Nos observan, Rolando Quero. |
La negra Francisca bailaba
al son del tambor con su saya ancha color rojo. Era una noche cerrada al fuego
encendido que no permitía sino ver nuestros rostros complacidos con ese
personaje maravilloso, capaz de hacernos reír, porque en su cuerpo nacía la fiesta.
Con la boca roja y oliendo
a perfume, Francisca repasaba con su falda a los hombres más buenosmozos. Se
les acercaba a algunos tanto, que se incomodaban, por lo que ella los
zarandeaba, hasta ponerlos en su lugar.
Los regañaba, les decía
sus verdades mientras movía el cuerpo y la cintura como nadie. Pedía su trago
que se le daba en una fina copa de cristal y seguía en su ceremonia, sin que
nadie se atreviese a decirle cuándo había que parar.
Se acercó a una pareja. Lo
miró con desprecio a él y a ella la bañó en alabanzas. Le dijo que tenía rostro
de princesa y debía ser mucho más selectiva con los hombres. El muchacho al
sentirse aludido le recriminó y ella, lo retó llevándolo a bailar hacia el
medio del patio.
Como el chico se mantenía
tieso, sin moverse, ella se giró hacia la muchacha y le dijo casi gritando:
“Pregúntese si usted quiere amanecer con este hombre de aquí a cincuenta años.
Véale, bien mija. Si la respuesta es positiva se lo regalo, si es negativa,
déjelo, porque la verdad es que no vale pa’ usted, que es lo importante. Pero
si usted piensa que si vale, yo ahí no me meto”.
Inmediatamente le dio un
empujón al hombre y le gritó: “Maltratador… maltratador…” y siguió bailando con
mucha más fuerza.
Se acercó a los tamboreros
con su enorme falda. Todavía debían resistir lo mucho que le quedaba por
bailar. Pero como la negra Francisca era tan impredecible, les dijo que pararan
para descansar y pidió una silla donde
sentarse.
Hizo que le echaran más
perfume y se volvió a pintar la boca de rojo carmesí. Se levantó y de nuevo
pidió el ritmo para volver a danzar. Esta vez más suave, con ondulados movimientos. Pidió a todos que
miraran al cielo y se burló porque todos le hicieron caso. Soltó otra risotada
más y se fue acercando cada vez más al fuego encendido, crujiente y palpitante.
Se puso entonces un poco más
profunda. Dejó el relajo y la algarabía y dijo con la versión de su voz menos
chillona: “ustedes no son noche, ustedes son día. Podrían mover el firmamento
si así lo quisieran, recolocar las estrellas con solo desearlo… tienen que
encender el fuego del corazón…”.
Elevó los brazos y el
fuego llegó hasta sus manos. Al bajarlos solo quedaron cenizas centelleantes. La reunión y la conversa así
finalizaron.
Soy Marisol. Mi gato ha
intentado coger una mosca que entró y salió por la ventana de la habitación. La
recuperación de tu salud es lo importante, el sol ha estado hoy maravilloso.
Calienta el regreso a tu hogar.
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