Carlos Rojas, escultura caricatura de Alejandra Cedeño Ceballos |
La
primera vez que observamos una obra de Carlos Rojas fue en la avenida
Universidad del municipio de Naguanagua en el estado venezolano de
Carabobo. Llamaba la atención porque era
la primera vez que en un espacio público colgaban una escultura que obligaba
mirar hacia arriba para descubrir de qué se trataba.
Allí
se fraguó, cuando los carabobeños aún podían conciliar una convivencia más
armónica, la idea de una ciudad museo. Se empezaron a ceder espacios públicos a
los artistas plásticos y los habitantes empezaron a familiarizarse con
distintas propuestas.
La
primera obra flotante de Rojas se acercaba a un malabarista boca abajo, con dos
aros en cada una de sus manos que pendían igual que su cuerpo. Una obra
equilibrada, pensada, con un volumen tenso y grácil frente al espacio.
Completó
otras tres para cerrar y abrir la propuesta de sus Flotantes tanto en esa misma
avenida como en Paseo La Granja.
La
propuesta colgante es novedosa e invita a reflexionar desde la variedad. La
tierra misma está suspendida en el espacio en perfecta sincronicidad. Por más
explicaciones científicas y cálculos matemáticos que lo expliquen sabemos de un
orden más allá de nosotros, al que todos pertenecemos; aliento de alma.
Vulnerables,
luchando por mantener el equilibrio. En cada paso el equilibrista se juega la
vida, de allí que de su alto grado de concentración y pericia dependa su todo.
Otra
obra suya, Contra corriente, fue colocada sobre el río Guaire que atraviesa
Caracas. Un escenario cotidiano para el gran público que pudo ver una figura
humana con dos paraguas oscuros, guindada sobre las aguas sucias del cauce.
Las
fuertes ventiscas que azotaron la capital venezolana destrozaron los paraguas. Rojas sintió satisfacción.
Sabía que era lo primero que desparecería. Fiel reflejo de la fragilidad de
todo cuanto está relacionado con lo humano. Sabe que un día u otro puede que la
escultura se desvanezca en el Guaire: metáfora de lo que simboliza este río al
que conminamos a arrastrar nuestras aguas fecales, en vez de ser luz y vida,
para nosotros mismos
En
las Facultades de Ciencias de la Educación y de Ciencias Jurídicas y Políticas
de la Universidad de Carabobo están sus obras El estricto orden de la anarquía
y Contracorriente.
A
nivel pictórico Rojas se pasea por un imaginario de seres a los que delinea con
la velocidad de los trazos y los colores que resaltan y desfiguran. Cuerpos y rostros animaloides dimensionando
lo banal, lo grotesco; rompiendo muy adrede todos los vestigios de la belleza.
Desfigura para revelar la intencionalidad.
Carlos Rojas trabajando una de sus piezas (Foto de José Antonio Rosales) |
Irreverencia
que da gusto encontrar. Lo atípico que tanto enseña.
Rojas
vive en estos momentos en un pueblo de la comunidad valenciana, en España. Sigue
trabajando en la difícil condición de inmigrante y artista.
En
la cuarentena que toca vivir a nivel planetario se las inventa recogiendo los
cartones que desecha el supermercado Mercadona para continuar con su creación.
Reciclando,
como enseñan en las mejores escuelas.
¿Cómo sentiste la
llamada del arte?, ¿qué edad tenías?
Recuerdo
que era una molestia para aquella maestra antigua llamada Filomena. Fui para ella un niño sin
solución. A prueba de palmeta, la puntualidad
del castigo era constante en la semana. No era un ser retrasado para ella, solo
respiraba rebeldía y obstinación enfermiza, en sus propias palabras. Lo
expresaba a quien tuviera el turno de recogerme; “niño con tantos pájaros en la
cabeza”, les decía. Nueve años tenía sin contar desde ya, con suficiente tiempo
para jugar con todo.
Tus comienzos: ¿qué recuerdas?
¿Insubordinación, amor?
Mi
padre notó esa irregular atención con la que jugaba haciendo líneas y un día me
pilló releyendo casi ausente, en mi mundo interno. En un anuncio de revista de
ilustración leyó que promocionaban un curso de caricaturas y otras tendencias
del dibujo. Era la academia American School, especializados en cursos por
correspondencia. Sin preguntarme siquiera se suscribió y ese fue el átomo que aceleró mi
ilusión y me determina a creer en ese sueño de ser artista.
Años
más tarde muere mi padre y con quince años tuve que abandonar los estudios
de bachillerato. Era imprescindible trabajar
para sobrevivir e ir al mundo que hasta ese momento solo era una idea muy
parcial. Está confrontación infausta me deshizo y como evento natural me
reedificó haciéndome eficaz para la batalla y más rebelde, pero limpio de los
resentimientos, que podía militar. Esa misma fuerza me levanta hoy en día ante la circunstancia
que si más cruda, más templada a la victoria me presto. De eso depende la vida:
de lo terriblemente hermoso con que te abraces a ella.
¿Recuerdas alguna
anécdota?
