Libertad, Rolando Quero |
Hace un rato vi, desde la
ventana, a una mujer que caminaba muy pausada. Tenía guantes azules en las
manos y del cuello colgaba un tapabocas, mientras fumaba en esa especie de
ola lenta que la rodeaba, visto de donde me encontraba. No había percibido a
nadie ir tan despacito en mi vida.
Estaría ella repasando sus
pensamientos, como hacemos todos, cuando nos escapamos del trabajo o ya vamos
de regreso a casa. Su voz interior, sin duda, con paso más ligero. Segura estoy
que esa mujer tiene las riendas sujetas, de su trinar mental; al igual, como lo demostraba, de su cuerpo.
También ella iba así, viva cámara lenta o cámara lenta en vivo, para restarle horas al llamado confinamiento,
a esta cuarentena sin más. Sacándole provecho a los instantes de libertad, como
hacemos todos, más o menos, cuando vamos a la farmacia, banco o por la compra.
Porque es cierto que la
libertad es algo inherente al globo terráqueo, al ser humano y los elementos
naturales. Libertad y movimiento. No hay agua quieta, por más apacible que
luzca un lago; ni viento detenido, ni fuego sin efervecer. La tierra también lo
hace constante; y no solo cuando gruñe en terremotos o temblores, sino en el
casi imperceptible crecimiento de todas las cosas, señal inequívoca de su
rotación y traslación.
La sutileza de esta mujer
me pareció superlativa. Sacarle a la cuarentena, libertad. Venía de trabajar,
llevaba uniforme. En condiciones normales hubiese sido un bólido caminando, convincente
atleta de maratón, para llegar a casa, a
resolver todos los asuntos pospuestos por falta de
tiempo.
Pero ella de esta manera,
sin saberlo, entregaba un mensaje al mundo: la libertad de ir caminando y
fumando sin apremios, en este momento.
No pasaba por la calle
nadie más que ella. Podía de esta manera imprimir su tumbao.
Soy Marisol. Mi gato
duerme después de estar inquieto y travieso como adolescente que es. Los días
pasan para que mejores y tu pronto regreso a casa sea renovada fuerza de
libertad.
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