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Fernando Giayetto |
Las mujeres de Fernando
Giayetto penetran en colores primarios. Están desnudas. Abiertas. Cerradas.
Golpeadas. Felices por el sexo. Ilusionadas por el embarazo.
Se muestran y dinamitan
el discurso. No podemos ser indiferentes ante ellas porque fueron pensadas para decirnos algo. Lo
comunican, lo cantan. Nos hacen sentir el golpe oscuro del alma.
Las mujeres somos un
tema como cualquier otro, pero en muchos lugares la ignorancia soflama seres
invisibles, ignoradas, despiadadamente ultrajadas; tanto en castas de La India
como en fiestas provinciales de España.
La presente entrevista
ha sido realizada casi en tono epistolar. No conozco personalmente a este
artista. Con mucha generosidad respondió las preguntas y aportó todo lo que los
lectores bien podrán leer.
Por eso este hombre, también médico, nacido en la provincia de Córdoba (Argentina, 1964) “con un paisaje que combina
llanuras y montañas; paisajes muy bellos, cuna de mi desarrollo, formación y
crecimiento” enfrenta sus obras a un público
rebosante de preguntas y experiencias.
MPS: ¿Por qué se encuentra en este momento en Italia?
FG: Mi presencia en Italia
y Europa está relacionada con mis orígenes (soy bisnieto de italianos), con un
proceso personal y con mi desarrollo como artista.
MPS: Su exposición “Derechos”
no dejó indiferente a nadie. Simpatías. Malestar. Mujeres solidarias que tampoco
sabían muy bien qué hacer. Otras supieron interpretar la infinita lectura del
arte consciente y sensible…
FG: Fue mi primera muestra
y mi primera exposición a la mirada de los otros, en marzo de 2007. En noviembre
de 2006 decidí todo a la vez: comenzar la obra inspirada en esa temática y
hacer con ella mi primera exposición y mostrarla el 8 de marzo del siguiente
año, en el Día Internacional de la Mujer.
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La mujer |
En esa aventura me
acompañaron, el artista plástico, amigo y maestro en el arte y curador de esa
muestra, Roberto Silverio Montiel; también Mónica y Nancy, amigas y compañeras
de trabajo y por entonces, también compañeras en la militancia en la lucha por
los derechos de las mujeres, en especial por el derecho al aborto y a una
sexualidad libre, gozosa y segura; conceptos a los que ahora, pasados doce
años, podría agregar, cuidada.
La muestra se realizó en
el ámbito de una universidad pública, la Universidad Nacional de la Provincia
de La Pampa, situada en la ciudad de Santa Rosa. Fue la ciudad en la que desarrollé gran parte
de mi vida profesional, como médico, cirujano y artista. La exposición estuvo
acompañada por una disertación acerca de los derechos de las mujeres y sendas
presentaciones, la de una orquesta infanto-juvenil y una performance de baile
contemporáneo a cargo de Candela, bailarina y entrañable amiga.
Luego se hizo itinerante
con otras presentaciones. La más trascendente fue en la Legislatura Provincial,
en la sala de Exposiciones de la Cámara de Diputados de la provincia de La
Pampa.
Por las sensaciones e
impresiones que fueron plasmadas en el libro de comentarios de la obra y en
algunos relatos de los cuales tuve noticias, las imágenes tuvieron, desde el
magnetismo atractivo hasta al rechazo; pasando por una variada gama de
sensaciones y sentimientos dentro de los cuales la identificación fue, quizás,
la más prevalente.
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Puedo hacerlo sin miedo |
También hubo mujeres que
me dijeron que no podían mirarlas. Hubo un hecho también curioso: una diputada
pidió apoyo a sus homólogos, para hacer una declaración de rechazo por parte
del cuerpo legislativo para pedir que la obra fuera quitada del espacio público,
por lo impúdico de las imágenes.
Aunque sé, de buena
fuente, que su intención no fue expresada con el decoro que reclamaba, ya que
su demanda verbal fue soez y vulgar. A la par de todo aquello a lo que su
mirada pretendía sojuzgar, censurar y prohibir.
MPS: ¿Cuándo y dónde comenzó en el mundo del arte?
FG: Podría decir que desde
pequeño. De niño jugaba a ser artista. Aunque el contexto tenía otros planes para mí, por lo
que tomó cuarenta años re-ejercitar
esa virtud y poder desarrollar mi deseo de ser artista y, como le gusta decir a
mi amiga Lucía, “vivir de lo que haces mientras haces lo que deseas”.
