domingo, 29 de diciembre de 2024

Vargas Valencia

 



Los que de alguna manera, directa o indirectamente, vivimos lo que se conoció hace veinticinco años como la tragedia o el deslave de Vargas (estado Vargas, Venezuela), al ver lo sucedido en Valencia (provincia de España), el 28 de octubre de este año, rememoró ingratos recuerdos y removió heridas.

Sanadas con el tiempo pero perennes en el memorial de este tiempo transcurrido en la tierra.

Allí perdimos a un hermano y una cuñada, enterrados en el lodazal que arrasó el pueblo de Carmen de Uria, producto de un ritmo cíclico de la naturaleza, pues después se supo que en esa zona, cada sesenta años se repetían lluvias similares y por ello los indígenas no construyeron casas ni habitaron ese lugar, por lo que ellos llamaban, la furia de montañas, que allí sobrevenía.

El hombre moderno presto a sobrevivir, poco revisa la historia y durante la época pos dictatorial, con la feliz entrada de la democracia, se abrieron muchas posibilidades del innominado progreso que acabó en lo que ya todos sabemos.

Se vendieron terrenos obviando esos detalles de seguridad y sabiduría ancestral de los antiguos moradores de esas tierras del litoral caribeño,  se recondujeron ríos y esta más que visto que la vida poco permite hacer cuando las estructuras nacen torcidas    

Como en Vargas, en Valencia también hay documentos que hablan de las zonas más débiles a estos fenómenos, que se repiten cada cierto tiempo, a los que se le cambian el nombre (gota fría, Dana) y como siempre la gente necesitada de una casa, cae en las trampas de los otros consientes e inconscientes, en la siembra de una misma tragedia.

Somos los únicos seres sintientes de la tierra capaces de destruirnos y aniquilar todo lo buenos que sin más está a nuestro alrededor.

Desde que vivimos en España hemos descubierto tantas similitudes con Venezuela  que a veces perdemos la noción de donde estamos.

Como allí, aquí la respuesta política ha sido  de escándalo, y tampoco ha pasado nada.

Descubrimos además lo que ya llevamos sabiendo desde hace tiempo: a los políticos no les importa la gente, solo están en los asientos del poder para enriquecerse y escalar posiciones, que les descubren su verdadero ser.

Los ciudadanos del mundo tenemos que educarnos y entrenarnos muy bien para enfrentar a lo que podríamos denominar la estirpe política. El contacto con el poder a muy pocos no envilece, a la mayoría los convierte en la peor versión de sí mismos.

En el paralelismo Vargas-Valencia nos hemos encontrado con el dolor en la fisura del alma, que no puede ser apagada con las vacilantes actuaciones de los gobiernos, pequeños siempre ante los grandes desastres.

Y aunque nunca podremos controlar la naturaleza que nos va enseñando su verdadera dimensión en la tierra, las acciones deben ser pensadas hacia el bienestar de la gente.

En Vargas no se supo el número exacto de muertes. En Valencia se hablan de 223 personas fallecidas, pero la tragedia se siente aún más magnánima, con más de 60 mil coches aún cubiertos de barro.

Ambos sucesos tienen las mismas oscuridades con relación al desconcierto que de por sí genera la conmoción de hechos que ni siquiera podemos concebir: se hablan de 445 litros de agua por metro cuadrado en esta Dana en Valencia, las desproporciones también fueron la fuente de la evacuación en Vargas, después que ya había sucedido todo.

Mientras escribo esta nota, por segunda o tercera vez los habitantes de Valencia se han unido para pedir la dimisión del presidente de la Generalitat, responsable regional de todo cuanto allí aconteció, reunidos en una multitudinaria protesta, de la que tratan de reducir números, porque el control informativo es aquí casi una bandera nacional.

Frente a todo este desconcierto político que se vive en España en la que los bulos son el plato de cada día, que si bien a nadie engañan, el ruido que generan,  ensordece y está haciendo que todos se alejen de la verdad, aunque todo el mundo la sepa: cuanto más retirado estés de los medios de comunicación, más comprenderás la realidad que te rodea.

Vargas Valencia también nos hizo entender que España no parece pertenecer a lo que nosotros creíamos que era primer mundo, principalmente, porque siempre idealizamos lo que era Europa y también porque continua invertebrada, como lo explicó José Ortega y Gasset, en 1921.

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