domingo, 29 de junio de 2014

Luisa Dunia: Vitro Retrospectiva




Dominar dentro de las artes del fuego el vidrio es complejo y apasionante, porque además de tener un amplio conocimiento, ejecutar muchas pruebas, se tiene que manejar precisión científica y, conceptualmente, preparar un universo de expresión cuando se quiere trascender e ir más allá de los elementos sencillos que casi siempre forman parte del trabajo de innumerables artistas.

Luisa Dunia, nacida en Santiago de Chile,  estudió artes del fuego tomando la especialidad del vidrio en el Taller Artes del Fuego, con el maestro Cándido Millán, el taller  sobre uso del color bajo la tutoría de  del máximo representante del pop art a nivel mundial, Carlos Cruz-Diez, y obtuvo finalmente el  diplomado en Artes del Fuego de la Universidad de Carabobo; desarrollando su carrera artística en Venezuela.

Ha participado en diversas exposiciones colectivas e individuales tanto nacionales como internacionales, representando a Venezuela en la Exposición de Hannover.

La Casa de la Cultura, situada en la Hermandad Gallega de la ciudad de Valencia,  le ofreció sus espacios en reconocimiento por su participación como representante latinoamericana e investigadora del vidrio en el MAVA (Museo del Vidrio de Alcorcón de Madrid), y la Quinta Gira de estudios en la República Checa, auspiciado por la Alcaldía de Madrid.

La exposición  titulada Vitro Retrospectiva,  que se inaugurará este jueves 3 de julio, a las 7:30 pm, presenta una variedad de obras en vitro-fusión, preformado, tack fusión y templado, que es una recopilación de las series Rostros, Lunas y Crisálidas, entre otras obras inéditas.

Los rostros se presentan bajo una técnica de preformado, jugando con las distintas transparencias que se obtienen del vidrio, inspirándose en  la belleza de la fisonomía facial humana, reflejando en sus expresiones los diversos sentimientos. Viajando a través de la vitro-fusión y el tack fusión, Dunia, nos lleva por un mundo de Lunas, galaxias y estelas lunares bañados de tonalidades azules y verdes.  Aterrizando en la naturaleza tropical  las distintas crisálidas, a todo color,  rememoran  la exuberancia de la selva, con sus altos contrastes en los que ella juega: luz, color y transparencias dan vida a sus obras.

La también creadora, Anna Fioravanti, revela con estas palabras escritas para el catálogo lo siguiente: “El vidrio, cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos y  que a partir del sílice  se transmuta en el material transparente  y frágil que todos conocemos,  en las manos hábiles y creadoras  de Luisa Dunia, por medio de su inventiva  e ingenio, dentro de las técnicas formales que la artista utiliza, que la llevan  con audacia a probar,  experimentar e innovar, se convierte  en sugerentes  piezas de arte que hoy nos presenta en su muestra a la que  ha titulado: Vitro Retrospectiva.

Transparencia, color, elementos superpuestos, movimiento, fragmentación, son características fundamentales  que dan a  la composición profundidad  y dinamismo en los trabajos de la artista. Las formas geométricas en sus manos experimentadas, se fragmentan y recomponen, creando nuevas figuras e imágenes sugestivas a través de  las cuales Luisa Dunia, no quiere probarnos  nada, sino provocar nuestra sensibilidad.

En esta muestra, recopila  algunos trabajos de sus últimos años, junto a algunas piezas inéditas”.

Lunes Rodríguez, director de la Galería Braulio Salazar (UC), escribió con motivo de la muestra en  la Embajada de Chile en Venezuela y UNESCO-IESALC Venezuela (Caracas, 2009): “La presente exposición compila los más recientes trabajos de Luisa Dunia, las piezas que acá observamos se desprenden de un proceso personal en su evolución como artista, llevándola a poseer un hábil manejo del vidrio, el cual descubre casi paralelamente al placer de inventar que procura esta disciplina con más de 2000 años de antigüedad, transformándolo en formas realmente espectaculares. Su obra logra el equilibrio perfecto entre la técnica y lo que ella quiere expresar como artista.

El espacio propuesto acá, hace posible una lectura en profundidad de la obra, más allá de la figura, ésta habita el espacio y, en algunos casos, evade la fusión con él, dando paso a un relato, a una anécdota, a un mensaje o una circunstancia cotidiana que le identifica, es esa atracción que irradia casi instantánea hacia ella, es precisamente, la poética que permite que cada uno de nosotros aborde el laberinto interior de la sensibilidad…”.