A los 40 años me hice la
pregunta sobre si tenía el talento y la virtud de expresarme y plasmar mi mundo
imaginario y también el mundo real. Me pregunté si podía darle a mis impulsos
artísticos un sentido contextual y significante.
Desde entonces mi obra, y
yo con ella, tenemos un devenir colorido, como su paleta; intrincado, como los
infinitos contornos y derivadas de sus trazos y trazados. Complejo, como la
naturaleza que nos origina y nos rodea. Maravilloso, como la inocencia
irreverente y provocadora del niño que aparece junto con ella. Misterioso,
ocurrente, simpático y mezquino, como minerales preciosos que han sido
sepultados por los procesos conformacionales, propios y ajenos; inevitables y
eludibles, que pugnan por aparecer y aparecer
en la impronta de las pinturas.
MPS: Del impresionismo abstracto ha dado un salto
para una muestra que se llama Derechos... ¿cómo llegó este cambio, a qué
obedeció?
FG: En realidad fue a la
inversa. La obra acerca de los Derechos es mi primera exposición pública. Fue
en 2007, a poco de haber comenzado a transitar el proceso de re-encontrar al
artista; estas figuras aparecen en un momento en el que me encontraba inmerso
en el contexto de mi trabajo, por entonces como médico. Y salidas de ese
contexto, fueron creadas por la imaginación y la necesidad de decir algo que
aún se está expresando; ya no con la forma verosímil de la imagen de un cuerpo,
sino en la abstracción impresionista que entremezcla, con los colores,
porciones de imaginación y de realidad.
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Por favor no vuelvas |
MPS: La mujer maltratada y empoderada está allí. Igualmente desnuda... con
los colores primarios... ¿busca un poco hurgar la conciencia?
FG: Sin dudarlo, la mujer,
intenta estar ahí o yo intenté que así fuese.
Aunque decirles maltratadas y empoderadas no es mi estilo. La violencia
en cualquiera de sus expresiones es un proceso subjetivo, muy complejo y que lo
hacemos todos y que lleva la impronta de la cultura en la que se origina o en
todo caso con la cultura que prevalece, que domina y decide la forma de
sufrimiento; por lo tanto, dejar el maltrato relegado sólo a esa mirada del
maltrato, estrecha el campo visual y modera las consideraciones. Le resta mucho
del sentido que se hace imprescindible dar y distorsiona aquello que es
necesario mirar.
Empoderar es verbo que
evito, aunque entiendo su origen y su sentido: Lo prescindo porque me resulta
escaso para explicar lo que se quiere decir y sintetizar al utilizarlo. Y, lo
más importante, porque la metáfora que construye remite, en su etimología
lingüística, al proceso que violenta, a la colonización, la esclavitud y el
maltrato de los individuos a los cuales se somete, se los clasifica y se los
ordena según ese orden establecido; el orden del poder.
Dar poder (empoderar)
resulta un oxímoron que, como dije, no explica lo que se cuestiona y valida al
mismo orden que cuestiona. Ayuda a ocultar aquello de lo que se cree estar
hablando para volver a negarlo.
Semejante a la
interpretación que nos ofreció Michel Foucault acerca del discurso sobre el
sexo y la sexualidad que aparenta hablar y que nos habilita a hablar cuando en
realidad es la construcción perfecta de la negación y el tabú.
Como te dije antes, es
el niño que provoca e incomoda y, en tal caso hurga, para utilizar tu significante,
y lo hace en su conciencia. El niño siempre está ahí, presente, para cuestionar
la hegemonía, cualquiera esta sea.
A propósito de la
pregunta acerca del “desnudo”, supe decir que éstas eran mujeres sin sus ropas
en la cuales lo más visible y expresivo - al menos para mí – está en las posturas
corporales y en sus rostros. Aspectos y partes del cuerpo que, en nuestra
cultura blanca, occidental y judeo-cristiana, siempre están a la vista, aun
cuando no resultan ser las partes más miradas y significadas del cuerpo de las
mujeres.
MPS: Las mujeres de “Derechos” llueven sobre
elementos: tierra, aguas, selvas... ¿está la mujer más cerca de la
naturaleza?
FG: Los elementos que
tú señalas son signos que el observador
podría asociar al verlas. En las pinturas son atmósferas; intentos, desde mi
subjetividad, de atreverme a imaginar cómo serían o cómo son los contextos
reales de esas y de cada mujer de las
que éstas pueden ser ejemplo.
