El tren hacia Figueres,
buscando la frontera con Francia, es cómodo y relajado. El paisaje va cambiando
conforme se quedan más solas algunas pequeñas ciudades y aunque el número de
estaciones se pierde en la memoria por ser muchas tiene el bonito recuerdo de
haber llegado a este hermoso lugar, cuna de Salvador Felipe Jacinto Dalí i
Doménech (Figueres, España, 1904-1989), el genio artista que desbordó en vida
toda su pasión y no dejó de hacer exactamente lo que sintió, con irreverencia y
provocación.
Hizo todo lo que pudo y
mezcló cosas que a nadie se les hubiese ocurrido y aunque su obra se ha
estudiado bastante aún genera esa palpitación constante como la que puede verse
en la parte de las joyas del Teatro-Museo Dalí de Figueres, con el Corazón
Real, expuesto en 1953, elaborado con rubíes, zafiros, esmeraldas, aguamarinas,
peridotos, granates, amatistas, diamantes y perlas, incrustadas en oro macizo.
El edificio, interior y
exterior, tiene que verse más que como una gran obra surrealista como el empeño
de este artista por dejar desgranados todos sus sueños y obsesiones, con la
ironía, el humor y la grandeza que fue capaz.
Veinticinco años se están
cumpliendo de su muerte y todo lo que hizo fue a conciencia de saber que el
artista final es el espectador que entendiendo o no, con mayor o menos
sensibilidad, con superior o módica preparación, es el que finalmente vuelve a dar
vida a lo creado.
El Teatro-Museo Dalí,
inaugurado en 1974, fue construido sobre los restos del antiguo teatro de
Figueres y contiene desde las primeras experiencias artísticas y sus creaciones
surrealistas hasta las obras de los últimos años de su vida.
Autorretrato con
l’Humanité (1923), Port Alguer (1924), Muchacha de Figueres (1926), El espectro
del Sex-appeal (1932), Retrato de Gala con dos costillas de cordero en
equilibrio sobre su hombro (1933), Autorretrato blando con bacon frito (1941),
Poesía de América-Los atletas cósmicos (1943), Galarina (1944-45), La cesta de
pan (1945), La nariz de Napoleón transformada en una mujer encinta que pasea su
sombra melancólica entre las ruinas originales (1945), Leda atómica (1949), Galatea
de las esferas (1952), La apoteosis del dólar (1965), o Aurora, mediodía,
atardecer y crepúsculo (1979); así como el conjunto de joyas de inspirada
belleza son piezas que nombramos por ser justamente las más exaltadas de su
creatividad.
La Sala Mae West que se
admira a través de un espejo después de subir una incómoda escalinata, la Sala
Palacio del Viento, el Monumento a Francesc Pujols y el Cadillac lluvioso
fueron diseños especialmente elaborados por Dalí para este lugar que contiene
su esencia.
Al visitarlo hay tres
salas muy bien diferenciadas en el recorrido si es que los visitantes no se
desbordan ante tanta pasión: El Teatro-Museo, propiamente dicho, formado por el
viejo teatro municipal incendiado convertido en un conjunto de espacios intrínsecamente
armonizados como estancias luminosas de permanencia y creación.
El conjunto de salones,
consecuencia de las progresivas ampliaciones del Teatro-Museo, donde la intervención
personal de Dalí fue testimonial o inexistente. Estas salas forman parte
físicamente de Torre Galatea, y en ellas se exponen obras del legado de
Salvador Dalí, montajes ópticos como las estereoscopías y los anamorfismos.
Y la sala de exposiciones
Dalí·Joyas, inaugurada en 2001, donde se presentan las treinta y siete joyas de
oro y piedras preciosas de la antigua colección Owen Cheatham, dos joyas
realizadas posteriormente, y los veintisiete dibujos y pinturas sobre papel que
Salvador Dalí realizó para diseñar las joyas.
En el centro del museo
está la cripta de su tumba.
Artistas como Antoni
Pitxot, Evarist Vallès, y la colección privada de Salvador Dalí con obras de El
Greco, Marià Fortuny, Modest Urgell, Ernest Meissonier, Marcel Duchamp y Gerard
Dou están allí, a su lado, porque así él lo quiso, lo que también es un
elemento enriquecedor de esta visita.
Surrealista, incitador, excéntrico,
ególatra y con un deseo irremediable por convertir todo en arte aún atrae las
miradas de quienes lo reconocen como el hombre que derritió relojes y creó
paisajes fantásticos con jirafas y elefantes en lugares donde jamás
anteriormente fueron colocados.
Un genio para visitar
alguna vez (Notitarde, 26/01/2014, Lectura Tangente).-