domingo, 30 de mayo de 2010

Lo que escogemos

Desde hace tiempo estaba por decírtelo, ahora, las oportunidades me lo permiten y lo voy a hacer, porque además espero lo sientas un poco mas suavecito. Ha pasado el tiempo, ese gran calmo y paciente espíritu al que poco comprendemos.

Comienzo por decirte lo que ambas sabemos: tenemos lo que escogemos. Tu y yo en eso no hemos tenido suerte y mas que el azar yo lo pondría en manos de las lecciones que no supimos aprender por confundidas, una veces; por tercas, otras; por repetidoras de errores ajenos.

Ahí estás tú con un par de divorcios, yo con varias separaciones y nada que mejora la enfermedad. Tú tienes a la repetición de Fernando y yo tengo la fotocopia de Eduardo José. Si nos propusiéramos intercambiarlos tampoco ganaríamos nada bueno, de eso estoy segura y aunque esta ultima idea se me ocurrió a mi, no a ti, pues nada, tómala ligerita, no más; la he pensado sólo en los momentos de ocio absoluto, porque buena no es.

Tu Fernando era un hombre bueno cuando todo comenzó. Como todo. Aquí no hubo diferencia. Como los malos conductores al volante de un carro se le salió una personalidad que le desconocíamos. Así ocurrió con Andrés y ahora te está pasando con Miguelón.

Otro tanto me ocurrió con Eduardo José y Luis Alfonso y ahora con el innombrable ese que tu tanto conoces bien, mejor que yo, porque era conocido tuyo antes que mío y aunque no te quiero reclamar que me lo hayas presentado, porque esas cosas son impredecibles en la vida, quiero decirte, hermana, que me he sentido, muchas veces, como una avestruz loca, corriendo por un solar, sin sentido de orientación.

¿Será casual esa cifra de fracasos entre tú y yo? No lo creo. Dicen que la matemática revela cosas mas allá de lo que las palabras mismas puedan descifrar y aunque no soy experta en nada, tengo mucha vivencia, para que pretenda, como creo que tu estas ahora, ignorar las señales del destino… si es que lo son…

La verdad es que estoy harta de que vivas con ese sobresalto diario. Y cuando me puse a pensar en ello, antes de escribirte este correo, me di cuenta que también estoy “saturada” de lo mismo. Nuestras vidas son el sustico diario que creo le dejó papá a mamá antes de morirse. Chama, uno no puede vivir pensando que si dejas de hacer algo el hombre te va a dejar y lo peor es que ellos no hacen casi nada.

A nosotras, como mujeres venezolanas, nos enseñaron a hacer de todo para salir de todas las circunstancias. En eso hemos sido muy buenas. Debemos felicitarnos como si estuviéramos en un poco programa de alcohólicos anónimos.

Yo te felicito, Inés María. Yo me felicito a mi misma. ¡Somos grandes! Trabajamos, criamos a los hijos, mantenemos la casa; le pagamos los remedios a mamá; cocinamos en las noches, atendemos a nuestros maridos… y aquí me detengo. No sé si tú, esto ya lo hemos conversado, pero dejo el patín y la bicicleta; prefiero caminar y llegar medio derecha cuando esté viejita. Quiero por lo menos servir para algo. ¡No aguanto más! Tu hermana Isabel se divorcia por tercera vez… No quiero tener lo que escogí por más tiempo, para no ponerme melodramática, como me has acusado tantas veces.

No quiero más un hombre en mi casa por el que dirán. O por todos aquellos resabiados consejos de que mejor con macho malo que sola; hombre conocido que por conocer, hay que aguantar porque la vida en pareja es dura… que la felicidad no viene en bandeja de plata….

Sigo mi rumbo… no me dan miedo las criticas… “casadita” con ellas no estoy.

Tampoco aspiro que tú me imites. Para nada. Tus circunstancias son las tuyas. A las mías las detengo justo en un punto donde, sí, es verdad, tengo miedo, a lo que está por venir, pero mucho más a lo que he dejado de vivir, anclada en las necesidades siempre del que te conté, nunca en las mías…

Cero sacrificio, se acabó. Quizás debo aprender sola lo que hasta ahora no logré reunida.

¡Porque a eso si le debemos dar las gracias: todo lo podemos, porque para eso si fuimos muy bien entrenadas, desde la infancia! (Notitarde, 26/05/2010,  Lectura Tangente).-

lunes, 17 de mayo de 2010

Semifusa

Tomó varios vasos de agua antes de llegar a la esquina. Allí estaban los que se hacían con el paisaje de siempre. Un perro viejo, con ojos de bondad, al que todos apartaban por el mal olor; el vecino con la mano en la cintura sosteniendo la botella y la señora Tilde, pendiente de todas los asuntos de la urbanización, deseosa de ayudar y mucho más de entrometerse.

