lunes, 27 de abril de 2020

Música (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Partitura, Oscar Villamizar 



Tengo una compañera de piso que toca guitarra y canta muy bien, con afinación, por sobre todas las destrezas que ha cultivado a lo largo del tiempo, desde que supo el llamado de la música en su piel y alma.

Generalmente cuando estoy escribiendo estas cartas viene a “visitarme”, nos llamamos vecinas, aunque nos separa nada más que un pasillo. Guitarra en mano comienza sus ensayos, después de haber realizado los ejercicios de entonación.

Tiene un repertorio y va escogiendo las canciones. El compartir obligado por esta cuarentena, ha merecido una adaptación. Le voy hablando de canciones que ella jamás ha oído, y voy aprendiendo de ella, ese repertorio joven de cantantes de los que bastante poco sé.

Sus diarias visitas son muy divertidas porque lo más bonito de los ensayos es observar la tenacidad de quien quiere alcanzar la perfección. Una y otra vez practica los acordes, las melodías facilitadas por Internet y con una jovialidad imparable va dominando el responsable proceso que exige una clara concentración.

Nacida en este siglo, da gusto saber que admira a músicos de todas las épocas. Eso pasa con la música: es maestra del respeto. Apenas se distingue la calidad nace la maravilla innata  y creativa, por quienes la han compartido, con sus pálpitos y emociones.

En el mundo existen muchos intérpretes, ejecutantes, compositores; artistas. No hay otra fórmula más clara que ensayar con tesón. Casi todos quieren el éxito, desbordado en las redes sociales, capaces de convertir en dioses a perfectos desconocidos. Pero lo que es más importante, como en todo en la vida, es la producción de felicidad que conlleva, hacer lo que se siente predestinado.

Canciones de Natalia Jiménez, Selena, Rozalen, Jesse & Joy, La Oreja de Van Gogh, Laura Pausini, Mecano, Lady Gaga y  de otras cantantes como Aitana, Anitta, Becky G.,  y Greeicy van entreteniendo algunas tardes, mucho más alegres en esta cuarentena, desde que ella toca la puerta y entra, guitarra y apuntes, en mano.

Mi gato Cachito cuando llega la observa, espera que le hagan cariños, que lo toquen y demás carantoñas. Después, disimuladamente, se va hacia la pequeña terraza, escapando de las risas, de la voz que se alza para enfatizar un tema.

Él es más de estar solo. Antes de la cuarentena, esperaba hasta más de diez horas que llegara del trabajo.  Como tantas otras mascotas.


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