El tesón de Luisa Dunia ha sido inquebrantable. Largas horas de estudio y perfeccionamiento la acompañan ante la maravilla que se teje en sus piezas. Son conjuntos armoniosos, con una estética cautivante, producto de esa pasión, y de innovar ante las clásicas enseñanzas que también amordazan la concepción del vidrio.

En el año 2013 esta artista inauguró la Galería Dunia Menge, ubicada en avenida principal de Santa Cecilia, quinta Shivatty,  No. 121-12, en Valencia, donde ofrece continuamente exposiciones de artistas (29/06/2014).- 

Composición fotográfica  cortesía de Anna Fioravanti.

http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Luisa-Dunia-Vitro-Retrospectiva/2014/06/28/335434 

domingo, 22 de junio de 2014

Fuego tintado

Gabriela Láscaris con tres de sus obras durante la inauguración de la exposición

El próximo jueves 26 en la sala de exposiciones del restaurante Casiquiare se presentará la muestra individual de Gabriela Láscaris, Retro actual, a partir de las siete de la noche.

Cuando  la conocí y entrevisté  me habló de su esposo, fallecido años atrás, Teodoro Láscaris-Comneno, escritor y filosofo, padre de sus hijos, con quien disfrutaba las charlas y el conocimiento que él emanaba, a todos los que lo conocían, en las tertulias informales que brindaba en su hogar.

El último libro que han editado de su obra es Miscelánea  universitaria filosófico-histórico (editorial Salamandra, Tunja, 2013) gracias a la labor de un editor amigo, que en Colombia, se ocupa de sacar a la luz la obra de este hombre que se dedicó a leer, escribir y pensar para generaciones futuras.

Aún con el recuerdo intacto, que ella conserva con amor, manteniendo el estudio donde el dedicaba largas horas a las tareas que todo filosofo realiza, se permitió hablar entonces de su incursión en el mundo del arte, una vez que sus hijos estaban un poco más grandes, y tenía más libertad para dedicarse a ello.

Con humildad y sencillez fue explicando la pasión que le surgió por las artes del fuego y, en particular, por la quema primitiva, que le permitía una creación pura, difícil, exigente; capaz de trasmitir el origen de todas las formas vivientes.

Después le vino aquello de hacer dibujos, semblanza de seres humanos, con trazos muy libres que ella consintió, en los que los esbozaba con un ala porque perdieron la otra al estar en la tierra, expuestos a tanta deshonestidad por aquello de sentirse separados de su esencia.

Ella cuando habla de sí misma rinde homenaje a Teodoro. Es su forma de reconocer el amor: “Ser en uno y ser en los demás. Ser de un mundo y ser para el mundo. Y para un mundo, más perfectible, mejor en lo material y en lo espiritual” (p183), escribió el filosofo Láscaris.

Gabriela Láscaris es una mujer que se ha permitido ser. Esa es una gentileza, muy suya,  raras veces observada por los caminos de este transitar. Además, es también, una libertad que pocos se regalan a sí mismos e, irónicamente, es la puerta de una felicidad constante en la llamarada de la vida.

Por eso es que las líneas, los trazos, los garabatos, los dibujos de la prisa que ella saca a la luz en esta muestra revelan, por sobre todas las cosas, alegría; la que engendra toda luz gozosa y traviesa que intenta comunicarnos sencillez, espontaneidad. Resultado fugaz y perenne en el encuentro con la creatividad.

Como artista, en sus comienzos, enamorada de la quema de las artes de fuego primitivas, estuvo consagrada a este difícil arte que requiere además de perseverancia y suerte, una dedicación casi mística al momento de producir una pieza.

Lo hizo dejando muchas veces su piel chamuscada en los intentos por lograr en esa perfección incontrolada que es el fuego, su huella, al moldearlo, justo cuando va cuando va comiendo la tierra, enceguecido por la prisión de las cuevas pirotécnicas de la flama.

 Luego vinieron las figuras de Ángeles, con una sola ala, puesto que así estamos todos los seres humanos, a su entender, en este plano físico.

Esas alas cubren aún algunas de sus figuras. Son manto. Son la calidez que los cuerpos necesitan. Son las fuerzas reposadas hacia el amor.

Pocas veces ha sido seducida Gabriela a participar en exposiciones y quizás este arrojo tiene que ver con el poder mostrarse en este juego de libertades que trazaron sus manos, en la sola invención de la línea que lleva al nacimiento de figuras definidas en las rayas, en el grosor, pero por sobre todas las cosas en las finas y a veces apenas esbozados temblores de los pliegues que ofrecen las tintas y las manos en  movimiento.

