El beso, Gustav Klimt |
Todos conocemos un tipo de
amor, pero del que más nos han hablado los maestros espirituales es el
prodigioso amor incondicional, desconocido y anhelado en la sociedad moderna.
En muchas culturas
dominantes el amor pareciese eso que es y no es: el amor romántico por
antonomasia, capaz de arrancar las más bellas expresiones cuando comienza, las
peores cuando termina.
Como en los sistemas educativos acostumbran a
clasificar para intentar que los conceptos entren por rutas establecidas, el
sentimentalismo amoroso, para los estudiantes,
es ese estado divino-confuso que lleva por episodios sutiles, necesitados de ser explorados, sin ningún
tipo de preparación emocional.
El amor incondicional poco
se entiende, aunque lo han sentido y expresado muchas personas, no sólo
eruditos sino padres, madres, hermanos, maestros y crecidos en conciencia.
Misioneros, personas con vocación de servicio.
Pero en esta doblez de
hechos que nos han dicho es la vida, la familia ama a cada uno de sus miembros.
Más allá de ella, impera el egoísmo, lo dogmático.
¿Cómo pedir amor incondicional
cuando la sociedad empuja a velar solo por los nuestros, por marcar cada vez más
las fronteras y ver enemigos en los otros?
Culturas religiosas
amplias que permiten más de un Dios o que en todo caso no obligan a creer solo
en ellas, son más eficaces a la hora de enseñar qué es el amor incondicional.
Poderosa fuerza capaz de trasmutar
todo alrededor como lo han demostrado seres humanos cuando han sido llamados a
defender esa luz.
Comprender al otro,
independiente de lo que haya hecho, observar con compasión a todos los seres
humanos sea cual sea su proyección personal,
son claves a la hora de saber que el amor incondicional es
transformación de la realidad, por más
amarga que sea.
Cuando toda esta
cuarentena haya avanzado a lo que tenga que ser, contribuirá a la nueva experiencia de vida que
nos espera afuera, esa proyección de amor incondicional hacia todo lo que veamos
y realicemos, aunque desde el rincón más pequeñito se puede llenar el espacio
del mundo, de esta fuerza ilimitada.
Soy Marisol. Mi gato
duerme y está sereno. Oigo la canción La Llorona que un vecino escucha. Hemos sabido cantarle
tanto al amor pasajero que hasta nos
hemos creído que es el duradero.
El amor incondicional nace
en el corazón, que es más que un músculo. Sana y transforma. Tu recuperación
espero se inunde de esta energía capaz de llevar a esta amada tierra a la evolución
más necesitada: la nuestra.
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