jueves, 30 de abril de 2020

Amor (cartas de apoyo a pacientes Covid)

El beso, Gustav Klimt



Todos conocemos un tipo de amor, pero del que más nos han hablado los maestros espirituales es el prodigioso amor incondicional, desconocido y anhelado en la sociedad moderna.


En muchas culturas dominantes el amor pareciese eso que es y no es: el amor romántico por antonomasia, capaz de arrancar las más bellas expresiones cuando comienza, las peores cuando termina.

Como  en los sistemas educativos acostumbran a clasificar para intentar que los conceptos entren por rutas establecidas, el sentimentalismo amoroso,  para los estudiantes, es ese estado divino-confuso que lleva por episodios  sutiles, necesitados de ser explorados, sin ningún tipo de preparación emocional.

El amor incondicional poco se entiende, aunque lo han sentido y expresado muchas personas, no sólo eruditos sino padres, madres, hermanos, maestros y crecidos en conciencia. Misioneros, personas con vocación de servicio.

Pero en esta doblez de hechos que nos han dicho es la vida, la familia ama a cada uno de sus miembros. Más allá de ella, impera el egoísmo, lo dogmático.

¿Cómo pedir amor incondicional cuando la sociedad empuja a velar solo por los nuestros, por marcar cada vez más las fronteras y ver  enemigos en los otros?

Culturas religiosas amplias que permiten más de un Dios o que en todo caso no obligan a creer solo en ellas, son más eficaces a la hora de enseñar qué es el amor incondicional.

Poderosa fuerza capaz de trasmutar todo alrededor como lo han demostrado seres humanos cuando han sido llamados a defender esa luz.

Comprender al otro, independiente de lo que haya hecho, observar con compasión a todos los seres humanos sea cual sea su proyección personal,  son claves a la hora de saber que el amor incondicional es transformación  de la realidad, por más amarga que sea.

Cuando toda esta cuarentena haya avanzado a lo que tenga que ser, contribuirá a la nueva experiencia de vida que nos espera afuera, esa proyección de amor incondicional hacia todo lo que veamos y realicemos, aunque desde el rincón más pequeñito se puede llenar el espacio del mundo,  de esta fuerza ilimitada.

Soy Marisol. Mi gato duerme y está sereno. Oigo la canción La Llorona que  un vecino escucha. Hemos sabido cantarle tanto  al amor pasajero que hasta nos hemos creído que es el duradero.

El amor incondicional nace en el corazón, que es más que un músculo. Sana y transforma. Tu recuperación espero se inunde de esta energía  capaz de  llevar a esta amada tierra a la evolución más necesitada: la nuestra.  




Carta anterior: 

Imagen:



No hay comentarios: