Hace algunos años vi una
fotografía de una escuela pública de Nueva York con un grupo de niños
meditando. La foto era de por sí muy poderosa, no sé por qué la recuerdo en blanco
y negro: un primer plano de uno de los chicos con ojos cerrados y su rostro muy
plácido.
Las ventajas de esta
práctica fueron notables durante el corto tiempo que llevaban aplicándolas:
mayor concentración en los estudios, menos peleas en el recreo, mayor empatía
hacia los compañeros y otras muchas cosas más que no recuerdo, pero que
cualquier persona que la realice lo puede corroborar.
Las personas
espiritualmente inquietas saben desde siempre que cerrar los ojos, intentar
calmar la mente, concentrándose en la respiración, es un proceso que hace
aumentar las conexiones energéticas y vibracionales con la inteligencia amorosa
universal.
Si desde pequeños, en el
llamado mundo occidental, enseñaran desde la colegios a meditar, como lo hacen
en algunos países de tradiciones orientales, la curva armónica traduciría mayor
felicidad y no la desatinada búsqueda de consumir para estar todos los días más
insatisfechos, en una primera ventaja que se me ocurre.
Recuerdo a una maestra
singular que conocí dentro de la búsqueda espiritual. Se llamaba Rosa María
Wynn, puertorriqueña, traductora al español del libro Un curso de Milagros, fallecida en el año 2017.
En su lecho de muerte Wynn
dijo a quienes la fueron a visitar: "No soy un cuerpo, soy libre. Sigo
siendo tal como Dios me creó", dando un ejemplo claro de todo cuanto
practicó en la vida, con optimismo y mucho amor.
Un
curso de Milagros es un libro/manual que contiene dos
partes: teórica y práctica, con muchos seguidores alrededor del mundo. Su
principio es bastante sencillo: todo cuanto ocurre en el mundo responde a dos
energías: el amor o el miedo. Lo que no es amor corresponde a todo lo demás.
Por supuesto, lo anterior no pretende ni siquiera ser un resumen, apenas una
pincelada de una información importante, dada para todos los seres humanos que
desean despertar.
Rosa María Wynn era una
mujer suave, determinante, pícara, llena de alegría interior y con la clara
meta de contribuir al crecimiento de quiénes conoció a lo largo del camino.
Como buena puertorriqueña se sentía venezolana. Olga Tañón también lo dice cada
vez que puede.
Soy Marisol. La prueba que
estamos superando día a día también tiene mucho que ver con la firme
determinación que tienes al recuperarte. Mi gato no puede dormir aunque trata:
pero están tocando guitarra a su lado.
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Foto:
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