No
soy un hombre de anécdotas, estas cómo que navegan libres en mi circulación
mental y cuando menos espero, aún en la cama, a media noche, me entrego a la
risa al recordar algún episodio de mi íntima película. Si es verdad que no dejo
de contar. Una vez participé en un
concurso de disfraces y antes de pisar el escenario me detuvo una señora y me
dijo “no hija, es solo para los
disfrazados”. Enfurecido corrí a un lugar aislado donde luego de unos minutos
estallé riendo. Casi muero en mi ridícula pero exitosa actuación, provisto de
mi peluca “Cuchita” y una blusa conjunto
de pantalones de gruesas rayas horizontales.
Casi
una profética imagen de las esculturas futuras.
Al inicio tu obra pictórica
estaba llena de colores intensos, ¿cómo fue cediendo ante tu nueva propuesta?
Mi
primera gran individual fue un arcoíris de pasteles destellantes, pero antes de
eso mis trabajos incluyendo las participaciones en los salones en Venezuela, revelaba
un tenebrismo y mucho de la atmósfera simbolista Europea. Yo he confiado en el
recurso heurístico del oleaje libre de la experiencia plástica. Está
fluctuación es mi particular escuela, nunca he creído en las fórmulas de
reconocimiento como si fuera la identidad o marca de un artista y así como hoy
puedo estar incandescente en mis colores, quizás mañana, busque acariciar las
bellezas ocultas de las tinieblas. Esa podría ser una tentativa creativa para
mí. Todo dependerá de la emotiva geografía que empeñe.
El artista por sobre
todas las cosas debe ser rompedor, hacer pensar supone riesgo elevado. ¿Qué impacto
quieres que cause tu obra?
Sería
un gran error pasar por alto el ahora como referencia. No somos antropólogos ni
sociólogos, pero la manipulación de transferencia en este presente se madura
continuamente en nuestra existencia. La única manera de dar un sentido es una máxima tolerancia, precisando la actitud de vida que está
corriendo, fruto del atropellado flujo de imágenes e información sin
cuestionamiento crítico. Esto es una realidad, distensa y única; particular del
postmodernismo. Hoy puede aparecer ante el mundo una extraña imagen incómoda y
hasta grosera, pero ésta no será quemada en la hoguera, se acogerá tímida
y permisiva. Con los fundamentos del todo, eso es posible en el arte y todo es
arte; la justificación es la información, su fuerte la libertad, sus derechos y su perpetuidad; la curiosidad.
Ésta puerta abre hacia afuera como una
virtud y es allí donde caminar sobre el agua es posible para el agnóstico de
hoy.
Mi
propuesta es fluida en este caldo primario, por lo que no dejaré de trabajar
ese exterior donde seguramente está lo más profundo de este nuestro género.
¿Cuándo te sentiste
atrapado por la escultura? Siempre he sentido que tus esculturas buscan en el
espacio una razón vivencial.
El
insigne pintor y maestro Wladimir Zabaleta estando frente a uno de los
flotantes junto a mí dijo: es como pender en un hilo para nunca caer. Esta
lectura no pudo ser más acertada por lo que no queremos ni dejamos de
aferrarnos a la vida, es esa pasión que murmuró sin tiempo ni edad al oído de
nuestra raza inherente a la criatura: no moriré mientras viva.
¿Qué te planteas al
esculpir? ¿Qué material te gusta más?
¡Imagínate!:
un país perfecto, sólo tuyo, donde se postulan volúmenes, solicitan y proponen
presupuesto, se discuten obras, su valor en el espacio todo esto cada día. Pero,
en el mejor de los términos, donde el trabajo y las ideas son la
prosperidad de tu gentileza, una plaza llena de gozo y discusión. Ese es el
planteamiento frente a lo que debo hacer. Luego viene el material, lo que tengo
es lo que uso; pero me encanta la versatilidad de la resina poliéster y en
pequeñas escalas la cerámica fría y el bronce.
¿Cómo te sentiste al
emigrar? como artista, como hombre de familia,
como venezolano a esta edad…
Nunca
sentí tanta emoción y tan grande angustia en mi vida. El aprender por
imposición la lección más fuerte para un ser de nuestra cultura, el desapego y
el desarraigo en una sola página. Es como la punta de la montaña donde señalas
llegar y que sin reposo deberás diseñar como volar, sin que seas viento
ni ave y además determinado a no dejarte ver en debilidad como testimonio de
familia longánima, estoico, sin fractura; repitiendo dentro de ti: eres
cimiento, eres la roca del tropismo.
Todo
esto sin dejar de esperar en tu contradicción que Dios se levantará en justicia,
para la sonrisa de tus ocultos lobos, eso espero en esta edad de emigrante creyendo
en los muchos años que verán mis ojos; bizarro y libre.
¿Algún plan o proyecto
artístico a futuro? ¿algún sueño recurrente?
El
plan era seguir pendiendo en lo insólito de este mapa, pero creo estar
enamorado nuevamente, porque una cosa es imaginar y la otra conocer otra idiosincrasia.
Más allá todavía estoy preñado y no aspira ésta gestión a conquistar museos.
Por ahora, la semilla busca, pide simplicidad, origen, raíz y necesidad de
vida que justifique el trazo. Estoy en la tierra que vio nacer el primer abecedario
de las imágenes. Aquí se me agotan las explicaciones.
La
Casa de la Cultura de Burjassots tiene hasta ahora programada una exposición de
los trabajos de Carlos Rojas a partir del 19 de octubre de 2020.
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