Rolando Quero en su taller (Foto José Antonio Rosales) |
No
imaginamos que nos darían este aviso de Venezuela a finales del mes de
septiembre, porque además días antes habíamos intercambiado esos mensajes que
desde la invención del WhatsApp compartimos con amigos y familiares.
Cuando un amigo en común me comunicó la muerte de Rolando Quero, iba en el tren hacia el trabajo. Ya eran las ocho de la mañana y tocaba bajarse en la estación. Sentí una mezcla de agradecimiento y serenidad. Segura estuve y estoy que en la dimensión donde se encuentra se reconfortó su alma con los universos con los que aquí soñó. Sabía que lloraría su perdida un poco después. En la distancia del exilio hemos tenido que aprender a enfocar y desenfocar la perspectiva, a conveniencia.
Para
ello pedí, semanas después, unos días de
descanso y me fui de viaje. Paseando por uno de los bulevares de Málaga vi unos árboles
de gran tamaño que me hicieron recordar los pequeños arbustos que tenemos por
Venezuela, conocidos como Ficus. Pregunté y descubrí que eran de la misma
familia arbórea que tienen cientos de variedades, solo que estos son enormes y
anchos; casi de leyenda. En el trópico los tienen como plantas ornamentales y
los apartan del agua porque -dicen- sus raíces toda se la chupan, al punto de
arrasar, manantiales, ríos y deshacer tuberías. Aquí en la tierra que vio nacer a Pablo
Picasso, crecieron frondosos porque no los recortaron. No les dejaron de dar
agua. No les mutilaron ni los sembraron lejos de aguas de fondo. Ellos
crecieron hasta convertirse en gigantes. Y están para ser admirados con devoción,
en la ancha calle Alameda.
Me vine aquí para superar la muerte de un amigo, de un hermano de mi alma y para mi corazón. Me abracé a mi madre, el mar, la mar. Corrió por mi piel la sal que me hizo arder antiguos y nuevos desapegos; asimilar el dolor de mis fosas nasales y el ruido que desaparece cuando mis oídos están hundidos y flotando, en las océano de mi propia quietud.
Por eso
me propuse este viaje a las tierras andaluzas. No estoy en su Barcelona (Rolando
vivió alrededor de veinte años allí y la amó profundamente), pero estoy frente
al Mediterráneo. Volcado hoy como ayer de toda su temperatura fundida de
creatividad, estrellas sumergidas, arcoíris coralino, y la sensación
indisoluble de no ser los suficientemente magnánimos.
Samán
Cuando
por primera vez le visité en su casa de Villa de Cura (estado Aragua, Venezuela)
supe porque era un artista. Un terreno enorme, con un gran samán al que veía
todos los días, desde la ventana de su habitación, mientras tomaba el café
mañanero para despertar, comprobando los correos en la computadora (ordenador),
revisando las redes sociales, de las que era muy activo. Un tronco enorme, centenario.
Que seguramente también cobijó a todos los héroes de la Independencia, en la oscuridad
apenas alumbrada por el fuego, el amor y el odio, y quizás algunos buenos deseos
de igualdad, fraternidad y libertad. Supongo que el padecimiento en aquel
entonces era enorme. El de ahora apenas amansado por las drogas y el aprendizaje
de técnicas y conocimientos que nos permiten ser un poco mejores y también un
poco peores.
La flor
sensible del samán, un árbol corpóreo y robusto, de pistilos de colores rosado y amarillo
pálidos, permite iluminar cielo y tierra, porque él, se sabe nacido para
comunicar trascendencias.
Sentado
un atardecer en el patio de esa casona colonial, muy cerca de este gigante de preludios,
recibiste una señal que a pocos contaste, porque sabias no te hubiesen creído.
Un rayo de luz penetró directamente tu cabeza. Te sentiste aturdido por un
momento, inmóvil ante un suceso tan particular. No hubo testigos. Fue aliento
de fuego bendito. Liviandad para continuar con la colorida obra que fuiste
capaz de reproducir. Somos hijos de la inteligencia amorosa universal pero
cuesta asimilarlo en este plano físico, donde nada es fijo ni permanente.