Son doce obras, con tres
temáticas: el aborto, la violencia y la libertad de vientre y del goce sexual
(a la que suele llamarse salud sexual y reproductiva). Podrían ser doce
individuos; o también podrían ser tres momentos de la vida de cuatro mujeres.
Aunque son infinitas las combinaciones posibles.
MPS: ¿Mas cerca del paraíso y por ello indefensa
ante los pequeños infiernos que a muchas les toca vivir?
FG: El paraíso. Es una
idea que asumo como fantástica y que no está en mi imaginario. Al menos no la
que está en el imaginario colectivo atravesado por los sistemas de creencias.
Estas imágenes son vitales; aluden a la morbosidad y a la frescura y al deseo de la carne; a la
fragilidad y a la fortaleza del tejido humano. Si quien las mira puede o quiere
ver o imaginar seres reales, pues esos seres son vitales y exitosos en términos
de supervivencia, porque están ahí, vivas a pesar de ellas mismas y a pesar de
todo y de todos. No son seres indefensos; son seres vulnerables y capaces de sobrevivir.
MPS: ¿Qué huellas emocionales le dejó a usted
“Derechos”?
FG: En lo personal y subjetivo aquella fue una
experiencia plena de satisfacción en lo artístico y en lo emocional. Colmó mis
expectativas y me afirmó la idea de que he venido a este mundo, a esta
dimensión, con la configuración primigenia de ser artista. Y aunque estas
formas de expresarme a través de las artes plásticas quedaron algo relegadas
por algunos años, reconozco que mi desempeño como médico, cirujano, ginecólogo
y psicoanalista han resultado ser sólo matices de la misma virtud y talento.
MPS: Los colores de su impresionismo abstracto son
muy dinámicos. Vitales. Contrastan con esta serie de mujeres. ¿Qué significó
apartarse de ese lenguaje ya conquistado... incluso cómodo?
FG: El arte es incómodo. Lo
es para mí que lo hago y asumo que también lo es para quien mira la obra,
aunque no siempre lo sepa o sea consciente de esa incomodidad y que, para salir
de ese lugar, apele a algún recurso de escape o al catálogo perezoso o a la lectura
de la crítica para salir de su incomodidad. La comodidad es algo que desconozco
como sentimiento, porque es efímera y especialmente en el arte. La comodidad
está lejos de la creación.
Desde mi punto de vista,
la comodidad es propioceptiva y kinestésica. Uno se siente cómodo en un
determinado lugar y momento y, ahí mismo, se debate entre el deseo de
prolongarlo indefinidamente y el anhelo de poder volver a recrearlo.
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Eequinox |
MPS: ¿Por qué?
FG: Porque es finito. Por
su parte, la incomodidad es incondicionalmente duradera, no necesita pródromos
y el anhelo de evitarla o interrumpirla o abolirla es eficaz, porque una vez
alcanzado, se convierte en una obra. Y la incomodidad de la que hablo es más
que aquello de la crisis “del blanco” o de las ausencias de inspiración. Eso es
un estado en un contexto.
La incomodidad es
inspiración; es inquietud, es curiosidad.
Sin embargo entiendo el
sentido de tu pregunta y me animo a decir que era más fácil aquello, aunque
igualmente incómodo. Lo figurativo, lo concreto, es un relato que funciona;
aunque hoy lo siento como un anuncio, porque es visible, se comprende y se lee,
digamos fácilmente porque activa la pereza en el observador que cree comprender
que, en lo que ve, está el sentido de la obra. Me remite a Magritte
diciéndonos: “Ceci n’est pas una pipe” (“Esto no es una pipa”).
A veces quien observa se
desconcierta un poco y apela al título de la pintura; aunque y más aún el
desconcierto cuando lee que el título de la obra es: “Sin título”. Eso, tal
vez, lo haga pensar un poco más, es un dilema a dilucidar y se me ocurre como
pregunta analítica: “¿Qué ve y que piensa el individuo que ve y el que mira una
pintura?”
Atino a decir que el
arte de saber qué pasa por la cabeza de un humano cuando mira una pintura y la
imagen que se le representa es una pintura en sí misma.
Con el tiempo comprendí
que, para que eso sea posible, para que cada observador imagine y pinte su propia
pintura viendo y viéndose en la que mira, el título y hasta mi firma pueden ser
elementos perturbadores tanto como el hecho de explicarle el sentido o la idea
o el deseo que he plasmado. Por esas razones evito colonizarlos omitiendo las
explicaciones, a menos que se me solicite esa información.
