jueves, 23 de abril de 2020

Libros (cartas de apoyo a pacientes Covid)



Los días de confinamiento abren un apetito feroz. Ya no por asaltar la nevera o escaparse con la excusa de que se acabaron los yogurts o los dulces de la despensa sino también por consumir dosis de videos, películas, series, escritos de toda índole y libros.

También por participar  en cosas que nunca hubiésemos hecho antes, de forma on line: meditación con un grupo de religiosas mexicanas, escuchar al gurú de India que está más de moda, en charla de la pareja ideal con posibilidad de contactos (más adelante), y hasta ponerse a cocinar con el chef que más grita en los programas de televisión.

Dentro de todas estas distracciones mata tedio están los artículos, investigaciones, relatos, cuentos, poesía y ensayos que están despilfarrados por esa autopista de  (des) conocimiento de las redes, que a veces dejamos que invada nuestra vida.

Con las  bibliotecas y librerías cerradas, leídos todos los que  tenemos a la manos hasta un par de veces, no queda sino plantearse la posibilidad de adquirir un libro electrónico.

Pero lo sabemos: nunca será igual. Si bien el siglo pasado ya vaticinaron la muerte del libro de papel y quizás la naturaleza lo vaya implorando, todavía es sensorial nuestra conexión con el libro.

Caminar por los espacios de una biblioteca es sentir condensación de almas. Allí hay un depósito seguro de nuestra experiencia humana, un respeto por lo que sucedió o imaginaron que así fue otros muchos congéneres. Una continuidad de nuestros tránsitos de la existencia.

Al entrar a una librería, el olor a papel y tinta envuelve y carameliza nuestra sensibilidad. El universo se amplía. Se dilatan los horizontes y nacen interconexiones nuevas y palpitantes.

En las cavernas, imaginamos, fueron ideando impregnarse las manos para dejar la impronta hasta crear utensilios certeros. Sospechamos la  satisfacción del primer escritor o dibujante al dejar en la sencilla hoja de papel vegetal su mensaje. La complacencia de sus manos, el desnudo aroma de la mezcla. Saber que en su muñeca tenía el poder de comunicar, debió ser exaltación sublime.

Por eso hoy, Día del Libro, cuando no hemos podido recorrer los espacios habituales y estamos intentado hacerle llegar a nuestra madre uno porque ya lleva más de un mes sin poder leer alguna buena obra de ficción, que son las que le gustan, tendremos que plantearnos otros contextos.

Lo sensorial pasará a lo electrónico o coexistirán ambos sin problemas, como hasta ahora. Si declina el papel entenderemos que es por el bien de los árboles. Viéndolo sin emoción, lo que vale del libro es su fondo, su contenido, no su tacto, aunque sea placentero.

Soy Marisol. El día estuvo frio y gris y bastante tarde levanta con un sol potente. El mismo que te la fuerza en tu recuperación y salida a tus espacios sagrados. Mi gato duerme. Ya se volvió a apagar la luz. 





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