Al
compartirlo, lo celebramos como momento mágico vivido por ti, como si hubiese
ocurrido en ese justo relincho del tiempo, para vitorear la suerte de poder
dibujar y pintar esos universos plagados de esferas circulares de colores y
también de la furia de la oscuridad.
Sola
ahora frente al Mediterráneo podía intentar superar la perdida de un amigo. Un
ser humano que en mi corazón brillaba como los tornasoles amaneceres y
atardeceres de Villa de Cura.
Vi a Rolando Quero por primera vez en los espacios del Ateneo de Valencia
(estado Carabobo) donde fue docente por alrededor de tres años en el Centro Piloto
de Capacitación en Arte, Luis Eduardo Chávez.
Tuve
contacto nuevamente con él, no sé cuánto tiempo después. Nos vinculamos por
razones del oficio. Quería que le hiciera una nota de prensa o una entrevista, para
alguna de sus exposiciones y de esta forma nació un vínculo de hermandad y de
admiración.
Recuerdo
reunirnos a lo largo de los años muchas veces. No solo por razones periodísticas.
Siempre que pudimos, mientras vivimos cerca, en la ciudad de Valencia, fueron
muchos los encuentros, las charlas, las salidas a tomar un cafecito, almorzar o
cenar, para celebrar el hecho de compartir ideas, reflexiones y vivencias.
En
varias ocasiones preparó comidas especiales para un buen conjunto de amigos
entre los que me encontraba.
La vida
de Rolando fue maravillosa. Fue el menor de una familia de siete
hermanos, él el octavo, (Lourdes, Carlos, Elizabeth, Mirian “La Nena”, Zulay, Magda y Alina) que lo consintieron y
apoyaron a lo largo de su vida.
Si bien
de Villa de Cura viajó a la ciudad de Mérida para intentar estudiar derecho en
su universidad, pronto su destino se sinceró. Viajaría a Francia y España para
desarrollar lo que sabía era su auténtica vocación, ser artista.
Años
después, recordaría como el viaje más añorado, Túnez. Sus colores en el ocaso
le llenaron de inspiración y lo convirtieron, con solo observarlos, en un mejor
artista.
Al fondo, el hermoso Samán |
Petróleo
Veinte años
vivió en Barcelona ampliando estudios y conocimientos, trabajando y
desarrollando diseños para una empresa a gran escala, por lo que su regreso al país,
después de todo ese tiempo, era más que entendible: tenía que desarrollar su
voz en el arte; su expresión, su plástica.
El día
a día sólo le permitía sobrevivir y no pudo en Europa desarrollarse como el
inmenso artista que había dentro de su espíritu. Incansable en sus deseos y con
mucha constancia fue haciendo en su imaginación lo que después desembocó en sus
lienzos. Antes de retornar también supo que debía cuidar mucho su salud, porque
como él decía “regresé con un ala rota”, al enterarse que padecía de diabetes.
Las
primeras obras de Quero realizadas en Venezuela fueron pensadas en Europa:
estuvieron bañadas de fondo oscuro petróleo porque era la forma de remitir
nuestra tierra. Esa base negra y profunda, avizoraba tiempos de cambio, dentro
de un pasado ya deslucido por la ligereza, con la mal repartida riqueza de una
nación, incapaz de sembrarla.
Nacieron
sus planetas amarillos, anaranjados, verdes y rojos ensombrecidos y expectantes
por la oscuridad reinante. Dominaba tanto el color como su carencia, con mucha
fuerza, dándole circularidad a los universos que se iba encontrando en su juego
creativo. Trabajos que tuvieron texturas, halladas en los desperdicios de
madera de los talabarteros de Villa de Cura, de los que se hizo amigo, pues
fueron la base también para crear esculturas de madera donde jugaba a los
círculos y los ángeles, pintándolos con sus vistosos y característicos colores,
entremezclados.
