domingo, 21 de julio de 2019

Rolando Quero: trabajar sin temores ni fronteras



Rolando Quero, fondo de sus obras


Conocí a Rolando Quero en un acto en el ateneo de Valencia (estado Carabobo, Venezuela). No recuerdo año. Lo observé con distancia  y curiosidad.   

Era el que más destacaba en esa actividad,  no muy trascendente,  inventada para un grupo de periodistas que a veces tienen esa necesidad infructuosa de sentirse protagonistas. 

Imposible imaginar que me uniría, meses o años después, en el gran abrazo de amistad que hoy todavía nos acerca.

Sin vergüenza asumo que es uno de los que más he entrevistado, aunque a mí a todos los artistas que he conocido, me provocan volverles a entrevistar apenas comparto su universo creativo.

He admirado su generosidad al compartir actividades, espacios, mecenas.

A través de sus ojos he visto mucha selva no solo porque me invitó a acompañarle a su exposición cuando Brasilia conmemoraba su 50º aniversario de fundada, sino porque  hay lienzos suyos donde saltan panteras de la noche, para encontrarme y abrazarme en este desvivir.

He conocido por  él a muchos más artistas, Ramón Belisario, José Coronel,  Anna Fioravanti, Luz Marina Rojas, Arturo Contreras y Efraín Nicolayev, entre muchos otros, que se fueron multiplicando, a su vez, en muchos más hombres y mujeres, nacidos para expresar la vida que nace desde ese segundo cerebro: las entrañas.

Galeristas, que en un pasado ejercieron peso,  como Saturno Rojas de Espacio Chroma. Críticos como Gabino José Matos.

Conocí también un mecenas como pocos. Ahora lo puedo decir: Attila Fortner. Un hombre que apoyó a artistas como ninguno. A Zerep. A Rolando. A Belisario. A Coronel. Y a otros que tampoco alcanzaré a mencionar, porque no era de los que alardeaba y mucho menos exhibía su apoyo y sensibilidad por el arte.

Lo regalaba.

Pensando en los demás.

Más allá de sí mismo.

Quero tiene más de cuarenta años en el arte. Vive en Venezuela.

Osadía y valentía total.

Como muchos, no lo olvidemos.

Cada año por lo menos, desde hace diez, presenta una exposición, en los espacios, que sabemos, pertenecen a ese gobierno del que muchos hemos huido.

Es ahora cuando, en este punto y aparte, coloco, arriba del anterior párrafo (de esta entrevista), mis manos unidas, inclinando levemente mi cabeza. Pido, emociono y brindo porque la cuadratura del universo, bendiga la transformación.




MPS: El juego del abstracto ¿infinito? Esa vitalidad que deja el juego del color, sus dominios… ¿deja un vacío coherente en el ser o una rasgadura en el alma? O, por el contrario, es continua retroalimentación para  proseguir...

RQ: Creo que dejan ese vacío en las personas que se enfrentan a mi  obra. Ya que la abstracción se presta a la interpretación de cada quien; es algo que observo a menudo en las muestras que realizo. En especial disfruto mucho con los niños. Son impresionantes sus preguntas y respuestas; sobre lo que ellos sienten al verlas.

Para mí si es esa rasgadura. Al crear siento un sin fin de energías encontradas que salen de las entrañas, como tú dices, del alma. Es algo inexplicable donde mente y manos se hacen cómplices para plasmar en el soporte utilizado bien sea tridimensional o bidimensional un resultado que  llega a lo más hondo de mi ser.

Indudablemente, es esa retroalimentación que experimentamos los creadores para seguir ese sendero, a lo largo de su ir y devenir. Vamos adquiriendo experiencias que nos van alimentando nuestra alma para continuar este camino lleno de colores y magia.

MPS: ¿Cómo has logrado exponer a lo largo de los últimos siete años a nivel nacional?

RQ: Trabajando sin descanso; sin ver a los lados, sin temores, ni fronteras. Siempre he dicho “querer es poder” y ya vez los resultados.

