Lo virtual está con
nosotros desde hace mucho más tiempo de lo que creemos. Los primeros moradores
del planeta lo descubrieron en las aguas. El espejo que se forma en pozos,
lagunas o ríos reflejan su alrededor, lo que se asoma sobre ellos.
También descubrieron en rocas como la obsidiana la impresión de
vagas imágenes, al pulirlas, naciendo rudimentariamente la proyección de la luz
o la imagen.
La mitología griega ya nos
había hablado de Narciso, el joven de apariencia hermosa que al verse reflejado
en las aguas, quedó tan impresionado de sí mismo que no pudo separarse de esta
visión que lo llevó a morir y renacer como la hermosa flor que lleva su nombre.
Nuestros comunes espejos,
por lo tanto, son virtuales así como lo es nuestra mente que reproduce
recuerdos e ilusiones, pues ella siempre está entre el pasado y el futuro. Ella
es una continua reproducción de imágenes intangibles. Nuestros sueños, dormidos o despiertos, hablan de esa alucinación
que siempre está vinculada a la llamada realidad virtual.
En el mundo tecnológico
parece más real pero somos incapaces de
detectar redes inalámbricas ni las ondas que hacen posible la transmisión de
datos, la radio y la televisión. Quizás por ello, por esa falsa apariencia de
real, le hemos otorgado a todas estas herramientas demasiada fuerza y presencia
en nuestras vidas.
En un libro y también en
todo lo que leemos se forma lo virtual. La mente, como una locomotora, va recreando
en las narraciones y las descripciones, los hechos; y con mucha libertad
asociando subtramas alrededor de las lecturas.
Recuerdo con especial
cariño el relato Mariposa del escritor mexicano Salvador Elizondo, quien
escribió: “es un animal instantáneo inventado por los chinos”, generando una
imagen inmediata en nuestra mente que viaja a su vuelo y sus colores.
Más adelante del breve
texto explica: “En el interior del cuerpo llevan un pedacito de papel de arroz
con el ideograma mariposa que tiene poderes mágicos. Los fabricantes de
mariposas aseguran que este talismán es el que les permite volar”.
De esta manera Elizondo,
sin decirlo, revela cómo de las mariposas nacen los libros que nos permiten
elevarnos e ir a esa amplitud tan generosa más allá de lo virtual.
Soy Marisol. Bello día
afuera, con sol y una cantidad de posibilidades que nacerán en esta
recuperación tuya, que espera, como todos, por ti. Mi gato Chachito duerme a mi
lado. Se acaba de acicalar.
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