lunes, 20 de abril de 2020

Perdón (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Guernica, Pablo Picasso


El guardia del museo me ofreció su silla  y un poco avergonzada me senté, intentando calmarme.

Fue durante la primera visita al Reina Sofía. Cuando me detuve en la obra que sabía estaba allí y solo había observado en libros, desde niña, no pude contenerme.

No sabía que era tan grande. Al ver el Guernica, casi un mural en la pared, no pude evitar sumergirme en la energía del  cuadro, presto a desentrañar el alma de la guerra, con sus cuerpos-pedazos-cúbicos de animales y de seres humanos.

Al principio, afloraron las lágrimas sin más, y en silencio. Luego, en la medida que mis ojos iban encontrando multiplicidad de escenas, en el mismo lienzo,  salió un grito de mí, corto y profundo. Pasé después a un llanto desconsolado, que hizo que todos los que me acompañaban escaparan, dando a entender aquello de “no la conozco… ni tengo nada que ver con ella”.

En ese trance me interrumpió el vigilante, presto a evitar cualquier escándalo o foco desestabilizador en el controlado espacio de exposiciones.

Aunque lo intentaba, no podía del todo dominarme. Una de las tantas veces que tomé aire y semi abrí los ojos, me vi rodeada por personas, cual pintura artística.

Una señora me estiró el brazo con un pañuelo de tela, con la letra F bordada en azul claro.  Un veinteañero intentaba grabarme desde el móvil desafiando la vigilancia, una mujer me miraba con cara de qué te ha hecho el guardia; pero el rostro que me terminó de ubicar sobre la situación vivida fue el de mi hijo: desconsuelo con vergüenza. Mezcla capaz de secar al más tenaz riachuelo cantarín.

Intenté levantarme con disimulo mientras pedía disculpas y como pude me escapé del suceso.

Al salir, del grupo me despedí en un café cercano al museo. Era temprano. Regresé sola y me coloqué de nuevo frente al Guernica. El vigilante era ahora una mujer. ¡Menos mal! Me había prometido no llorar, vencer la fuerza desatada en la obra.

Utilicé el truco más sencillo: llevé mi respiración diafragma abajo y descubrí la luz central que revitaliza el lienzo: un gran triangulo blanco, que incluso se convierte en bandera de paz.

El perdón redime todo horror.

Soy Marisol. Hoy ha brillado un día espléndido. Escenario perfecto para la recuperación, renovar nuestras fuerzas internas y corpóreas. Mi gato acaba de venir a dormir, el sol le hizo jugar más de la cuenta.



Enlace:

https://www.museoreinasEofia.es/

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