La
escuela europea del aprovechamiento siempre la tienen muy presente quienes han
estudiado en este continente bañado por tanta fuerza de supervivencia, tras
tantas guerras superadas.
En
Venezuela, nuestro frágil sistema de vida, en el renacer de una democracia,
desde los años 1950 hasta el 2000, se vivía una libertad que generó el gran
descuido de creernos elegidos por el más allá, cuando lo único que teníamos era
fe en espejos trastornados.
Anfitrión
Rolando
trabajó con mucha pasión a su regreso y no hubo un solo año en que no preparara
alrededor de tres y cuatro exposiciones. Era un trabajador inmenso y por sobre
todas las cosas muy organizado.
Dedicaba
un tiempo para crear, otro para organizar y el resto para continuar imaginando
su obra que tuvo una evolución rápida y auténtica, en el desplazamiento de sus
grandes trazos en el abstracto.
Se
convirtió en el maestro del neo expresionismo abstracto porque en él se
concentraba mucha de la fuerza del origen de esta corriente vanguardista europea, que vio a sus mejores exponentes en EEUU, al huir los artistas de la II Guerra Mundial.
Tenía
la medida exacta para desbordar su lirismo: sabía cuándo romperse en él y
cuándo recogerlo para dejar completa ostentación visual
Tuvo
gran ímpetu creativo y lo mantuvo intacto hasta este año 2022 cuando presentó
dos exposiciones en escenarios completamente distintos. La gran sala del Museo
Alejandro Otero en Caracas vio un conjunto de más de ochenta obras entre lienzos
y esculturas suyas, en trescientos metros de exposición; y en el Hotel Hesperia
de Valencia hizo una muestra individual que sería la última. Todo ello aquejado
como estaba de salud, sin poder ver completamente bien por uno de sus ojos y
con mucho dolor en la columna que le impedía caminar o estar de pie mucho
tiempo.
Se
preparaba con la disciplina de todo un experto. A pesar de las grandes crisis
que se vivieron en Venezuela, donde a veces no se podía ni encontrar papel para
dibujar, Rolando siempre tuvo la previsión de comprar sus implementos a tiempo.
Tenía almacenados papel, lienzos, pinceles y pinturas. No hubo crisis que le afectara. Pensaba en
todo.
Sus
eventos, sus exposiciones siempre tuvieron un brillo especial, porque el mismo
se encargaba de buscar patrocinantes, con los que negociaba sus obras, para que
los actos inaugurales fueran verdaderas celebraciones con abundancia en todo lo
que se brindaba, desde bebidas hasta los pasapalos (canapés) diversos y copiosos,
además de actuaciones de músicos. No faltaban los medios de comunicación, a los
que convocaba personalmente.
Era verdadero
anfitrión de todo buen sarao.
Museo RQ
Recuerdo
la inauguración de su Museo en Villa de Cura, en el que se cerró la calle
contigua porque el número de invitados de toda Venezuela así lo ameritaba.
Comida y bebida durante todo el día para el que se acercara y la gente de pueblo,
por supuesto se volcó a este acontecimiento. Desde las monjas contiguas a su
casa, hasta el personal de rehabilitación de los centros de salud que en
momentos difíciles, tanto le apoyaron.
Siempre
estuvo pendiente de los pequeños detalles. Era conocedor de la alegría que
debían producir estos eventos culturales, capaces de alimentar el espíritu,
regocijar corazones y enriquecer mentes para un mejor porvenir.
Mantuvo
muy buena relación con todos los periodistas, reporteros, gráficos, críticos de
arte, escritores, locutores, productores audiovisuales a los que supo dar su verdadero
lugar.
La
memoria me atrae momentos que viví a su lado, que no se me olvidan. Verlo mirando
por la ventana de su cuarto tomando un café mañanero humeante y pleno de sabor,
viendo el samán hermoso, explayado en toda su abundancia, es una constante.
El olor
a tierra silente, de ese patio grande y tan sencillo, reverberando arepas asadas,
es para agradecer.
