“Si yo fuera Jennifer López haría exactamente lo mismo” dijo casi para si misma, y para quien estaba cerca la escuchara, aunque algunos otros, sin querer y un poco más apartados, también se dieron por enterados. Mira que tener que pensar en estas cosas. No hace falta ser famosa para hacer exactamente lo que uno quiera, es más, cuanto menos te conozcan mejor, así se hacen las cosas con mas libertad, pensó Antonieta, mientras miraba de reojo a la mujer que en la fila del banco, conversaba animadamente con otra, intentando desprenderse del tiempo al que se le saca el mejor provecho posible, dentro de su enorme miseria.
No pudo escuchar mas nada y tampoco le interesaba. Divorcios. De los famosos, ¡qué cosa tan fastidiosa! Dan para meses de encabezados, para las miles de conjeturas. Ellos están en las bocas de tantas personas que son capaces de repetir tantas mentiras que no es que estas se vuelvan verdad a fuerza de decirlas, es que son falsedades que parecen necesitar muchos para ampliar la menuda existencia que tienen.
Al final todo es una ficción. Poco importa la verdad y esta es un asunto individual porque en todo caso la pareja fracasó, triunfaron las singularidades de cada quien.
Lo íntimo pareciera no existir, pero está allí, del color que se le quiera poner. ¿Hacer lo mismo? La verdad que hacer lo mismo de algo que a la final no se sabe es algo como loco. Pero eso no impide vivir y vivir bien. ¿Cuántos locos no hay por la vida haciendo de todo, lo que la gente se pueda imaginar y lo que no, y pretenden que son muy pero muy felices?
¿Lo serán? Pero… ¡qué importa! En cuanto al famoso, el marketing, es el que marca la pauta. En los que viven sin esa engañosa compañera que es la fama la cosa puede ser muy distinta porque hacer lo mismo que la López es algo así como hacer lo mismo si uno se encontrara, como ya ha sucedido, con un hombre embarazado. ¿Qué haces? ¿Como digieres eso? Te tienen que dar muchas explicaciones y la verdad es que ninguna conmoverá porque todas se verán desde la óptica que limitadamente han enseñado: blanco o negro; y grises contaminados, de todo lo inimaginado también.
Antonieta intentaba leer un libro estilo Agatha Christie para ordenar el desorden que siempre existe mientras se espera inútilmente. Pero el mensaje le seguía dando vueltas en la cabeza. A veces se pegan ideas como enredaderas a un árbol.
Imitar a los famosos suele ser esclavitud de muchos. Pero la atracción parece ser tan enorme que la mimesis se ha difuminado hasta en los rincones más tribales del planeta. Por rincones apartados del mundo se encuentra un plástico de “civilidad” machacando entre las sienes de la conciencia que nuestras marcas son livianas. También severas.
Antes, después, ahora: la misma cosa.
Antonieta necesitaba en este punto de su pensamiento reírse un poco porque se estaban poniendo demasiado intensa. Lamentó no andar con su marido quien le estampaba un beso y la llevaba a cobijos que solo se consiguen con ojos cerrados, para olvidarse justo de las ideas que volaban por los cuatro puntos cardinales de la mente.
¡Que bueno que la mente tenia muchos mas cobijos! ¡Y no tenía sabor! Porque habrían pensamientos menta pero también se descubriría mas hiel de la que la humanidad podría tolerar.
Vamos a ver. En esta fila llena de simpáticos coterráneos, perfumados en su mayoría, muy bien vestidos, luciendo lo que tienen y lo que podrían dejar de tener, había una mujer que hubiese hecho lo mismo que la cantante puertorriqueña. ¿Dejar a un marido feo y flaco pero muy talentoso? Otra pensarían: ¿y rico? ¿Engañarlo? como dicen… Porque cuando se trata de famosos todos piensas que son cosas de arreglos… Para los demás, generalmente, va la visión de todo lo malo y para la intimidad la resolución de lo que no sabemos.
Los famosos terminan pagando la frustración de lo que se quiere y no se hace. Pocos de ellos son originales y los que realmente se dibujan por allí huyen del primer motor de la mentira: los medios.
Para que este mundo funcione todo tiene que ser predecible y cuando no es así se inventa.
Antonieta se dio cuenta que estaba entre Jennifer y Agatha. Era como comparar un erizo con una araña. Si tuviese que inventar una novela de suspenso, con asesinato de por medio, estaría en un gran aprieto. La Christie era sumamente cuidadosa al momento de escribir sus tramas y como sabia de antemano quien era el asesino, los regodeaba en una serie de trucos narrativos que fue aprendiendo con la paciencia que da la pluma, la revisión, el gusto de lo que se esta haciendo, para retar la inteligencia de la planificación.
Jennifer, afortunadamente, no inspira asesinato alguno, solo seguirla en no se que… Toda una ficción de la realidad de muchos (20/07/2011).-