El impresionismo
abstracto vino a ser “el salto cuántico”. Surgió cuando pude, o asumí que
podía, comprender la abstracción de una idea o de un sentimiento o, mejor aún,
de un deseo. En ese orden asumo que lo fui configurando. Y sigo, comprendiendo,
explorando, curioseando. Así es y así será. Aquello de la composición
figurativa fue el comienzo.
Aun así, admito que la “atmósfera”
en la que flotan las mujeres de la serie, construye un entorno sugerente que
está abstracto, omnipresente.
En la serie
abstracciones, esa serie que Lucía ha dado en llamar Impresionismo Abstracto
(de ahí su nombre), cada imagen se construye y se compone en el soporte de un
modo en que, aquello que le dio origen, se hace, se deshace y se rehace. El
deseo originario.
La abstracción, para mí,
es bellamente incómoda.
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El guerrero amarillo |
MPS: ¿Qué planes tiene a futuro?
FG: Vivir, pintar; hacer
arte; vivir del arte y con arte; en Italia, en Europa y en el mundo. Conocer
aquello que no está en los catálogos y pintarlo. Seguir pintando, mis sentires
y mis deseos.
MPS: ¿A qué se debe el artista de hoy en día?
FG: A sí mismo y a la
posibilidad de invitar a otros a conocer
mi mirada a través de mi obra y a ver “lo que no está en los catálogos”… Invitar
a otros a conocer su mirada de sí mismos a través de la obra artística,
analítica y anaclítica, si fuere posible y deseado.
MPS: Usted insiste en su visión del arte como impresión…
FG: Si, deseo aportar algo más acerca de lo que dije de la
figuración y la abstracción. Según lo comprendo, el arte figurativo no existe
sino en la mirada del observador o del clasificador; en la taxonomía inevitable
de la historia del arte o en la mirada y en la necesidad del crítico que
necesita traducir para otros, sea para hacer una caracterización estética o una
cotización para ponerle un precio (que no es ni será el valor de la obra) para
lo cual no tiene mejor perspectiva que cualquier observador u observador
cualquiera.
Cualquier artista que
pinte, desde un bodegón a un retrato, desde un paisaje a la representación más
abstracta e incomprensible de sus fantasías o sus deseos o realidades, inscribe
y plasma en su obra las marcas y señales, las improntas de su inconsciente.
Nada de lo que vemos ahí es real, ni siquiera en la mera representación
realista, realista o surrealista. Vuelvo a Magritte. Y lo digo para argumentar
que mi visión del arte es la impresión.
De ese modo se invita y
se habilita a que cada quien vea con su mirada, con la que puede y con la que
le permite hasta rechazar lo que ve, como aquellas mujeres que no podían ver
las pinturas cuyas imágenes la remitían vaya uno a saber a qué, adónde, a
cuándo…? no lo sé y no me importa, porque esa es la invitación abierta e
incondicional, a mirarse a través del “espejo”, que es la obra que, como Alicia detrás del Espejo (Alice through the looking glass) de Lewis Carrol,
sea vista por ella misma en su reflejo (verse
y verse viéndose) y habitar, vivir y experimentar, por un instante o para
siempre, la noción que le ayude a comprender/se,
a conocer/se, a aceptar/se, a través
de ese mundo imaginario; para continuar su paso por el mundo real, que
permanece por fuera de la obra en la que se está mirando.
Por esto digo que la
interpretación es para quienes tienen la necesidad de ver y proyectar/se ignorando qué, porqué y
para qué. Ver/se sin mirar/se es como lo señaló Jean Paul
Sartre: “El infierno siempre es el otro”.
A mi me ha sucedido algo
muy especial con las mujeres de “Derechos”. Desde que las vi les tomé un enorme
cariño. Me hicieron temblar. Llorar.
Me emocionaron.
No me fijé en su pubis,
que allí estaba.
Vi la amplitud. Hablé
con el contraste de sus colores.
Sufran o mueran,
destilan; están vivas.
Las cobijaría. Las abrazaría
Cuando somos madres
entendemos que todos nuestros hijos, buenos o malos, son parte del todo.
Los derechos allí están
pero debemos despertar los instintos.
El corazón es más
poderoso.
Allí se esconde el
universo.
¡Despertemos!
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Infierno Sartreano |