Tal  como me encuentro hoy en día, desde hace tres años con una  laminectomia lumbar, casi sin poder caminar, con la medula espinal presionada por tres hernias discales, con dolores a diario, mis piernas adormecidas y aun así continúo exponiendo y creando.

Tal vez sea debido a la formación que tuve en Europa. No me refiero a la parte de estudios sino las vivencias en aquellos países que me dieron una gran fortaleza y mucha valentía para afrontar los contratiempos de la vida. En estos momentos no está fácil la situación, pero no se hacer otra cosa que  arte; con el cual me case desde hace más de cuarenta años. Se dice fácil pero es un buen recorrido en nuestro mundo del color y la creación.

Agradezco aquellas enseñanzas y consejos a mis profesores que tuve en Francia y España. Tengo un recuerdo muy fresco todavía en mi mente, ya que comencé un poco tarde mis estudios de arte allí en Europa, cuando tenía 28 años: una materia que se llamaba técnica de los materiales en la Facultad de artes plásticas en Bordeaux, orienté y pongo  en práctica a mi retorno en Venezuela, porque estamos en un momento de reinventarse, cosa que inicié  hace varios años atrás, al no encontrar los mismos materiales a lo que estaba acostumbrado en el viejo continente. Por ello no me ha sido difícil trabajar. 

MPS: Pero antes de irte habías comenzado en Venezuela estudios de arte…

RQ: Claro, ya tenía mis pocos estudios aquí…  Cómo olvidar mi primera individual en Valle de la Pascua, a los 21 Años.

MPS: Sostenerte en una Venezuela rota ha sido posible para ti... ¿cómo lo has logrado?

RQ: Siempre me han gustado los retos, cosa que he practicado desde los 16 años cuando me fui a estudiar al estado Trujillo. A esa edad y en aquellos años 70’  estaba adelantado a los tiempos con mi sentido de independencia. No ha sido fácil, pero  estoy contento de haber logrado un sitial con mi trabajo. El secreto es trabajar, como te dije anteriormente sin miedo ni temores, apostando siempre al triunfo y al éxito que todos anhelamos. A mi parecer “no hay muros que no puedas traspasar”.

Hay algo que los artistas tenemos que tener: “patrocinantes”. No son difíciles de conseguir: a cambio de una, dos o tres obras consigues tu objetivo, que es precisamente mover tu trabajo. Funciona. Y es una excelente forma de educar a esos aliados en el mundo de las artes plásticas. Así he trabajado y continúo haciéndolo con la misma intuición, con grandes satisfacciones.




MPS: El paisaje de Villa de Cura... ¿ha curado parte de tu ser?

RQ: Bastante, ha sido un reencuentro con mi país, mis raíces; esos olores; ruidos, del cantar de los pájaros. Son sonidos de mi infancia,  amo mucho estas dos palabras que llevó el nombre de una exposición “Energías Encontradas”, título que me inspiró mi casa, taller galería aquí en Villa de Cura. He tenido varias experiencias.

Diría que han sido extra sensoriales. Nací y crecí en esta vieja casona de casi doscientos años. Es como si me hubiese hecho un llamado acompañarla a continuar erguida como ese Samán árbol centenario que la vio nacer. A su vera, lo que es ahora la placita de las Monjas. Si creo que me ha sanado, ahora me siento tranquilo, con mucha paz interior.

MPS: ¿Cómo te sientes ahora después de más de cuarenta años como artista?

RQ: Me siento satisfecho con mi trabajo hasta ahora. El tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos, como quien dice, he trabajado mucho en Barcelona (España). Me levantaba a las cinco de la mañana o a veces amanecía pintando cerámica para la empresa Jullar, durante cinco años, lo cual alternaba con la escuela Massana, en mis estudios de escultura, para luego entrar como diseñador de arte decorativo en empresas como Diseño Seldis, Creaciones Álvarez, entre otras. Y te puedo asegurar, con muchos éxitos en ventas retos, que me dieron una inmensa satisfacción tanto artística como personalmente.

MPS: ¿Qué dejaste en el camino tras los sueños poco reales que se tienen cuando no existe la experiencia en el mundo del arte?