Mural homenaje a Quero, realizado por José Manuel Sumoza |
El
viaje que realicé con el como invitado para celebrar el 50 Aniversario de la fundación
de Brasilia, la capital brasileña, donde compartimos momentos de trascendencia de
su carrera en la que llevó un conjunto de cuadros homenaje a la floresta, como
le dicen los brasileños a la selva, con juegos de espejos de las aguas, los
vuelos de las exóticas aves que cruzan el cielo y el verdor que supo combinar muy
bien dentro de su poesía abstracta.
Su obra
gustó tanto como su personalidad y de la sala de exposiciones, siempre pasábamos
a recorrer y visitar casas de las personas que acabábamos de conocer. En una de
ellas, una residencia de un lujo muy particular, porque la planta baja daba la
bienvenida con un gran estanque de peces exóticos, cocinó una paella para unas
veinte personas y mientras la preparaba, como especie de showman, iba hablando
de todas las historias que solo él era
capaz de hilar como venezolano: su paso por Barcelona, los ingredientes que
estaba utilizando y los secretos culinarios para que quedara perfecta; y la
gran aventura que era para él la pintura. Rodeado estuvo allí con su verdadera
sazón: abundancia en todo lo brindado, risas a borbotones y elegancia en toda
su expresión.
Maracas
La
música no faltó. Cayó una “lata de agua” como se diría en el llano venezolano
(un potente chubasco tropical con abundantes precipitaciones, truenos y
centellas) y fue la primera vez que escuchamos al grupo Tribalistas. Una noche
de total embrujo, de comer una de las paellas mas dignas que he comido lejos
Valencia (la de España), beber y bailar, tras esa lluvia que dejó el aroma a tierra
y árboles empapados, con sus muy variadas danzas que hicieron sentir la
inmensidad del mundo, dentro de su enorme pequeñez.
Esa
noche los colores de sus obras salieron para brindar con los charcos que dejó
la lluvia y las maracas de la selva hicieron que entendiéramos un poco más
nuestra alma, arrimándola a la tierra mojada y fresca de ese encuentro.
Al
entrar al Templo de Boa Vontade (Templo de Buena Voluntad) donde fueron
presentadas sus obras, supe de la gran suerte que rodeaba a Rolando. Es un
monumento ecuménico con una gran pirámide de 21 metros y siete caras, que
contiene en su punta un gran cuarzo e hicimos el ritual que proponen hacer, caminar
en círculo hacia un lado y regresarse a la inversa, para transfigurar al
destino o recibir un baño de nuevas y poderosas energías.
También
caminando por esa gran ciudad que es Brasilia coincidimos con un grupo de indígenas
que estaban vendiendo sus artesanías y aunque no lo exhibían, sacaron de un
cofre secreto un gran penacho de plumas azules, que intentaron venderle a
Rolando.
Como
todo un piache se probó la corona azul sintiéndose poderoso y magnánimo ante
esa vivencia, riéndose por la travesura y continuando el camino de andanzas,
que además no permitían que compráramos esa artesanía costosa, fina, tan bien
lograda por esos otros verdaderos artistas
de la tierra, del follaje, del hacer con cada cosa con encuentran y con las que
conviven, arte.
La obra
que llevó para Brasilia estuvo bañada de las luces de ese gran misterio que es
el mundo natural, exuberante en colores con la fuerza de amarillos, verdes,
rojos y azules. Vuelos cromáticos para narrar la historia del mundo.
Era un hombre
de anécdotas y también le tengo que agradecer que a lo largo de nuestra amistad,
solo me presentara gente de su misma dimensión personal y espiritual.
Recuerdo
particularmente a Haydée también su hermana del alma que vive en Cataluña. La
fui a visitar y conocer en mi primer viaje a España, cuando no pensaba ni
siquiera vivir aquí. Ella contó que junto a su madre fue a una fiesta y cuando
vieron a Rolando bailar supieron que era venezolano. A partir de allí entre
ellos surgió amor verdadero, su “familia española”, le llamaba él.