Como se ha permitido ser, Gabriela muestra su abanico sonoro de dicha, de ingenuidad, franqueza y pureza, pues el regreso de la madurez a la niñez, a ella, en particular,  como a muchos creadores, le sienta bien. Porque atrajo la esencia de lo aprendido que se vuelve único, una vez olvidado.

Concentrada en su sensibilidad risueña juega al círculo, al remolino, a la energía de la vitalidad. En cierta forma es el fuego tintado, un poco más calmado, reiteradamente vivo. Jugando a formarse en ese presente que fue el pasado (Lectura Tangente, 22/06/2014, Notitarde).

Foto cortesía de Anna Fioravanti 

domingo, 15 de junio de 2014

Luna


Se ha mostrado disipada en este junio. Nubes muy blancas la cubren, algunas veces tenues, otras un poco más espesas. Pero el aire las revuelve rápido, con la sonoridad que solo puede escucharse en la oscura claridad de una noche y en el silencio.

Cuando por fin se muestra es refulgente. Algunos podríamos decir que hasta celestial. La gente de la mar y de los campos le piden, mucho más que la de la ciudad, y son tan sencillos esos clamores, tal vez los mismos durante tantos siglos, que para ella es fácil derramar con toda su influencia la concesión de esos  deseos.

Mes a mes, años, siglos; el intemporal propósito, la muestra, muchas veces, y en apariencia, sin enseñarnos nada de ella. Y no se trata de un misterio romántico o pletórico. Ella, la luna, tiene fases, más comprensibles, aunque todos se concentren en su enigma, porque como  (deficientemente) se interpreta tiene un lado oscuro y un sonido que escapa a lo conocido por los humanos. Creemos, entonces,  en la ignorancia de reconocernos fuera de ella, sin ella, por la distancia; cuando ella en verdad es puro acercamiento. 

Las mismas peticiones, tácitas en el corazón, han sido escuchadas con la serenidad que ella arroja en su visión. Su calidez blanca. Su piel transfigurada, su origen por nosotros y para nuestra perfecta evolución en la tierra. 

Tiene una danza constante, día y noche, en la que afina todos y cada uno de los puentes, con unos movimientos seguros, expuestos a la alegría, a la meditación, al cruce de los pájaros por los horizontes, que guían hacia el nido, a la morada sin miedo, que brinda esta existencia.

Un repaso por nuestra historia y por nuestra geografía abrupta, poco placentera, plena de formas sin sentido, sería suficiente para salir huyendo de nuestra órbita. Pero las interpretaciones no caben en su alma. Los seres humanos cimbrean su paso por esta tierra.

La luna, tan importante en nuestra vida, pasa desapercibida, como el sueño de no despertar, de luchar en contra la existencia, que es paz,  serenidad; mezcal de una faena realizada sin esfuerzo alguno, porque nada más hay que ser. En el aquí y en el ahora. 

Si ella contara su historia, brazadas impresionantes de luz, escucharíamos el sonido silente de un vuelo que desea pasar rasante por nuestra vida para alimentar el fuego de la dicha que se colma a raudales en nuestro cuerpo material, haciendo inmaterial ese momento de conexión, de elixir pleno con nuestros puntos de luz internos.

Pasaría por alto el tiempo perdido, los años que no existen, las vidas que fueron desperdiciadas y las que causaron daño a todo su alrededor. Volveríamos a ser su manto, su brillo; su desnudez.

Reconoceríamos que su lado oscuro es reposo y que ningún mal alimenta sus ciclos pues ella es un gozo, fácil de visualizar, de querer; de sentir. 

Los océanos tienen comunicación perfecta con ella. Los peces quizás sean sus manifestaciones favoritas porque viajan con ella, sin oposición, por todas las corrientes que ella inventa en su profunda e inmaculada creatividad.
Roja, anaranjada: empequeñecida; gigante, ella permite la iluminación de los seres humanos, el despertar de su conciencia y corazón. Canta, baila; magnetiza naturaleza y designios por igual. 

A cappella emite su fuerza. Tiene rasgos de deidad pero por sobre todas las cosas es un espíritu sereno que debemos llevar en el corazón sobre todo cuando hay energías deambulando por la verdadera oscuridad que está en la tierra, en este globo terráqueo, dinamitado de intereses ajenos al bien universal.