RQ: Es una pregunta que me hace recordar los conceptos que tenían mis padres que en algún momento me decían: “La pintura no tiene futuro,  Rolando” y veinte días aproximadamente antes de irse mi madre, me dijo por teléfono “hijo, pase lo que pase, continua tus estudios de arte, no te regreses a Venezuela”.

Era el año 1988. Yo me había ido  a Francia en 1982. Te digo algo, no tengo nada de qué arrepentirme en ese lapso  de tiempo, que sería hasta la edad de 27 años, llevé una vida muy intensa entre mis estudios de derecho en Mérida que nunca terminé, un cúmulo de experiencias hermosas vividas de las cuales podría escribir un libro. 

Cuando pasas a este mundo del arte, cuando logras entender y penetrar  en el estudio del color, el dibujo, la escultura y las diferentes corrientes que han existido y existen, a mi parecer, tu vida da un vuelco increíble. Hoy en día esos sueños se hicieron realidad.

MPS: Has tenido que sacrificar cosas, ¿cuáles?,  ¿dejaste algo por hacer?

RQ: Sacrificar no creo; tal vez, no haberme casado, pero tuve una muy buena recompensa que fue mis estudios. “Hijos”, tengo muchísimos, regados por todo el mundo. Mis obras. Imagínate cuantas piezas solamente de las artes decorativas están, una que otra, en algún hogar del mundo. Si deje algo por hacer no lo sé.  Soy muy del presente, el pasado pasó. Me importa lo que puedo hacer mañana.

MPS: Entre España y Venezuela está claro que escogiste la segunda, tu terruño, tu raíz... ¿por qué?

RQ: Después de veinte años fuera de Venezuela, es mentira que vas a olvidar tus raíces. Amo infinitamente a Catalunya, me siento muy catalán. De ellos aprendí lo que soy hoy en día. De hecho, mi conducta es muy catalana. En el año 1998 vine por unos días a Venezuela, de paseo una semana santa, y me gustó como estaba el país con buenas expectativas. Ese mismo año volví la primera semana de diciembre y decidí mi retorno. Recuerdo las palabras de mi gran amigo chileno Luis quien me dijo Rolando te ira muy bien en Venezuela. 





Mi decisión la tome en busca de nuevos retos, ya en Europa a mi parecer había logrado llegar a la meta adquiriendo mi nacionalidad Española en el año 95, mis viajes a Túnez, Marruecos y otros con mi nuevo estado Europeo me animaron a reencontrarme con mis raíces. 

Así que armé mi viaje lo que llame en una exposición “El Reencuentro” en el museo de arte Salvador Valero” en Trujillo la cual se la dedique a mi querida ciudad y amigos, Y aquí estoy desarrollando mi trabajo en esta vieja casona bajo la sombra de este Samán contemplando mis círculos mis lunas que aparecen y desaparecen en el infinito.

MPS: ¿Qué recuerdas de tu padre, de tu madre, ahora?

RQ: De mi padre sus divertidísimas bromas junto a mis tíos y amigos. Era un personaje sin duda, alguno espectacular un ser maravilloso, siempre con aquellas bromas como un niño. Mi mama le decía no pareces un viejo, Carlos. Muy bellos y gratísimos recuerdos uno de ellos fue… tendría yo 16 años con mi caballete pintando  él se sentaba en la ventana que da al famoso samán de la placita y me decía los artistas mueren de los pulmones tanto oler esas pinturas. 

Me daba risa.

Mi papa se casó con mi madre cuando ella tenía 16 años. Él 32, fueron muy felices, mi madre, una ama de casa dedicada a los nueve hijos que tuvo y mi padre con su alpargatería con la que sustentaba esta gran familia.

Mi madre, al ser más joven que mi padre, agarró las riendas de familia convirtiéndose en una matriarca, los últimos 25 años de su vida. Jamás olvidaré esta frase de ambos: “No les dejaremos dinero pero estudios y un techo ténganlo por seguro” y así fue…  

MPS: Tus experiencias... dónde quedan...después de pintar…

RQ: Entro como en un letargo de varios días, pensando nuevas metas, algo que no puedo evitar; no te miento. Con mucho positivismo, digo esto ya que después que término una o varias obras y me siento 100 % satisfecho de mi obra, me gusta celebrar un poco este nuevo logro en mi trabajo.

