Serie potros, de José Coronel |
Creo que de alguna u otra
forma todos los hemos notado: ya no llegan tantos mensajes por WhatsApp. Un
poco porque limitaron la posibilidad de reenviarlos en la comodidad de bloques
de cinco a la vez, y también porque nos hemos desinflado, días a semanas y
meses, de esta pausa temporal a las rutinas que desempeñábamos por el mundo.
La situación de este
confinamiento ha destejido ideas que creíamos sólidas, abriendo paso al enorme
desconocimiento que persigue nuestras horas.
Los que requieren de mayor
libertad salen a correr, a caminar y también a cansar la ansiedad que se ha
disparado con toda la vivencia.
Los que se sienten más cómodos
con estar en casa, porque el trabajo o el carácter ya les habían explanado un
poco el futuro, aunque este no fuera ni remotamente sospechado, también han
empezado a sentir incomodidad.
Sabemos que la vida no es
una carrera, tampoco el desvivir que ha impuesto el modelo económico, plagado
de errores que pueden corregirse con apenas voluntad de querer hacerlo.
Los que vaticinan tiempos
difíciles lo hacen desde la óptica de que nada desean transformar. Todo está
diseñado desde el modelo del sacrificio.
Los cambios, desde luego,
tienen el impulso de la valentía y el deseo de una transformación. Como de
alguna forma está siendo impuesta por acontecimientos no del todo objetivos y
prácticos, habrá que conjugar muy bien los dos hemisferios cerebrales para
poder lograr un mundo más equitativo, conservando el orden de la naturaleza
misma.
Desentrañar los misterios
que nos rodean alrededor de esta llamada pandemia también contribuiría a
deshilar este manto grueso que al parecer nosotros mismos nos hemos echado
encima.
No es el hombre y la
mujer; es la familia. No es mi familia: son todas las familias hermanadas en la
humanidad solidaria y compasiva que está dentro del ser de todos y cada uno de
nosotros.
Despojar de la piel el
egoísmo adherido por siglos de sobrevivencia que nos ha convertido en una
especie líder y voraz, que ya no necesita de ese apetito para continuar por un
mejor sendero.
Un trabajo arduo pero no
imposible; largo pero no eterno. Cargado de la poderosa vitalidad de hacernos
con un mejor destino; alentador por demás.
Llevamos dos días hermosos
de sol primaveral aquí en Madrid. Buenas cuarenta y ocho horas para armonizar
nuestra recuperación que requiere de equilibrar fuerzas físicas, emocionales y
espirituales.
Mi gato duerme, no se ha
encontrado muy bien. Ha adelgazado un poco después de dejar de comer unos días.
El ayuno siempre sienta bien.
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