sábado, 11 de abril de 2020

Francisca (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Nos observan, Rolando Quero. 



La negra Francisca bailaba al son del tambor con su saya ancha color rojo. Era una noche cerrada al fuego encendido que no permitía sino ver nuestros rostros complacidos con ese personaje maravilloso, capaz de hacernos reír, porque en su cuerpo nacía la fiesta.

Con la boca roja y oliendo a perfume, Francisca repasaba con su falda a los hombres más buenosmozos. Se les acercaba a algunos tanto, que se incomodaban, por lo que ella los zarandeaba, hasta ponerlos en su lugar.

Los regañaba, les decía sus verdades mientras movía el cuerpo y la cintura como nadie. Pedía su trago que se le daba en una fina copa de cristal y seguía en su ceremonia, sin que nadie se atreviese a decirle cuándo había que parar.

Se acercó a una pareja. Lo miró con desprecio a él y a ella la bañó en alabanzas. Le dijo que tenía rostro de princesa y debía ser mucho más selectiva con los hombres. El muchacho al sentirse aludido le recriminó y ella, lo retó llevándolo a bailar hacia el medio del patio.

Como el chico se mantenía tieso, sin moverse, ella se giró hacia la muchacha y le dijo casi gritando: “Pregúntese si usted quiere amanecer con este hombre de aquí a cincuenta años. Véale, bien mija. Si la respuesta es positiva se lo regalo, si es negativa, déjelo, porque la verdad es que no vale pa’ usted, que es lo importante. Pero si usted piensa que si vale, yo ahí no me meto”.

Inmediatamente le dio un empujón al hombre y le gritó: “Maltratador… maltratador…” y siguió bailando con mucha más fuerza.

Se acercó a los tamboreros con su enorme falda. Todavía debían resistir lo mucho que le quedaba por bailar. Pero como la negra Francisca era tan impredecible, les dijo que pararan para descansar y pidió una  silla donde sentarse.

Hizo que le echaran más perfume y se volvió a pintar la boca de rojo carmesí. Se levantó y de nuevo pidió el ritmo para volver a danzar. Esta vez más suave,  con ondulados movimientos. Pidió a todos que miraran al cielo y se burló porque todos le hicieron caso. Soltó otra risotada más y se fue acercando cada vez más al fuego encendido, crujiente y palpitante.

Se puso entonces un poco más profunda. Dejó el relajo y la algarabía y dijo con la versión de su voz menos chillona: “ustedes no son noche, ustedes son día. Podrían mover el firmamento si así lo quisieran, recolocar las estrellas con solo desearlo… tienen que encender el fuego del corazón…”.

Elevó los brazos y el fuego llegó hasta sus manos. Al bajarlos solo quedaron cenizas  centelleantes. La reunión y la conversa así finalizaron.

Soy Marisol. Mi gato ha intentado coger una mosca que entró y salió por la ventana de la habitación. La recuperación de tu salud es lo importante, el sol ha estado hoy maravilloso. Calienta el regreso a tu hogar.



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