domingo, 29 de abril de 2012

Conceptos de una pasión (y II)



La tercera muestra Paisaje, pasión y sagrado del Colectivo Artemusa que aún puede admirarse en el Parque Negra Hipólita comienza por el final dentro del recorrido natural que siempre toman las personas. La resurrección es la primera estación con que se encuentran generalmente los visitantes. De esta manera se entiende con mayor alegría este hecho de trascendencia espiritual para los católicos y su fe.

En la presente columna colocamos el resto de las estaciones para complementar el artículo de la semana pasada y en propia voz y expresión de los artistas se conozcan sus conceptos.

X.- JESUS ES CRUCIFICADO, Gustavo Zajac. “El Grito”
Utilizando una fotografía y tratando de unir la concepción de la Iglesia de representar el dolor que significó para Jesús el acto de la crucifixión que he tomado la imagen gráfica de lo que es para mí la representación del “dolor” y al mismo tiempo tomar una fotografía que es el elemento plástico por excelencia para la transmisión de un acontecimiento en nuestros días.

XI.- JESUS PROMETE SU REINO AL BUEN LADRÓN, María Esther Barbieri. “Los buenos siempre ganan”
A través de imágenes digitalizadas  es una colina con tres cruces donde la cruz central se apoya, soporta o se une a la cruz de su derecha mientras se aleja de la izquierda sobre una alfombra  que remite al tejido de nuestros indígenas que suelen representar rayos, nubes, soles, estrellas, cruces, cielos, ríos, lagos, montañas, plantas, animales, personas, ideas conectadas con la vida o con la muerte, particularmente relacionados con los héroes culturales y personajes de los relatos míticos.

XII.- JESUS EN CRUZ, LA MADRE Y EL DISCÍPULO, Maritza Góngora. “Juan somos todos”
En mi interpretación, el discípulo, Juan es un marco donde podemos poner nuestros Rostros. He utilizado Rostros de mi Vida, Rostros conocidos y desconocidos. La imagen no tiene límite, es continua ya que no hay límite de rostros, ni de colores: SOMOS TODOS, TODOS ESTAMOS ALLI…... TODOS SOMOS JUAN.

XIII.- JESUS MUERE EN LA CRUZ, Luisa Dunia. “Pietá”
Tomo dos elementos ya preexistentes:  la Piedad de Miguelángel, obra escultórica  de mármol, icono emblemático del renacimiento, que combino con uno de mis trabajos en vidrio, realizo así una postproducción, al componer un elemento renacentista, con un elemento artístico actual y los uno para dar forma a mi personal interpretación de  una de las estaciones de la Vía Sacra, realizando así a una tercera imagen actual, creada con dos elementos que tuvieron origen en tiempos distintos, para situaciones disimiles y  bajo condiciones distintas.

XIV.- JESUS ES SEPULTADO. Manuela Moreira. “Sepulcro”
“Ni la piedra del sepulcro pudo opacar su luz” Toda cosa o ser existente viene a cumplir su misión que es el deseo de Dios, que brillará donde tenga que brillar, como Jesús lo hizo…..así es y será por siempre.

 XV.- JESUS RESUCITA. Eddy Chacón. “Al Tercer día”. (Artista invitada)
La imagen digital intervenida es una representación de la vida en el hombre. Un corazón es,  tanto que órgano vital,  la  fracción que alberga el principio de la vida, el vigor y la fuerza.  Esta pieza ofrece una metáfora que representa la fuerza creadora, la fuerza divina que es capaz de accionar de nuevo a Jesús y llevarlo a la vida definitiva, esperanza por demás de todos los cristianos.

Las obras realizadas en las distintas especialidades artísticas, fueron posteriormente digitalizadas para poder presentarse a cielo abierto y como bien lo refleja su titulo, Paisaje, pasión y sagrado, amparó  la temática de los tres elementos como propuesta estética. La obra interpretada con entusiasmo por el artista,  hizo de lo sagrado parte del paisaje, un reposo que se presenta al caminante en el parque, y le propone en el tiempo un encuentro místico y moderno, a la vez.