No le quedaba otro remedio que pasar delante de ellos. Estaba cansado para dar el vueltón que a veces se imponía para no tener que arrastrar la misma rutina del día.

Le hubiese gustado encontrarse con Timoteo o con la vieja Engracia, por lo menos hubiese sido diferente la noche, con otras conversaciones, con otras historias, aunque siempre fueran evacuadas por la misma calle, hacia abajo, cual río, sólo que sin la delicia del agua que tanto ilumina, con apenas sentirla.

Saludó con naturalidad y alegría, buscando en sus pensamientos los rincones de tanta inexpresividad en la gente que ahora veía.

“Tulio, Tulio”, escuchó que lo llamaban apenas se había detenido allí. Vio a su amiga Gladys que lo invitaba desde el porche de su casa a conversar. Se sintió alegre y conmovido. Sería un anochecer diferente antes de llegar a su casa, cansado de la rutina, del esfuerzo, del ruido que tenía constantemente en su mente.

Ella, tan adusta como grata, la disfrutaba enormemente, dado el vacío que algunas veces sentía, nada más que atado frente al televisor, cuando dejaba de leer o darle unos toques a la guitarra.

No le tenía preparado un guarapo de papelón con limón y abundante hielo. Esta vez le puso una cerveza destapada y muy fría en la mesa, mientras ella bebía otra de igual marca. El detalle era que las tenía tan heladas que tenían un baño blanco por fuera.

- Hoy me inspiré… le quise brindar unas “liquilique”…

Se sintió casi inspirado Tulio al ver que esta mujer seguía siendo la caja de sorpresas que él intuía. Lastima que no fuese un poco más joven y con menos malicia… Pero como amiga y conocida era todo un divertimento que él esperaba, ella misma, esa noche, no echara a perder… cuando empezaba a beber… tardaba en encontrar el punto de retorno.

- Hoy estoy celebrando cosas buenas… Solo preparé unas cuantas… no se preocupe… Se irá temprano… Mañana hay trabajo para ambos…

Puso salsa brava de antaño y el volumen estaba más bajo que alto.

“Mejor, porque sino me pide bailar”, se dijo para sus adentros, Tulio.

- No le pediré que bailemos… porque la otra vez lo hicimos y se corrió un chisme por la cuadra…

- No lo supe… pero me imagino. Pero lo que estoy descubriendo Gladys es que usted me adivina el pensamiento… todo lo que he pensado me lo ha respondido…

Ella se quedó mirando, afirmando con su cabeza… Sonrió hacia adentro, con una satisfacción bonita que hizo que por momento se viera mucho más bella e interesante.

Tulio se preocupó y miró la botella de soslayo… “¿Será que le estas cervezas están preparadas?”.

Nada más mirarlo, Gladys soltó una carcajada y le dijo:

- No, mijo, no acostumbro seducir con trampas… esas son cosas que hay que hacer en limpio.

Tulio no lo podía creer. Había sido desnudado. Sus pensamientos estaban claros… diáfanos… y ella los detectaba sin comentario alguno de su parte. Estaba al descubierto.

Trató de no pensar… se dejó llevar por la música… era fácil… se sabía todas las letras…

- Te dije que quería que festejáramos por cosas buenas… ¿Cuál se te ocurre?

- Muchas…

- Lo que mas me gusta de ti es tu optimismo… Dime algo positivo, pues…

- Estar vivo y con todos los sentidos despiertos creo que ya es bastante…

- Es un poco clásico tu pensamiento… es positivo aunque lo de “ya es bastante” me sonó triste… Pero no digamos más… Vamos a celebrar ese regocijo de estar vivos, salvados y perdonados, en este instante del ciclo del universo.

Se quedaron disfrutando la velada. Bebiendo, comiendo, disfrutando. Hubo un momento que el aparato de sonido cambió bruscamente a un bolero. Tulio se esforzó en concentrarse: “…que supieras que no hay en la vida otro amor como mi amor…”

La Lupe, tan desgarradora, como semifusa, también venía a descubrirle pensamientos.

martes, 11 de mayo de 2010

Óctuple de fuego

Allí estaba el estadio al que todos pertenecemos. Abierto porque ni siquiera el cielo es limite. Lo que sucede es que hasta los filósofos y escritores más eruditos caen en las trampas de la escasa libertad que, por desconocerla, algunos creen que tiene la mente.

