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Tierras quemadas, brotadas de quitameriendas |
Durante unos días de este período vacacional me dejaron una gata negra para que la cuidase mientras sus dueñas se iban a refrescar por el mar Mediterráneo. Segundo año que repite en este hogar, ya el anterior estuvo una semana. La memoria de los gatos dicen que es frágil y el estrés que sufren cuando se les traslada a sitios desconocidos aún mayor.
Kitty llegó escurridiza y completamente húmeda. Por el camino, se orinó. Después de ser forzada mimosamente a un baño, se metió debajo la cama y sólo salió horas después, tras escuchar los sonidos de las croquetas de pollo, servidas al lado de la ración de comida húmeda, de acuerdo a las instrucciones de sus amas, tal y como le sirven, todas las noches.
El olfato debió también motivarla. Asimismo los atentos oídos, quizás hartos de escuchar toda la tarde, invitaciones de salir de su escondite.
Después de cenar agarró confianza. Se quedó olfateando un poco, olió al gato de la casa, que siempre la observó con curiosidad y desdén, y se volvió a refugiar en el ultimo rincón, debajo de la cama.
Fácil fue descubrir que en la noche y madrugada se convirtió en la reina de la sala de estar, donde se la pasaban los dos felinos jugando, ella siempre dominante y ejecutante de todas las acciones, que invitaban a correr, perseguirse, enfurruñarse y subirse a los muebles.
Durante el día durmiendo y después de las 10 pm, disfrutando de la nocturnidad, a sus anchas.
Son gatos de ciudad, viviendo en apartamentos, vacunados, esterilizados y tan consentidos que nos hacen creer que nos pertenecen cuando la verdadera realidad es que somos, sus humanos, siervos y lacayos.
La novedad de Kitty en casa fue una de las atracciones poderosas de este verano. Al regresar a su hogar dejó un vacío y es que la personalidad de su raza egipcia, junto con el poder de su aterciopelado color negro, causó embrujo hasta en mi gato castrado que para superarla cayó en coma de sueño, alrededor de 24 horas.
Todo esto en un verano marcado por el calor, los traslados por Madrid mientras realizan obras por todas partes; jóvenes vomitando y peleándose alrededor de bares y discotecas.
Se propagaron incendios en muchas zonas, arrastrando desolación y responsabilidades, porque muchos fueron provocados por personas, lo cual desorienta aún más.
Ha sido un verano intenso, con muchos brotes de rabia e incorcordia por doquier, sin avances políticos porque no hay acuerdos entre quienes tienen que trabajar por el desarrollo de las gentes y los pueblos.
El asedio es la marca de la política española, y la verdad, en todos y cada uno de los temas que los medios de comunicación cuelan entre la población, empiezan a camuflarse mentiras y noticias dirigidas a confundir y obligar a pescar en rio revuelto.
Sin embargo los ciudadanos no son tan frágiles cómo algunos piensan, ni tan tontos, por mas coerciones y arrebatos que se desaten en las televisoras y emisoras nacionales, intentando manipularles.
Se asoman los cambios de temperatura, el bochorno del calor ya pasó, las tierras quemadas empiezan a brotarse de color lila, el inconfundible rastro del quitameriendas. Surgen hojas en los madroños y álamos temblorosos.
Mariposas e insectos demuestran que saben nutrirse hasta en la más terrible descomposición.
La rutina de anunciar si va o no a llover, si se acerca algún chubasco o alguna tormenta, reconoce esos días que llovía porque si y sin que lo supiéramos, empapándonos de vida y de autencidadad, sin necesidad de guarecernos, porque era maravilloso mojarse, sentir la sorpresa; la ruta marcada por la confianza en todo cuanto sucede.
La misma que tienen los animales en nosotros, con todo y nuestro comportamiento salvaje.
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