El Viacrucis es una devoción centrada en los Misterios Dolorosos de Cristo, que se meditan y descubren caminando y deteniéndose en cada una de las estaciones que representan los episodios más trascendentales de la pasión.
Es el tercer año consecutivo  y se puede decir que los artistas se superaron a sí mismos. Cada año es un reto que enfrentan con la mayor decisión y el mejor de los ánimos.

No pasaron desapercibidas las visiones de los artistas porque a lo largo de esta muestra se observaron personas detenidas frente a los pendones, observando e interpretando las obras allí presentadas. Una suerte de comunicación necesaria entre el arte y el mundo.

Si bien el artista hizo la obra esta se independiza de él y mientras es observada; se comunica y revive en la energía del otro (NOTITARDE, 29/04/2012, LECTURA TANGENTE).- 

domingo, 15 de abril de 2012

Alicia Belden: detalles de ilusión



La artista plástica Alicia Belden presentó en la sala de exposiciones del restaurante Casiquiare “Personajes”, un conjunto de obras elaboradas con diversas técnicas que la definen como una laboriosa grabadista que para expresar el mundo mágico que significa, cobijado en la niñez y una adultez risueña, salta a la vida con colores cálidos, capaces de despertar al ser más dormido, perdido en ese cambio tan rápido que inescrutablemente llega, de la inocencia a la experiencia.

Son los personajes de Alicia, cuyo nombre remite al cuento del matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, más conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll, autor de Alice's Adventures in Wonderland, encuentros también con la fantasía, dotada por ella con una singular voz, pues conserva las líneas puras del dibujo que simple y natural, ve en los puntos, ojos; en un semicírculo, una sonrisa; en un cono, un sombrero; en un sol, una maravillosa cabellera, y en una flor, unos labios.

Niños, familias, gatos, toros, señoras vestidas, al señor Noé con su arca, carros, caminos, veredas, pelotas, trenes, barcos, helicópteros, banderas, pueblos, estrellas, planetas y ciudades son hilos de una creación infinita que ella apenas concentra en la rigidez de un formato porque no le queda otro remedio. Si a ella le dieran un lienzo de tamaño monumental, al terminarlo, requeriría de otro para  continuar dibujando la ilusión que es a fin de cuentas lo que hace con cada detalle descubierto en sus obras.

La ilusión, esa presencia luminosa y tan femenina, no es sencilla siquiera de describir pero esta artista lo logra en el papel de sus grabados y en los cuadros de mayor dimensión que permanecerán hasta finales de este mes en esta sala. En todo su planteamiento hay atajos para recordar las sutiles e imborrables promesas de los juguetes, de los cuentos y de las sonrisas.

Conocedora de diferentes técnicas, con una paciencia que parece disfrutar haciendo que el espectador de su obra también la viva, coloca diferentes lecturas a los grabados: los hay rellenos de la luz especial del acuarela, de pigmentos sobrios, texturas logradas con diferentes tintas, telas; espacios que no pierden la oportunidad para decirnos lo inmensamente rico que es todo material, usado con creatividad y soltura.

Para el maestro Wladimir Zabaleta el trabajo de Alicia Belden es la línea asumida “como un recurso de la escritura aprendida y habla ahora dese el ángulo  plástico, olvidando el origen y asumiendo el rol de lenguaje plástico en su sentido más puro”.

Una de sus profesoras de grabado, Eva Rodríguez Taño, sobre la exposición “Mi mundo mágico”, realizada en agosto de 2010 en el Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia escribió: “… Alicia se convierte en una niña, en el momento que se sumerge en el hecho creativo, disfrutando el momento, y a la vez es consciente de su propia realidad.

La lectura de su obra se hace agradable al ojo, recorriendo cada plano expuesto, llegando a pensar que somos de alguna manera esos personajes, que nos llevan a una infancia ya lejana.

