El
demonio que se alimentaba del enfado, antigua historia
budista, recopilada por Nyanaponika Thera, monje nacido en Alemania, budista de
la tradición Theravada, en Sri Lanka, discípulo
del maestro y erudito Nyanatiloka, revela la reflexión sanadora de nuestras
emociones.
“Una vez vivía un demonio
que tenía una dieta peculiar: se alimentaba del enfado de los demás. Como su
campo para comer era el mundo humano, para él no había falta de alimento.
Enseguida se dio cuenta de que era bastante fácil provocar disputas familiares
o incluso el odio nacional y racial. Incluso el hacer estallar una guerra no
era algo muy difícil para él. Y en donde fuera que tuviese éxito en causar una
guerra, entonces ya se podía pegar un atracón sin demasiado esfuerzo adicional,
porque cuando comienza una guerra el odio se multiplica por sí sólo y afecta
incluso a gente que normalmente es amigable. De manera que el suministro de
comida creció tanto que a menudo debía refrenarse de pegarse un atracón. Se mostraba
más que contento de ir pegando algunos bocados de resentimiento cuando quería y
que encontraba por todas partes.
Pero como a menudo pasa
con la gente que suele tener éxito, se volvió más bien un adicto. Un día que
estaba aburrido pensó: "¿No debería intentar esto con los dioses?".
Reflexionó y escogió el cielo de los 33 dioses, gobernado por Sakka, el señor
de los dioses. El demonio sabía que sólo unos pocos de esos dioses habían
eliminado completamente las impurezas de la mala voluntad y la aversión, mientras
que el resto todavía mantenían pequeñas riñas insignificantes. Así que por
medio de un poder mágico se transfirió él mismo a ese reino celestial. Y con
bastante suerte, ya que Sakka, el divino rey, estaba ausente. No había nadie en
el gran salón de audiencias, así que sin pensárselo mucho se sentó en el trono
vacío de Sakka esperando tranquilamente a que las cosas ocurrieran. Cosas que
le proporcionarían un buen festín.
Pronto algunos de los
dioses llegaron al salón y no podían creer lo que sus divinos ojos les
mostraban al ver a ese horrible demonio sentado en el trono, rechoncho y
sonriente. Habiéndose recuperado del shock, empezaron a lamentarse y a
gritarle: "¡Horrible demonio! ¿Cómo te atreves a sentarte en el trono de
nuestro señor? ¡Qué tremendo descaro! ¡Vaya crimen! ¡Serás arrojado de cabeza
hacia el infierno dentro de una caldera hirviendo! ¡Serás troceado vivo! ¡Vete,
vete!"
Pero mientras el enfado de
los dioses crecía más y más, el demonio estaba muy satisfecho, ya que iba
creciendo en tamaño por momentos, en fuerza y en poder. El enfado que absorbía
dentro de su sistema empezaba a rezumar como un humo rojo resplandeciente. Y
esta aura maléfica mantenía a distancia a los dioses y hacía que su esplendor
disminuyera.
Súbitamente, un brillante
resplandor apareció al otro de la sala, y creció en una deslumbrante luz de la
cual emergió Sakka, el Rey de los dioses. Sakka, quien ya había entrado de
manera irreversible en el sendero que conduce al Nibbana, permanecía tranquilo
por lo que estaba viendo. La pantalla de humo creada por el enfado de los
dioses se esfumó mientras se acercaba lenta y educadamente al usurpador de su
trono. "Bienvenido amigo. Por favor permanece sentado, yo puedo usar otra
silla. ¿Puedo ofrecerte alguna bebida de hospitalidad? Nuestra Amrita de este
año no está nada mal... ¿O quizás prefieres una bebida más fuerte, como el soma
védico?."
Mientras Sakka decía esas
amables palabras el demonio rápidamente se empezó a transformar en un tamaño
diminuto, hasta que finalmente desapareció dejando tras de sí un rastro de humo
maloliente que pronto se disolvió.
La moraleja de esta
historia nos retrotrae a los discursos del Buda. Pero incluso ahora, 2.500 años
después, parece como si nuestro mundo estuviera asolado por grandes hordas de
demonios devoradores de cólera, y la estuvieran cazando y se mantuvieran bien
alimentados por millones de esclavos suyos sobre la tierra. Fuegos de odio y
enormes olas de violencia amenazan con engullir a la humanidad. También las
raíces de la hierba del campo de la humanidad están envenenadas por el
conflicto y la discordia, manifestándose en pensamientos y palabras de cólera y
en violentos deseos. ¿No es tiempo ya de de acabar con esta esclavitud
autodestructiva respecto a los impulsos de odio y agresión que sólo sirven a
fuerzas demoníacas? Nuestro relato nos dice como esos demonios del odio pueden
ser exorcizados por el poder del amor y la amabilidad. Si este poder del amor
puede ser probado y comprobado en el nivel de las raíces de la hierba, en la amplia
red de las relaciones sociales, en la sociedad en su conjunto, entonces también
el mundo en su conjunto no permanecerá ajeno a él” (Lectura Tangente, 09/03/2014).-
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