Luna de mitad de año. Hermosa. Silente. Diáspora de fuentes ancestrales. Concentración de origen. De día o de noche hay que meditar en ti, en tu grandeza. Reflejo inconmensurable del comprender. 
Foto: 
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domingo, 8 de junio de 2014

Fe


El salón estaba bastante fresco. Las lluvias aplacaron el calor y esa mañana en particular estaba colorida y alegre. Así lo sintió la maestra que puso a todos los niños a dibujar la fe en sus hojas blancas.

Todos se quedaron mirándola. Le preguntaron y ella con palabras sencillas trató de explicarlo.

-La fe es un regalo. Es la certeza de que todo lo bueno que deseamos ya está cumplido. La fe es plena confianza. La fe es saber que nada malo va a suceder y que cuando sucedan cosas inesperadas que pueden ser muy dolorosas, a veces, éstas se presentan para hacernos todavía mejor y, en fe, transformarlas en lo mejor para nosotros y quienes nos rodean.

Todos se pusieron a dibujarla. Una gran caja de regalo con lazo de colores. Un horizonte con un sol iluminando con fuerza todo el espacio pintado entre azul y rosa. Una calle con niños jugando. Un papagayo tipo cometa surcando los aires. Una cruz de madera. Una Iglesia. Un árbol. Muchos niños agarrados de la mano en una rueda. La cara de la maestra. Una pelota de colores. Una montaña con árboles de diferentes verdes. Un cielo azul. Un paisaje marino con conchitas de mar incluidas. Un monstruo verde con cara sonriente. Un corazón muy rojo. Un ángel cuyas enormes alas llegaron al límite de la hoja y rebozaron hasta el pupitre, terminó de colocar la alegría del grupo. 

La educadora quedó satisfecha. Dieciséis dibujos sobre la fe. 

-Ahora vamos a buscar entre nuestras cajas algún objeto que tengamos que nos represente la fe. 

Todos fueron a buscar sus cajas de zapatos decoradas y debidamente identificadas para ver qué encontraban.

El bullicio se expandió pero luego ella puso orden y les pidió que en nombre de la fe se concentraran.

Al parecer no había mucho con qué representarla.

-Abran su imaginación, les dijo.

Manuel escogió un trompo y no supo cómo relacionarlo. Todos se rieron. Era su juguete favorito por lo tanto la maestra lo felicitó porque así debía llenar la fe el corazón. 

Ana Victoria con los palitos de helado escribió la palabra. También fue reconocida con aprobación.

Armando Jesús dijo que el pabilo ayudaba a atar la fe. La burla fue generalizada pero bien supo la maestra hacer valer su escogencia. La fe no se ata pero de vez en cuando necesita un cordel suavecito para atraerla a nuestras vidas.

Max encontró tres metras. No supo qué decir pero le parecieron que era la fe. La docente guardó dos de ellas en la caja y le dejó una que bastaba para representarla, con sus colores hermosos y su nitidez.

Cristina sacó una pluma de pavo real que tenía, toda desarticulada, a la que acomodó lo mejor que pudo: "Porque es muy bonita", fue su respuesta.

Oswaldo puso una chapa. Todos lo tomaron a guasa y aunque no pudo la educadora descifrar muy bien lo que él quiso expresar a pesar de prestar mucha atención, entendió que en su caja no había mayor cosa y ésta representaba la redondez de la fe y también lo congratuló.


Las morochas Rodríguez se pusieron juntas esta vez y con papel de seda recortaron un par de estrellas. Una blanca y la otra azul.

Isabelita y Pedro Enrique escogieron lo mismo: Un yoyo. El de ella era menos grueso que el de él y los dos no tenían cuerda del poco uso que le deban. Esperaron a que los arreglaran y se pusieran a jugar. Los deslizamientos fueron torpes y desenganchados frente a un público socarrón. Fueron felicitados porque este instrumento también desliza y atrae la fe en la vida.

Leo, Teresita, Arturo y Joel estaban con los rostros entrompados y sus cajas cerradas. No habían encontrado nada, aunque uno de ellos al final dijo que la caja misma era la fe con lo que la maestra aplaudió con ganas la ocurrencia.

Javier puso la madeja de estambre rosa. Dijo que la fe era así: Suave, caliente y en forma de nido. También tuvo la recompensa de una gran sonrisa.

Por último, Luis Enrique, tenía una crucecita de madera, con la carita de Jesús y le dijo que esa era la fe.

Ella asintió y les dijo que todas esas representaciones debían ser guardadas de nuevo en las cajas. Guardó los dibujos en una carpeta. Pidió silencio. Les solicitó a los niños que le indicaran dónde estaba la fe.