Con tanto renacimiento y tanta expiración ella, la independencia, está atrapada. Por eso al momento de ubicar personajes es bueno caer en la tentación de esta red mediática que fluye desde el jueves cuando comenzó musicalmente el Mundial de Fútbol en África, el continente más hermoso y más necesitado de este mundo, que aún impregnado de incoherencias hace felices a los que van aprendiendo de qué se trata el reflejo de vivir.

Los Personajes: observadores, jugadores y goleadores. Todos somos un poco de los tres.

Hay maestros espirituales que dicen que de la observación nacen todos los conocimientos y eso lo sabe muy bien la gente que ha sobrevivido en la calle. Pero una gran mayoría ni sabe lo que es. Ven más no observan.

Por los pasillos de todo ese recorrido diverso que puede contener apenas unos cuantos tipos de seres humanos por las actitudes guías de sus vidas podemos entrar en las tormentosas clasificaciones de reconocer, a los expectantes, los roscosos y los insatisfechos.

Los expectantes están impregnados de todas esas que decoran los cuerpos. Desde el tatuaje de la primera mujer debutante en su vida hasta sombreros, bufandas, pitos, cintas y sudores multicolores con la bandera a la que se ataron.

Los roscosos siempre están con una necesidad en la boca. Comen, beben, gritan, hablan e igualmente alguna distinción cargan, más discreta, pero con una furia nacida en las entrañas, donde generalmente están escondidas ciertos racimos existenciales.

Los insatisfechos son los que hacen perder a sus equipos. No lo Saben. No lo admitirán. No se lo hará confesar ni el mismo señor de los cielos, pero para ellos el sentimiento de derrota ya es un triunfo. Es mucho el recorrido de la humanidad en los pasillos del disgusto.

Los jugadores, todos. Hasta los que están sentados. Pero allí están justo los que lo hacen en equipo, los colaboradores, los tensores y los héroes.

Los colaboradores son todos aquellos que responden al ánimo sempiterno que acompaña a muchos seres humanos. Son capaces de generar grandes empresas con el espíritu guerrero a flor de piel, con la majestad de saberse poderosos en la unión de la individualidad.

Los tensores son los que propinan las patadas, los golpes rastreros, la caravana de canalladas que nos han hecho los humanos que somos. Sin más ni menos. Pueden meter ocasionalmente un gol. Sin celebración. Puede haber aplauso. Nunca la alegría de un corazón libre de maldad.

Luego están los héroes, los que mas gustan, los que anotan los goles. ¿Clasificarlos? Goleadores de pasión, de técnica y de fe.

Los de pasión trabajan con el músculo mas importante sin desperdiciar ni una sola de las neuronas cerebrales. Tienen un baile sintonizado en todas sus auras, óctuple de fuego.

Son una bendición. Todos podemos llegar a serlos porque de hecho los somos. Solo que falta creerlo. Sin siquiera el limite del cielo.

Los de la técnica son los buscadores natos. Ni buenos ni malos son los animales que son.

Los de la fe son los que levantaron un pie para abrazar la confianza.

Todos, eso si, alegres, envueltos, animados, prósperos, colapsados, bailadores, confundidos, enamorados, amargados, perdonados, besucones, locos, lisiados, atravesados, equilibrados, concretos, justos, verdaderos, conectados, bondadosos, creativos, sensoriales, soñadores, libertarios, esplendorosos, inspirados y necesitados; con todos sus antónimos, por supuesto.

Porque el alma del estadio debería ser una sola, pero para que ello ocurra tendrían que conjugarse animosidades y palabras que no han sido inventadas.

Así de terrenales estamos en este punto de gracia.

sábado, 8 de mayo de 2010

Rolando Quero expuso en Brasilia "Sueños de Jungla"




Brasilia conmemora este 2010 cincuenta años de fundada y pese que todas sus festividades no han podido celebrarse con toda la grandeza que merece esta glamorosa capital, el artista venezolano Rolando Quero fue invitado para participar a unirse a esta especial fiesta que en Brasil significa aprender todos los días más del universo cultural del hombre.

En la sala de exposiciones del Templo de la Buena Voluntad (Templo da Boa Vontade) estuvo el pasado mes de marzo la muestra “Sueños en la Jungla”, un conjunto de treinta obras de gran, mediano y pequeño formato que pudo apreciar el publico de esta nación, precedida de una concurrida inauguración respaldada por la Secretaria de Cultura de Brasil, la Casa de la Cultura de América Latina, el Instituto de Cultura y Apoyo Social (Incas), la Asociación tiempo de Arte y la ONG, Ecodata.


