Vi en un cortometraje, un
pez de dimensiones colosales, desplazarse con la lentitud de su peso y tamaño.
Pocos especímenes se le acercaban y generaba su enorme boca abultada cierta
incomodidad. Era un mero gigante. Más de dos metros y seiscientos kilos de poder.
Los tiburones pasaban ante
él con respeto. Y también aceleraban sus movimientos, por momentos, de una
forma tan rápida, que podía pensarse que tenían culillo.
La rutina de este animal
es particular al saberse dueño de los mares. Si tuviéramos que añadirle alguna
especialización, sin duda sería filósofo, un perfecto peripatético, como diría
el profesor Merlí, personaje de la serie juvenil de la televisión catalana.
A pesar de esa
contundencia hay acuarios que tienen algunos ejemplares. Fueron apartados de la
enorme y libre profundidad natural para ser confinados a una limitante pecera.
En muchas oficinas, de la
manera más jovial, llaman a ciertos espacios “peceras” porque tras los vidrios
están las sillas para trabajar, y hacer
formaciones o reuniones.
Un concepto que revela
exposición (mucha) e imposición.
Ahora que admitimos, sin vergüenza,
la ignorancia de lo que está sucediendo, a punto de un coma desinformativo por la
ostentación mediática, para quedar como perfectos tergiversados, vendría bien
imaginar qué piensa este gigante de los mares que hasta temen los tiburones.
Pero este titán marino es
asunto de tamaño y de fuerza.
Sin embargo, como tenemos la ventana abierta de la
imaginación, sabemos que este espécimen es un auténtico resiliente. Se fuga a
los fondos para no toparse con nosotros y evitar nuestra buena puntería contra
todo ser sintiente en la tierra.
Ahora que hubo un alto y
aunque se dude de lo que podamos ser capaces de transformar, allí está este
filósofo colosal que no hace sino
desplazarse (aunque también devora sin piedad) para buscar en su escapismo, el
todo y la nada que cohabitan en el océano.
Los primeros días de mayo
están resultando fantásticos. Llenos de luz, sin frío, sin calor; levantando
poco a poco los ánimos de los que han vivido momentos duros de pérdidas; los
que están en hospitales y los que estamos en casa, aún sin poder salir.
Mi razón al escribirte es
animarte en tu recuperación, que desees además de salir pronto, construir un
mejor destino para ti y para todos.
Mi gato chachito duerme.
Soy Marisol. Otra carta al vuelo.
Carta anterior:
https://www.bigfish.mx/mazatlan/Mero-gigante-atrae-y-se-invita-a-colaborar-con-su-ubicacion-20190520-0004.html
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