domingo, 10 de julio de 2016

Cuerpo a la vida

Lo más parecido a morir es tener que entrar, o más bien que nos lleven, a un quirófano. Después de la silla de ruedas está la amplia camilla y, encima, una luz redonda y enceguecedora que pronto no veremos, porque ya nos habrán drogado para continuar los expertos con la extirpación del mal por el que allí descendimos. Las mujeres además somos capaces de permitir esa muerte a medias a través de la cesárea por la que nacerá un ser al que hemos estado gestando. Y así empiezan muchas contradicciones en el precario entendimiento de la existencia.

Cuando despertamos de esa muerte selectiva, aún con el dolor más rabioso, sabemos que la vida nos dio la oportunidad del regreso, que los químicos no pudieron dominarnos y alcanzamos así una resurrección rara, pero al fin y al cabo, un renacimiento, para continuar en la coexistencia; con todo lo que vinimos a hacer aquí, lo descubriéramos (aún), o no.

Pero la sociedad actual sufre de un drama mortuorio. Mientras hay países que no parecen haber aprendido nada de humanismo y, por el contrario, hacen diariamente brutales carnicerías para propagar el odio y la intolerancia, hay otros que sencillamente están anestesiados. Y aunque la anestesia sea estándar (hay diferentes clases, dosis y marcas que revelan sus grados de opacidad), también hay que reconocer que también las personas que conforman las colectividades no son las mismas, porque recordando geografías y trópicos, es que medio se alcanza a entender algo de cuanto ocurre.

Anestesiados por la droga que ya se consume en demasía de muchas y diferentes formas. Por la politiquería. Los ciudadanos han sido arrinconados por las ventas. Las nuevas tecnologías existen por ellas y los seres humanos se han acostumbrado a ofrecerse como si fueran mercancía. Bultos apenas en una sociedad de consumo, alérgica a los tratados globalizadores de bien común, observándolos como sospechosos.

En naciones donde se han hecho notables esfuerzos por educar y humanizar, desde pequeños, a sus individuos, viene después la precinto de entender que toda la teoría es una ficción y que la realidad es la asquerosa circunstancia de encontrarse con un grupo dominante capaz de llevar a una mayoría por el despeñadero sólo porque privó el egoísmo de siempre, la astucia; las relaciones entre los todopoderosos. Todo eso mientras tu vecino golpea con fuerza las paredes y los del frente, violando ordenanzas municipales, dentro de una casa, tienen un ruidoso negocio que no te deja dormir. 

Pero tal como escribió Eric Fromm en ¿Tener o ser? : “… la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano. Sin embargo, esto sólo será posible hasta el grado en que ocurran grandes cambios sociales y económicos que le den al corazón humano la oportunidad de cambiar y el valor y la visión para lograrlo” (1997:28).

Los cambios han sido muchos desde que este filósofo escribiera su análisis humanista. Sobre todo tecnológicos. ¿Ayudan?: más bien anestesian y por eso son tan aceptados y perseguidos por la sociedad actual.

Urge manifestar el ego en Facebook. Contar a todos lo que (no) soy: y, luego, existo. Apremia la necesidad de contar, de transmitir, de creer y hacernos pretender que nuestras ideas son realmente  notorias. La democratización y universalidad del decir enmaraña mucho la trampa existencial de creernos por encima y delante de casi todos. Erigirnos importantes olvidando que lo somos.
Quien vive para el Facebook vive para el qué (y lo mucho) que dirán. Y esa es una nueva forma de morir. Anestesiándonos.

Ya no es el ser el que se rehace a sí mismo, es el ser que construye una falsa realidad para que los otros crean que es así y aunque sé que no lo es y todos los que lo intentan lo saben, la aceptación del juego es obedecimiento de ciertas reglas.

No se trata de no ser sinceros o no, originales, entusiastas o masacradores. Todo es lo mismo, a la final. Se trata de esa jugada perfecta que le ha brindado la tecnología a los que realmente dominan al mundo, lo que parece ser importante (el dinero, las ventas) para tener anestesiados a un buen número de gente pensante, capaz; sin querer adoctrinada, en ésta especie de reality diario, constante y embelesador.

Soy porque estoy en las redes sociales. ¿? En buena parte de los idiomas ser y estar son dos verbos separados de significado. Aparte de la dominación que ya puede entenderse también está la profundidad que inadvertidamente ha calado en el mensaje, a juzgar por el eco recibido.

¿Vivimos?, ¿desvivimos? Aferrados a la posibilidad de ser mientras estemos allí, en un escenario por demás virtual, como al parecer somos, nosotros mismos que no hemos percibido la realidad tal y como es, porque estamos dormidos, embotados, medio muertos, en este mal vivir que hemos implantado desde los tiempos que ya ni recordamos, memorizado en nuestros genes.

Ahora son las tecnologías masificadas. Antes tuvieron nuestros abuelos otros métodos para seguir sacándole cuerpo a la vida (Notitarde, 10/07/2016, Lectura Tangente)

Imagen: https://omshreeom.wordpress.com