Con mi
madre Rusé hablaba y practicaba catalán en Venezuela.
Tuvo la
gran oportunidad de remodelar su casa para convertirla en el Museo RQ de Villa
de Cura, contigua a la casa colonial natal de Ezequiel Zamora. Vivía al lado de
la Casa del Santo Sepulcro de Villa de Cura, venerado anualmente en Semana
Santa.
Gracias
Aparte
de mostrar una colección permanente y apoyar a sus colegas artistas exponiendo
sus obras, se convirtió en un taller para formar nuevas generaciones de
artistas jóvenes.
A raíz de
su muerte, uno de ellos, llamado José Moisés Sumoza, pintó un mural con el
rostro de Rolando Quero en la pared del Museo. Una obra muy bien lograda,
hermosa y genuina, que habla de la calidad de esa relación maestro-alumno.
A pesar
de sus limitaciones físicas personales Rolando siguió pintando hasta un último
momento. Hubo un período que sus obras, quizás ya en el post-coronavirus, tuvieron una desconexión y se desligaron de la
abstracción lirica para convertirse en una resonancia de colores que buscaban
de alguna u otra forma una sintonización con el alma. Lo fue logrando paso a
paso para dar una visión más ligada al trabajo suyo de años, la unión de los
mundos en el paisaje tonal de los tiempos, repartidas las atmósferas etéreas y
espaciales como si fueran una sola.
Cuando
no había otro color más que amarillo y negro, los combinó para acertar y
demostrar que estaba succionando la misma sabia de los colibrís.
Antes
de terminar este escrito debo confesar que me ha costado bastante. He tenido
que deshacerlo varias veces y si bien estuve intentando sacar todo el dolor con
el pies sumergidos en las aguas del mar Mediterráneo en octubre, ahora ya
estamos a unos días de desarrollarse el solsticio de invierno, e intento
todavía dejarlo sin concluir.
No me
había ocurrido quizás esta circularidad de regresar a lo no concluido, por lo
demás común e inherente.
Rolando,
fuiste un espejo de mi misma, un reconocimiento ancestral de luces.
La
liviandad de tu sonrisa constante, de tu bien hacer hacia los demás me llenó de
alegrías y por eso hoy llevo mi tristeza a ese árbol de lluvia que también es
el samán.
Me
quedo con tu fuego creador, con tus colores a sotavento, renaciendo en el
hacer, con tu familia de seres unidos en círculo, hechos en barro y en bronce.
Con el recorrido que hice por la Escuela Massana donde estudiaste, donde
comprendí la efervescencia del arte, con el destello fugaz de Burdeos y sus
constantes ensayos y error con cuerpos vivos, prestados a la práctica ajena.
En ti
la faz del mundo, como cuando se mira al sol de frente, con los ojos cerrados,
en pleno amanecer.
Piache
azul, alcázar de sueños multicolores.
En tu
taller, las huellas de los colores así como en tus zapatos Crocs que usabas
para pintar, dejan constancia una vez más de tu intenso trajinar.
Gracias
por darnos tanto a quienes te conocimos.
Siempre (aunque esta palabra ni exista, ni debamos pronunciarla), te celebraré.
Rolando en el Museo Alejandro Otero (Foto de José Antonio Rosales) |
Enlaces:
https://www.facebook.com/rolandoqueroart
https://www.youtube.com/watch?v=bTPKpglvoos
https://www.youtube.com/watch?v=FFGRWrFH5pw
https://www.youtube.com/watch?v=-sgfq_CZ3iI
https://www.youtube.com/watch?v=2CRot7aQbQE
https://www.youtube.com/watch?v=ZxyHfMFIGOw
https://www.youtube.com/watch?v=05l9jLJRQio
https://www.youtube.com/watch?v=hL5-at8N92U
https://www.youtube.com/watch?v=iKKLouX_Tds
https://www.youtube.com/watch?v=R9RWGghWLP4
https://www.youtube.com/watch?v=tDutzZmPHy4
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