Tres donaciones fueron entregadas la noche inaugural, una de gran formato del propio Quero, una obra del maestro Ramón Belisario y otra del artista cusqueño John Padovani, quien a principios de este mismo mes de abril, dentro del marco de esta misma celebración, inauguró también la instalación “Cargador Andino”, en el Memorial de los Pueblos Indígenas.

“Sueños de la Jungla” contó con la suerte de estar en uno de los lugares más visitados de Brasilia, llamado también Templo de la Paz o la Pirámide de los Espíritus Luminosos, abierta al mundo en 1989, donde se reúnen las religiones ecuménicas del mundo, para el llamado de un renacimiento espiritual. Allí quedaron representados los tres artistas, dos venezolanos y uno peruano, en una invitación que los enaltece como artistas, abiertos a ser observados por todos los que diariamente van allí a encontrar respuestas tanto culturales como místicas.

En “Sueños en la jungla” Rolando Quero se expresa con la luminosidad de los colores que dan fe a la vida, esparcidos en la selva a los que se regresan una y otra vez después de sentirlos y visitarlos a través de las visiones que permiten los recuerdos, una vez que se ha viajado por el interior del natural mundo que cobija la tierra.

El ímpetu de este artista plástico recorre, con elasticidad y fuerza versátil, la principal vena que recorre la jungla, el agua, construida desde todos sus orígenes, ofreciendo la infinita variedad de proporciones que se hacen anchas y gratificantes en el lienzo, como néctar vivo que fluye en la imagen abstracta con la que ha soñado.

Los elementos están balanceados con los movimientos circulares, las fuertes líneas de expresión y todo el tejido cromático con que el artista va dejando en su paso, tan inspirado como debió de ser la misma creación de las junglas, avasallantes y poderosas.

La obra de Quero es visualmente energética. Se va cargando en una legítima proporción de equilibrios. La fuerza del color, los mandalas de luz, los movimientos que van entregando él ánimo de cada pieza, los trazos que convergen en una inusitada narración de principios estéticos que ha encontrado a través de los años y que le han dado viscosidad y relieve a sus obras.

La selva se compacta en una dimensión que se le hace cómoda. El agua, detenida como viento. El fuego, avivada como agua. La corriente, espesada como tierra. El tronco, secreto del cielo. El afluente, tesoro y espejo. Los dioses convertidos en hombres siderales.

En la jungla no hay angustias ni deslices. Quero lleva al espectador a un cosmos alucinado con la impaciencia de un rayo. Rompe las formas, atrapa con la vistosidad de los colores y las líneas que van inaugurando los encuentros con la energía de la vida y la misma creación.

En la exposición que realizó en Valencia (estado Carabobo, Venezuela) a finales del 2009, titulada “Azul Naranja” decíamos que ese trabajo tomaba “Los mundos, los planetas, los fugaces rumbos de las tardes hacia las noches, los pájaros que dejan sonidos en los lienzos. Toda esta cosmogonía de la obra del artista la conocíamos bien dentro de su refulgente enmarcado de petróleo, como referente de una nación, de una gota dispersa en millones de ellas, a través del universo.

Dentro de Azul Naranja, colores predominantes, se encuentra un canto onírico presagiando y conduciendo todo el conjunto de manifestaciones que le nacen en arraigado contraste. Así vemos el árbol de la vida en azul y naranja, dirigiendo toda esta puesta en escena, desde un díptico. Su tronco es severo, desnudo y carcome el horizonte que trae un conjunto de presagios que denotan la morada en esta tierra”.

Con ello queremos enfatizar que la obra de Quero, en permanente búsqueda después de treinta años de intenso trabajo, continúa. Esa es su gran vitalidad. Acepta los nuevos retos con la fe que solo puede nacer en la jungla renovadora y aunque sus trazos se reconocen a lo largo del tiempo, después de encontrar la voz de un universo propio, siguen desafiando y hallando la renovación que solo nace cuando el tesón guía la sensibilidad del artista.

Numerosos artistas, agregados culturales y expertos en arte quedaron entusiasmados con la propuesta de Quero al tiempo que fue invitado a exponer en la sala de exposiciones de la Cámara del Senado de Brasilia para finales de este mes de mayo 2010 (Notitarde, 02/05/2010, Letra Inversa).-

jueves, 6 de mayo de 2010

Encuentro

Si el cielo estaba amarillo ese día poco le importaba. Iba derecho a la mata de mango, a sentarse debajo de ella, en la silla deshilachada y vieja que allí se encontraba donde se sentaba todo el mundo y hasta el perro dormía por las noches. Cansada, esa era la verdad. Así estaba, tan temprana la mañana, y ya sentía en las piernas la pesadez tan común de los últimos tiempos, que iba y venía, dependiendo de los días y el momento.