El proceso técnico utilizado por esta artista de lo cotidiano, y lo narrativo, es claro y preciso, hay un dominio de la forma, el color y la línea, haciendo que su obra sea fresca y transparente al espectador que la contempla. Ese es el mundo de Alicia, un país de las maravillas”.

Belden nació en Monterrey, México, pero vive en Venezuela desde 1998. Fue a raíz de una visita que realizó a nuestro país en 1987 que se fueron forjando las bases de su nueva residencia. De esa época hay un grabado suyo en la exposición “Personajes”.

Se graduó de arquitecto en la Universidad de Monterrey y en 1993 retomó los estudios de arte que ya había comenzado en Estados Unidos. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas entre ambos países. En 2001 recibió el premio AVAP Carabobo. En 2009 le otorgaron el Premio de Grabado Luis Chacón en el Salón Nacional Guacara. Fue seleccionada en la Bienal 64 Salón Arturo Michelena de 2010 y también ese año aceptaron su propuesta en el 35 Salón Aragua y en la Bienal Lo uno y lo diverso. El año pasado, el 36 Salón Nacional de Aragua le concedió el Premio Iartes.

Es miembro del Colectivo Artemusa y desde hace ya tres años participa en las exposiciones que realizan en el Parque Negra Hipólita “Paisaje, pasión y sagrado”, de las estaciones que recorrió Jesús antes de morir crucificado. Justo la de este año aún puede apreciarse, en las caminerías centrales.

Al darle la bienvenida a todos los invitados de la muestra patrocinada por el Colectivo Proarte y Casiquiare, Alicia Belden dijo: “Hace unos anos, Felipe Ehrenberg dio un curso en el desaparecido Cemac  llamado El arte de vivir del arte y nos hizo escribir una declaración. Yo comencé la mía diciendo que soy mama y esposa  y en el tiempo que me queda libre, artista plástico… Pues resulta que ahora que mis hijos crecieron lo que más tengo es tiempo libre y, ahora, en vez de jugar a ser mama, juego a ser artista plástico” (Notitarde, 15/04/2012, LECTURA TANGENTE).- 






domingo, 8 de abril de 2012

Todas las formas


El sol estaba pintado en la pared. Redondo con palitos cortos y largos, alrededor. Claramente infantil, en tiza blanca, sin color, no había sido dibujado por ningún niño, eran trazos adultos, algunos con mayor determinación que otros. La redondez no era exacta. Faltó el compás que ejecuta perfecto el círculo.

Pero Alina no dudó en meterse a través de él en un viaje que no sabía de tiempo y que era mucho más exigente porque además debía recrear el color. No lo pensó, lo hizo por la sola necesidad de colgarse en el infinito, en la búsqueda deseada, sin otro objetivo que ir viviendo, solo que de modo distinto.

Al principio vivió el gris, poco contraste, una espesura; una neblina que le iba a cada paso nublando los ojos. Ella siguió intacta, sin desvariar por un segundo. Supo entonces que la locura existía, que ese grado de indefinición conduce a muchas locuras, a mucha soledad; dolor; decadencia.

Lo fue traspasando lentamente, sin saber de horas, espacio o tiempo. Tuvo un breve dolor debajo del vientre y le llegó el color rojo, intenso; fulminante. Le fue subiendo desde el primer punto energético hasta la garganta. Mareada, feliz, con los ojos inyectados, iba hacia el anaranjado, desposando al calor.

Esa efervescencia también la nubló sin humo. Fue un barrido rápido hacia otra luz que comenzaba de arriba, no como el rojo, que se abrió desde abajo. Comprendió que había una especie de gravedad a su lado, producto del delicado viaje que se había trazado. Reconocía su conciencia, lo lejos o cerca que estaba, sin reconocer dónde.

Del naranja salían olas suaves, ondeantes; muy luminosas. Tenían una fragancia seca, tenue; cambiante como el círculo en el que estaba. Salpicaba y ardía el color. Puntos de agujas que se expresaban sin exactitud.

