domingo, 7 de marzo de 2021

Taima

 


La visibilidad de cualquier hecho cultural nos impregna. Reconocido es, que en tiempos de pandemia lo que más se consume es cultura. En nuestros transpirados aparatos: móviles, pantallas de ordenadores y televisores, en buena mayoría. En libros o entretenimientos más sencillos como contar cuentos a niños y adultos; escenificando obras teatrales, cantando y tocando instrumentos con o sin público.

Sencillos actos creativos como pintar, esculpir, escribir, cortar una tela, tejer, perfeccionar postres o recetas de cocina unen a casi todos los que estuvimos encerrados mientras pasaban los primeros e inexplorados comienzos de este virus que aún no tiene fin.  

Los seres humanos somos inquietos. La búsqueda es innata. Somos creativos, como la vida misma, a la que debemos origen y mantenernos en esta experiencia.

En una ciudad como Madrid, como si estuviéramos jugando al escondido, con esta incongruencia vivencial que no termina de despejarse, enredados ante la falta de normalidad, vamos descubriendo rincones culturales, casi inadvertidos, que se agradecen; sobre todo ahora que necesitamos más que nunca colgarnos de ellos, para vitalizarnos, en este columpio del destiempo.

La estación del metro Ríos Rosas está rotulada con la novela Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós (1843-1920), a propósito del centenario de su muerte, el año pasado. Se puede leer la obra completa, destacando párrafos que invitan a introducirse en la novela, con ilustraciones visualmente atractivas (de Beatriz Ramo). Rellenan el paso de los viandantes, el esfuerzo conjunto de Metro y la Asociación de Editores de Madrid. Se emplearon casi trescientas planchas con alrededor de dos millones de matrices, ocupando casi doscientos noventa metros lineales.

También en la estación Plaza España está empapelada con la obra más conocida de todos los tiempos, texto completo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes,  matizando diez citas y trece grabados.

Llena de arte también está la estación La Latina, con fotos históricas y contemporáneas del popular Rastro, el mercado al aire libre que se celebra allí desde 1740 cada domingo, interrumpido el pasado año por la pandemia y que ha retomado su rumbo con mascarillas y precavidas distancias.




La Estación del Arte, antigua Atocha, se decoró con paneles de vinilo que reproducen algunas de las obras más representativas de los tres grandes museos de las inmediaciones: El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza.

Al bajarse en El Retiro hay tres grandes murales (inaugurados en 1997) de azulejos en los que el ilustrador Antonio Mingote recreó escenas típicas del parque y sus visitantes. En 2019 dedicaron la estación Rubén Darío a sus viñetas publicadas en ABC.

La estación Goya reúne los grabados de este monumental pintor español, en su  ejercicio más inspirador, por libre y rotundo al momento de retratar a la sociedad del momento.

Fotografías del mítico estadio del Rayo Vallecano y la carrera de San Silvestre adornan la estación de Portazgo. La misma evolución histórica del metro viaja por imágenes en la línea 1 considerada centenaria, de Cuatro Caminos a Sol; y en la de Arroyofresno, la temática es ilustraciones y fotos de la Sierra de Guadarrama.

Invitación constante a salirnos de la rutina, a nutrirse con lo mucho que ofrecen imágenes y palabras. Además, en el metro hay grandes carteles de obras de teatro que marcan temporadas a pesar de esta derrota que supone el actual modo de vida, limitante.

Siguen los artistas tocando instrumentos y cantando, por el metro en ese gran acertijo que les significa vivir de su arte. Jóvenes solos, parejas o tríos, en su mayoría de origen latino cantan a Juan Luis Guerra con mucho sabor y swing, como una mujer cargada de buena energía. Voces maduras de melodías de siempre. Hombres qué saben muy bien transmitir temas reconocidos. Un chico venezolano con voz de oro que al momento de pedir colaboración por su buen cante, dijo: “unas monedas son cariño”.

Fluye la creatividad como la fricción de los metales que permiten al metro ir como un gusano estridente y feliz, por buena parte de la ciudad, e interconectar norte y sur.

En el juego del escondite está bien pedir taima (ganar tiempo y planificar alguna astucia) y escaparse a un museo. Todos tienen sorpresas en este reinvento que han tenido que asumir con menos público.


Verano en Nidden, de Max Pechstein


El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ofrece hasta mediados de este mes de marzo 2021 una exposición temporal Expresionismo Alemán, muy visitada, a pesar de estos tiempos con limitaciones y acontecimientos que han impedido el mayoritario público que merece ver el conjunto de cuadros de los creadores que en nada se conformaron con los aires de su tiempo.

Testigos hemos sido de cómo artistas transgresores han dejado huellas en el tiempo. No todos pueden traspasar al verdugo. Tienen que poseer además del talento, la fina esencia de un rompimiento dosificado: aspavientos inoculados, pasan factura.

Es por ello que esta exposición conmueve y maravilla. Nada más entrar se exhibe una auténtica joya, Fränzi ante una silla tallada, de Ernst Ludwig Kirchner.

Dividida en ocho sesiones: Talleres, Referentes, Exteriores, Aires populares, Difusión, Estigmatización, Rehabilitación e Internacionalización, se pueden ver obras  de Vassily Kandinsky, Franz Marc, George Grosz, Emil Nolde, Paul Klee, August Macke y Max Pechstein, entre otros. Cuadros de noruego Edvard Munch se cuelan en esta muestra cargada de sorpresas, aciertos y renuncias.

Mientras el viejo continente prácticamente comenzaba a arder, los artistas de su tiempo luchaban por dejar huellas referenciales distintas e innovadoras.

Impacta el colorido, la fuerza de las combinaciones de los tonos puros, contrastando con el gris momento que estaba viviendo la humanidad, cercana a la I y II Guerra Mundial.

Si el ímpetu de la estrella buena de la creatividad hubiese vencido al ciego desacierto de la destrucción, otro gallo hubiese amanecido cantando, en las auroras de tan complejos momentos.

En cultura todo es apuesta segura: tiempos de escondite como de taima son ganadores.

 

Detalle de Atardecer, de Munch 

 

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