Oyó el celular pero no había traído los lentes. No podía leer el mensaje, pero el tono de la canción le recordó la alegría que hoy sentía lejos.

Cayó un mango bastante cerca. No quería tomarlo como un presagio pero las cosas podían ponerse tensas ese día. O la vida estaba importunada también, porque ella vivía buena parte del tiempo quejándose.

El olor rancio de los mangos descompuestos le hizo entender que había mucho por hacer pero estaba esperando, lo que tantos años le habían negado.

“Como el mango, tendré que caer a tierra”, se decidió. Sabía que no iba a ser fácil. Le asaltó la idea inmediatamente. Eterno juego de lo que busca construirse y no se logra.

Se levantó. Le dijo adiós al cansancio empezando a recoger los mangos. El perro no disimuló y se sentó en la silla. Ella lo sacudió mientras dócil, meneaba la cola.

Después de sentir su cuerpo sudoroso y amplio en energía sintió la revitalización de forma inmediata. Se dio una ducha rápida, con el agua fría que bajaba de la montaña y decidió irse a caminar por el cerro que estaba detrás, aún quemado, con pequeños retoños muy verdes, por la recién llegada lluvia.

Miró al sol y se arrepintió de no haberse cubierto la cabeza.

Una nube alborotada de pericos estaba en un árbol cercano amancillando cualquier mezcla de derrota.

El celular insistía con mensajes nuevos. Iba a cambiar el tono. Por más alegría que anunciaba contrastaba con el escenario que ella intentaba recorrer a diario.

La casa, el patio, el agua. El agua, la casa, el patio. El desayuno, el almuerzo, la cena.

Un perfume suave, de madera quemada, le hizo ver que cerca de la suya la leña también ardía.

Dos casas con una distancia acorde. Ella sabía que allí vivía un hombre y el debía saber que estaba ella allí. Ninguno se acercaba a pesar de los años de ese compartir y de verse de vez en cuando, a lo lejos.

“Tierra, pisa tierra, María José” se dijo a sí misma.

Encontró un cuarzo ahumado saliendo de una pequeña loma. No podía pasarle desapercibido el encuentro junto al pensamiento.

Se decidió. Lo tomó con cuidado y dulzura. Fue a llevárselo al hombre que vivía solo como ella. Creyó que se iba a sorprender y la recibió como la si la conociera de toda la vida. Lo peor o mejor de todo era que así era. Mucho debía haberla pensado, y se felicitó a si misma por tener la autoestima alta.

“Tan cansada no estoy”, se felicitó.

Vio que en una cesta a un lado del porche de la casa de Pedro José, porque así se llamaba, su vecino, había un grupo de cuarzos como el que ella traía para él.

Se lo dio, de todas formas, y él lo aceptó con una gran sonrisa. Lo miró con fijeza. Lo observó en cada detalle. Tenía una punta.

- “Ya buscó el sol… lo pondré debajo de mi cama… en una tinaja con agua que tengo allí…

- Pedro José… dígame qué le pasó… ¿por qué está tan solo cómo yo?

- Fue una decisión muy mía… como creo que fue la suya, ¿verdad?

- Sí, creo que también me llevo la curiosidad de preguntarle porque a veces yo misma lo hago, pero me siento bastante tranquila aquí, en este espacio. Diría que hasta a veces me siento reconfortada con todo lo que acompaña la naturaleza.

-Yo le tengo a usted otra pregunta… ¿por qué hoy se acerca usted a mí?

- Decidí que hoy iba a ser un día distinto. Salí a caminar sin saber que iba a hacer esto. Pero usted sabe que las memorias encuentras sus alas…

- ¿Cómo así? Cuénteme, bien sabe que tengo tiempo, como usted…

- Siempre busco los milagros de cada día. No hay que ir muy lejos para encontrarlos.

- ¿Es usted cristiana?

- ¿Usted ateo?

Los dos rieron con cierta malicia. Ninguno de los dos servía para evangelizar. El café estaba caliente y había que servirlo en la taza del suceso, fuerte y vigoroso que ofrecía la vida, desde la soledad, que nunca había existido, así como el cansancio de reencontrarse.