Un mezcla interesante se fue formando, del naranja creció un rosa muy oscuro que se conjugó con el tono de la miel acida para luego derramarse en magenta. Alina comenzó a sentir un hormigueo en la piel, una especie de éxtasis transpirando por los poros y aunque aún estaba dominada por sus pensamientos urgía adentrarse aún más en esa nueva dimensión.

Largo en vez de corto fue ese tiempo que anduvo serenando los colores en su mente. Sabía que era imposible describir la espontaneidad viva, el magnífico encuentro de las luminosidades internas.

Poco a poco se fue regresando, la incursión era la adecuada. Cuando estuvo preparada vio de nuevo el sol pintado en la pared, ingenuo y descolorido.

Era en la tarde del pasado mes de marzo, mes que se repite, como los otros, todos los años, solo que este tercero tiene del llano su aroma y de la luna su lado desconocido.

Llano de luz, llano de encuentros. La tierra, sus voces, sus ríos, sus cercas. El resplandor que se hace polvo y el polvo que se hace resequedad y silencio.

Luna que  busca haciéndose espejo. Guía las aguas, las orillas y las mujeres que viven en el fondo. Por eso ellas se esconden internamente en los pliegues del plancton y seducen todas las representaciones posibles de la luz.

Vuelta a la pared, Alina tenía que cocinar, recoger la ropa, ir al automercado, pagar la electricidad; buscar a sus dos hijos; y tratar de empatar los las telas multiformes con que estaba cociendo una antigua colcha como le ensayó su bisabuela Martica, que ya sin ver, no paraba de hacer esas maravillosas cobijas que olían a arte y seducción hogareña.

Pero nunca le quedaba tiempo para lo último. Se dormía, cansada. Arropada en el sofá por su esposo, Luis Carlos, quien sabía que ella era a la cama, ya de madrugada, para ir de lleno al fuego de la piel.

Cuando quedaba en las mañanas a solas, Alina, intentaba regresar al sol de la pared. No siempre lo conseguía y como ya sabía el camino trazado no se confiaba de la experiencia.

Así era que había ido entendiendo muchas cosas, con ese simple dibujo, inarmónico y pintado tiempo atrás como recordatorio de que somos hijos de ese astro y en vez de avivarlo lo vamos despintando a cada paso por la vida.

La lavadora empezó a hacer sus ruidos, sus movimientos circulares. Bebió de un vaso el agua que la regresó a su embriaguez de sol y de luna.

El magenta es un color difícil de olvidar porque su trasmutación viaja del cielo a la tierra y no viceversa, aunque nazca aquí abajo muchas veces. Aunque antiguamente lo relacionaron con la sangre derramada vieja, Alina sabía que nada tenía que ver esa comparación, que la suya era la autentica, la necesaria; la correcta. Era el pequeño secreto que ella guardaba para sí aunque sabía que a kilómetros de distancia ello también se había producido (Notitarde, 08/04/2012, LECTURA TANGENTE).- 


domingo, 1 de abril de 2012

Cuento para Rafael Pineda: dulce poder

(Con motivo de cumplir treinta y dos años como cuenta cuentos,  hacedor infatigable, fundador del Grupo Cultural y Conservacionista Tabare y del Festival de Papagayos La Guacamaya, que justo celebra hoy 1 de abril de 2012, su 30 aniversario, volando)

Señor Tin Marín, ¡que bueno es verlo! Soy el mocito viviente del cielo, ese, que usted y todos los niños, y todos los seres construyen en el aire cuando sueñan, dibujan, escriben, cantan, rezan y cuelgan papagayos de colores para intentar rozar el azul, todavía indescifrable en sus vidas.

Celebro su tierna edad en este planeta humano. Nada más genuino para volar que un corazón libre de las tóxicas emociones que perturban, que viajan como espíritus dentro del cuerpo y el alma humana, ofrecen tentaciones y buscan quedarse allí, en ese musculo que irradia toda su energía hacia el sol o se hunde en un vacío pegajoso como chicle.