Unos mostraron las manos extendidas. Otros señalaron la cabeza. 

Como guía los llevó a colocar las dos manos en el corazón y, siempre con los ojos cerrados, sintieran; porque ella en modo alguno podía dibujarse o representarse. 

http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Fe/2014/06/07/331910  



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domingo, 1 de junio de 2014

Primero de junio





Llega la fecha puntualizada, cuando el Palo de Vera se incendia de luz en la resequedad de las montañas para animarnos a resplandecer en ese amarillo, en algunas partes, mezclado con el vibrante Araguaney, que todavía dan muchas más ganas de vivir en esta naturaleza tan asediada e incomprendida por todos nosotros, marchantes de la raza humana.
El espectáculo llega a nosotros, a nuestros ojos, como reflejo de ese otro paisaje interior. Reseca, la tierra aún ofrece sus maravillas, sus alborotos acuarela para recordarnos que la vida es ese mosaico de piezas que engranan con solo pellizcar ese reconocimiento por todo lo que nos rodea.
El Palo de Vera permanece seco. Encogido. Parece tan blandengue que se vaya a caer. Tan endeble que se parta en dos, con el sonido de algo inmaterial. Tan irritante que se quema en sí mismo y todo es parte de un aguante extraordinario, cara a la primera lluvia de mayo que lo hará florecer, y así llenar nuestras montañas de una primavera silente, muy cerca del verano, propio de estos trópicos caribeños, donde la salitre inunda poros y articulan los sentidos en las noches cuando se está muy cerca de la mar.
El ser se inunda en el sencillo acto de reconciliación de la vida.
La luz está. El cielo también. Días lluviosos para ser interpretados como bendición. Fuentes que se abren por todos lados.
La vida se celebra a sí misma en un acto de simple abundancia, con el estreno diario de todos los sentidos hacia nosotros, que hemos sido capaces de realizar los peores actos en una separación existencial que se ha inventado el ego.
Y ella sigue allí, apoyándonos. Perdonándonos.
Y la humanidad luchando contra los fantasmas inventados por mentes obsesivas.
Hay cierta felicidad en ese árbol que se recoge por tanto tiempo para después florecer. Debimos aprender de él puesto que lo tenemos tan cerca y alumbra todas las montañas de nuestro suelo.
Se ha sembrado a sí mismo, siempre está allí, en los litorales, en la aridez más profunda de la que hemos acumulado sin necesidad por siglos.
¿Aprenderemos?
¿Miraremos hacia dentro más allá de la forma y de las palabras inútiles que están haciéndonos ver lo que no somos, lo que hemos perpetuado en la inconsciencia?

A pesar de su encanto nunca me cobijaría en un Palo de Vera, a menos que quisiera sufrir, como buena parte del mundo.
¿Sufrir por desilusión?
Jamás.
¿Cómo puede algo que es desencantar?
Desinfla el ser que no es capaz de ser.
Por eso en este primero de junio miro a la vida con el encanto que brotan de luz del Palo de Vera, mucho más de nuestro Araguaney que por hermoso ha sufrido el egoísmo de su siembra, puesto que necesita del gozo de nuestra vigilancia y cuido.

Existe un país que se llenó de manzanas porque un solo hombre se dedicó a sembrar sus árboles por todo su territorio. Uno solo basta para reencontrarse con la vastedad.
Pero aquí estamos discutiendo por cosas tan elementales como vivir.
Como alcanzar un vuelo.
Como vivir siendo quienes somos, con nuestros principios, conquistados de aciertos y errores.
¿No habíamos superado esto siglos atrás?
¿Regresó el pasado?
¿Quién lo trajo sin nuestro permiso o es que acaso viene porque fue ficción el haberlo superado?
La revisión profunda viene del cielo. Pero éste no se encuentra allá arriba ni es reflejo azul. Él está dentro de nosotros. Más allá de la mente estructurada para el fracaso.
La exploración es en dirección a nuestro corazón. Nuestra mente. Nuestro cuerpo. Está más allá de lo condicionado. Está mucho más allá de las quejas y la depresión que causa vernos como nos cuentan las noticias diarias.
El Palo de Vera hoy, esparcido por toda Venezuela, dice mucho más que unos cuantos hombres y mujeres. Es bonito escucharle hablar. Solo hay que agudizar el cuerpo interno de nuestra Alma (Lectura Tangente, 01/06/2014, Notitarde).- 
(http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Primero-de-junio/2014/05/31/330563)