Y unos días después continúan mis sueños, sueños que van tejiendo nuevas formas en mis extractos del paisaje como los define el escritor José Napoleón Oropeza.  Quizás sean amaneceres o tal vez un bello atardecer en mi paleta, naranjas o amarillos filosos como los define el crítico de arte, Gabino Matos Añez. 

Así pues son los sueños de Rolando Quero en este maravilloso y mágico mundo de las artes plásticas.

En su Casa-Galería-Taller RQ, en Villa de Cura, patriótica, con un gran terreno donado para obras benéficas, está también este hombre, amparado por la las luces que se desprenden del universo.

Existen juegos en el tiempo. En las aguas, en los elementos.

En los besos de los amantes.

En el color y las guacamayas que se deslizan en las manchas indivisibles del viento.

Cualquiera cosa que pase, volveremos a reencontrarnos.

El samán de Villa de Cura, testigo.







domingo, 7 de julio de 2019

La orgonita



Firu dibujado por Al Segar


Mi papá se acaba de comprar una orgonita y con ella cree que puede dominar espacio y cielo. Lo hizo después del ensayo de hacerlas él mismo.

Yo intento acompañar a mi padre en sus proyectos: poco a poco fue comprando los materiales. Guantes, mascara, resina, disolvente, piedras de cuarzo. Organizó con serenidad su obra. Puso música especial. Bailó las virutas metálicas.

Mi madre, hermana y yo sin asombro: él es así.

Pasaron semanas mientras completaba todo.  Cuando, por fin, pasó a la última fase me llamó para que lo ayudase. Removí y rellené. El olor era tan penetrante que mi mamá y hermana salieron del piso porque no  soportaron la pestilencia.

Sobró material. Sólo había cuatro hormas y mi padre se agobió bastante por el desperdicio que había causado.

Cuando las desmoldamos, pasada una semana, salieron cuatro torres que habían seguido recibiendo el mimo de las vibraciones de una música que normalmente no escuchamos. 

Hubo satisfacción y tranquilidad.

Se colocó una en la sala donde está el wifi, las otras tres en cada una de las habitaciones.

Mes y medio después solo reina una, la comprada, reluciente, al lado del televisor y, las otras  cuatro, están en el trastero. Mi madre acusó a nuestras orgonitas de no poder dormir.

Mi padre desechó las nuestras porque siguió investigando para poder rebatir el insomnio de mi madre. Fue entonces cuando escuchó en uno de esos tantos tutoriales de YouTube a un tío decir por qué no se debía usar aluminio en su confección. Le creyó y persuadió de tal manera que le encargó esa única joya que ahora está cumpliendo su efecto. O eso creemos.

Por mi parte, lo único que puedo deciros es que sueño despierto. No sé si es algo nuevo. Me gusta sentirme un hombre con poderes. Pulmones anchos para absorber los males que por el aire hay en el mundo. También más veloz para llegar antes que los accidentes. Me disipo en nubes sin volar, queriendo alcanzar cosas que después se me olvidan.

Poderoso. Genuino. Especial. Fuerte. Amado. Querido por todos.

Corro. Vuelo. Salvo. Nunca Pierdo. Siempre gano.

Y me duermo…

Lo cierto es que ahora mi  papa ve menos televisión y estoy jugando menos con el móvil. Compartimos más, por lo menos él y yo. Vemos la noche que nos permite el estrecho balcón y el otro día me dijo que por fin empezábamos a estar menos muertos.

Me lo murmuró mientras miraba de reojo a mi madre, iluminada como estaba, mirando hipnotizada la pantalla, y a mi hermana moviendo la cabeza, producto de esos sonidos que escucha, con los cascos puestos; mientras hacía deberes, mordía una manzana y medio observaba un vídeo en la tablet.

Sin embargo, sigo extrañando a mi gato Firu. Antes dormía conmigo, aunque no tardé en descubrir que ahora lo hace junto a las orgonitas, en el trastero.






Dibujo realizado por Al Segar