consigues tu
objetivo, que es precisamente mover tu trabajo. Funciona. Y es una excelente
forma de educar a esos aliados en el mundo de las artes plásticas. Así he
trabajado y continúo haciéndolo con la misma intuición, con grandes
satisfacciones.
MPS: El
paisaje de Villa de Cura... ¿ha curado parte de tu ser?
RQ: Bastante,
ha sido un reencuentro con mi país, mis raíces; esos olores; ruidos, del cantar
de los pájaros. Son sonidos de mi infancia, amo mucho estas dos palabras que llevó el
nombre de una exposición “Energías Encontradas”, título que me inspiró mi casa,
taller galería aquí en Villa de Cura. He tenido varias experiencias.
Diría que han sido extra sensoriales. Nací y
crecí en esta vieja casona de casi doscientos años. Es como si me hubiese hecho
un llamado acompañarla a continuar erguida como ese Samán árbol centenario que
la vio nacer. A su vera, lo que es ahora la placita de las Monjas. Si creo que me
ha sanado, ahora me siento tranquilo, con mucha paz interior.
MPS: ¿Cómo
te sientes ahora después de más de cuarenta años como artista?
RQ: Me
siento satisfecho con mi trabajo hasta ahora. El tiempo pasa en un abrir y
cerrar de ojos, como quien dice, he trabajado mucho en Barcelona (España). Me
levantaba a las cinco de la mañana o a veces amanecía pintando cerámica para la
empresa Jullar, durante cinco años, lo cual alternaba con la escuela Massana,
en mis estudios de escultura, para luego entrar como diseñador de arte
decorativo en empresas como Diseño Seldis, Creaciones Álvarez, entre otras. Y
te puedo asegurar, con muchos éxitos en ventas retos, que me dieron una inmensa
satisfacción tanto artística como personalmente.
MPS:
¿Qué dejaste en el camino tras los sueños poco reales que se tienen cuando no
existe la experiencia en el mundo del arte?
RQ: Es
una pregunta que me hace recordar los conceptos que tenían mis padres que en
algún momento me decían: “La pintura no tiene futuro, Rolando” y veinte días aproximadamente antes
de irse mi madre, me dijo por teléfono “hijo, pase lo que pase, continua tus
estudios de arte, no te regreses a Venezuela”.
Era el año 1988. Yo me
había ido a Francia en 1982. Te digo
algo, no tengo nada de qué arrepentirme en ese lapso de tiempo, que sería hasta la edad de 27 años, llevé una vida muy intensa entre mis estudios de derecho en Mérida que nunca
terminé, un cúmulo de experiencias hermosas vividas de las cuales podría
escribir un libro.
Cuando pasas a este mundo del arte, cuando logras entender y
penetrar en el estudio del color, el
dibujo, la escultura y las diferentes corrientes que han existido y existen, a
mi parecer, tu vida da un vuelco increíble. Hoy en día esos sueños se hicieron
realidad.
MPS: Has
tenido que sacrificar cosas, ¿cuáles?, ¿dejaste algo por hacer?
RQ: Sacrificar
no creo; tal vez, no haberme casado, pero tuve una muy buena recompensa que fue
mis estudios. “Hijos”, tengo muchísimos, regados por todo el mundo. Mis obras.
Imagínate cuantas piezas solamente de las artes decorativas están, una que otra,
en algún hogar del mundo. Si deje algo por hacer no lo sé. Soy muy del presente, el pasado pasó. Me
importa lo que puedo hacer mañana.
MPS: Entre
España y Venezuela está claro que escogiste la segunda, tu terruño, tu raíz...
¿por qué?
RQ: Después
de veinte años fuera de Venezuela, es mentira que vas a olvidar tus raíces. Amo
infinitamente a Catalunya, me siento muy catalán. De ellos aprendí lo que soy
hoy en día. De hecho, mi conducta es muy catalana. En el año 1998 vine por unos
días a Venezuela, de paseo una semana santa, y me gustó como estaba el país con
buenas expectativas. Ese mismo año volví la primera semana de diciembre y
decidí mi retorno. Recuerdo las palabras de mi gran amigo chileno Luis quien me
dijo Rolando te ira muy bien en Venezuela.
Mi decisión la tome en busca de
nuevos retos, ya en Europa a mi parecer había logrado llegar a la meta
adquiriendo mi nacionalidad Española en el año 95, mis viajes a Túnez,
Marruecos y otros con mi nuevo estado Europeo me animaron a reencontrarme con
mis raíces.
Así que armé mi viaje lo que llame en una exposición “El
Reencuentro” en el museo de arte Salvador Valero” en Trujillo la cual se la
dedique a mi querida ciudad y amigos, Y aquí estoy desarrollando mi trabajo en
esta vieja casona bajo la sombra de este Samán contemplando mis círculos mis
lunas que aparecen y desaparecen en el infinito.
MPS: ¿Qué
recuerdas de tu padre, de tu madre, ahora?
RQ: De
mi padre sus divertidísimas bromas junto a mis tíos y amigos. Era un personaje
sin duda, alguno espectacular un ser maravilloso, siempre con aquellas bromas
como un niño. Mi mama le decía no pareces un viejo, Carlos. Muy bellos y
gratísimos recuerdos uno de ellos fue… tendría yo 16 años con mi caballete
pintando él se sentaba en la ventana que
da al famoso samán de la placita y me decía los artistas mueren de los pulmones
tanto oler esas pinturas.
Me daba risa.
Mi papa se casó con mi
madre cuando ella tenía 16 años. Él 32, fueron muy felices, mi madre, una ama
de casa dedicada a los nueve hijos que tuvo y mi padre con su alpargatería con
la que sustentaba esta gran familia.
Mi madre, al ser más joven
que mi padre, agarró las riendas de familia convirtiéndose en una matriarca, los
últimos 25 años de su vida. Jamás olvidaré esta frase de ambos: “No les
dejaremos dinero pero estudios y un techo ténganlo por seguro” y así fue…
MPS: Tus
experiencias... dónde quedan...después de pintar…
RQ: Entro
como en un letargo de varios días, pensando nuevas metas, algo que no puedo
evitar; no te miento. Con mucho positivismo, digo esto ya que después que
término una o varias obras y me siento 100 % satisfecho de mi obra, me gusta
celebrar un poco este nuevo logro en mi trabajo.
Y unos días después
continúan mis sueños, sueños que van tejiendo nuevas formas en mis extractos del
paisaje como los define el escritor José Napoleón Oropeza. Quizás sean amaneceres o tal vez un bello
atardecer en mi paleta, naranjas o amarillos filosos como los define el crítico
de arte, Gabino Matos Añez.
Así pues son los sueños de
Rolando Quero en este maravilloso y mágico mundo de las artes plásticas.
En su Casa-Galería-Taller RQ, en Villa de Cura, patriótica, con
un gran terreno donado para obras benéficas, está también este hombre, amparado
por la las luces que se desprenden del universo.
Existen juegos en el
tiempo. En las aguas, en los elementos.
En los besos de los
amantes.
En el color y las guacamayas
que se deslizan en las manchas indivisibles del viento.
Cualquiera cosa que pase, volveremos
a reencontrarnos.
El samán de Villa de Cura, testigo.
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