Todos los que vuelan papagayos me llenan de deseos y créame si le digo que son buenos,  que a lo largo de los más de 4 mil millones de longevos años que tiene el planeta tierra han llegado a mí las más hermosas peticiones que ya están cumplidas en mi cielo.

Nadie se pone a volar una cometa para pedir cosas malas, todos me ofrecen lo mejor de sí. Nada más basta verlos planeando la jornada, los hilos, las colas, el papel, la caña, la pega, el tiempo, los roncadores; las combinaciones de colores, las correderas y las excitaciones alrededor de este oficio antiguo y dichoso, para saber que siempre en la vida sobran oportunidades y amor.

De lo único que pueden acusarme es de haberme llevado papagayos porque soy travieso, glotón y burlón. Los que desaparecen en el cielo, son míos. Los que caen, tienen que levantarse. Los que se desbaratan, romperse o reconstruirse.  No aguanto la tentación de atraer para mí esos sueños, esas ideas, esos momentos que llenan de gozo a las aguas que están contenidas en el espacio y que requieren la vibración de la alegría; del sonar del aire; de la fuerza del sol; para ser y estar.

Siempre estoy a su lado, Tin Marín, porque siempre coloca mi cielo en todas partes y él está cargado de las aspiraciones conectadas con los universos. Los niños te sonríen, te aplauden cuando terminas el cuento, porque les has dejado una ilusión en forma de palabra, de aprendizaje, de movimiento; de risas. Lecciones que se olvidarán momentáneamente para recordarse para siempre.

Así como atrapo esa devoción por la vida en el cerro La Guacamaya como en otros de los millones de lugares del planeta, que desde China hasta la baja Antártida colocan las mujeres, los niños y los hombres para mí, también devuelvo los dulces caramelos con que todos los días lleno mis alforjas de rotunda satisfacción.

Por eso ves a la gente sonreír y mirar con verdadero interés y con oídos capaces de escuchar las más sinceras respuestas. Por eso observas gente alerta para hacer, para luchar. Por eso siempre me sientes a tu lado: lo estoy, visible e invisible a la vez. Nunca fatigado. Siempre despierto y viajando por las alteraciones del alma.

Nadie va despacito, todos van apuraditos. Todos quieren ser el primero. Todos quieren llegar a mi cielo en forma de papalotes. Nada como la sensación de la vez primera, del primer sabor; del primer pensamiento al ver el azul; de la cohabitación de la luz en nuestros ojos, antes cerrados.

Planeta radiante, turbulento; fervoroso. Se recogen en el cielo las cometas y puedo leer la enorme sed que tiene este mundo cargado de agua.

Todo volverá a su origen de allí la necesidad de trascenderlo.

“De tin marín de do pingüe, cucara macara títere fue”, siguen diciendo los cuentos, los niños, las gallinas y las tizas. Las maestras siguen dando, los colores combinándose; comienzo perpetuo.

Desde mi rendija veo el ancho del amor. La ilusión es un viaje, es la partida hacia el puerto del deseo que termina consolidándose con la perseverancia. Alguien por allí puso el límite en el cielo pero le aseguro que va mucho más allá, aunque sea inentendible. Un arcoíris es un tesoro en si mismo, no hay que buscar su principio ni su final. Así también son todos los niños, descontaminados y felices.

¿Quiere que le revele un secreto? Siempre bailo al son de un tambor. Suave y rápido como el corazón. Así consigo que todo marche, que todo tenga el mágico efecto de la cercanía, de sabernos amados; apreciados y queridos. Mi corazón suena por ti y con ello le hablo a mama, a papa, a todos mis ancestros; a todos los que me acompañan en la vida.

Me siento orgulloso del hombre que vive sereno porque no le ha deseado mal a nadie. Me siento orgulloso de saber corazones como el suyo que se entregan con nobleza sin otra pretensión de saber que llegó el mensaje del hombre bueno, por lo tanto sabio; por lo tanto dueño del más dulce poder.