domingo, 25 de mayo de 2014

De Ángel



“El diablo se viste de Ángel. Tranquila, tu cara no se nos olvida”, fueron las palabras de una de las dos mujeres, a una tercera que había protestado porque ellas se habían coleado y no le permitían acceder al objeto tan deseado.

El tiempo de observarlas fue el exacto para comprender todo lo que hay que saber sobre una amenaza.

Después de coger los paquetes que el empleado entregaba con rapidez al grupo desordenado que estiraba las manos recogiendo lo ofrecido se dirigió con suma rapidez a su oficina.

Los compañeros la vieron rara. Ella tiene la personalidad de las echadas pa’ lante. Es más, todos creen que come y devora tigres en las noches a decir de su siempre especulador tono. Sin embargo ese día hasta ella misma se reconoció timorata.

Quizás fue la forma o tal vez las miradas o el saberse tan vulnerable casi por nada. No tenía a nadie conocido cerca para sentirse apoyada como las otras dos. O la expresión misma con esa voz aterciopelada y malandrina. El gesto de la mano abriendo los dos dedos extremos. O la posición de la boca, un poco ladeada al hablar.

¿Sería que el pollo sacrificado al estilo musulmán traído de Brasil le había causado efecto?

Se acordó entonces que aún reposaba congelado en la nevera.

A esas plumas no le podía achacar su miedo.

Tenía más edad. Tampoco podía negarlo. Sus hermanos le habían enseñado a pelear. No tuvo inconvenientes en entromparse con hombres más grandes que ella pero sencillamente se asustó; no podía negárselo a sí misma.

Trataba de recordar los rostros de las mujeres y ya se le habían perdido en la memoria.

Pensó en cambiar la rutina… Ponerse el suéter al salir para que no la vieran con el uniforme… con ese calor…

Cuando se le contó a sus compañeros todos dudaron alarmados: Qué quedaría pa’ el resto cuando la más violenta trajo una palidez y un nerviosismo tan desconocido para ellos que desde hacía algunos años la veían trajinar con palabrotas, gestos, intimidaciones y cuentos de fondos cernidos sobre el lodal.

“Irina tiene miedo… Irina se cagó …" era el susurro generalizado acompañado de aquel tan vulgarizado “Quien la manda…” o “A cada cochino le llega su sábado” mas el escarmentado “A ver si aprende”…,  nociones que le daban a ella la perfecta señal de que recogía lo que había sembrado. Conductas que apenas horas antes la hacía sentir orgullosa, momentos después la ponía a recapacitar casi sin vocabulario para hacerlo.

Durante el día volvió sobre lo mismo. Una y otra vez. Leía el Twitter y las noticias no eran para nada alentadoras. Iba a tener que prescindir de tanta información de sucesos. De un lado a otro saltaban sin dar siquiera tiempo a rechazarlas.

Se maquillaría mas… se teñiría el cabello de otro color.

Se acordó el pastor que hablaba tanto del innombrable por la radio y que la mujer había mencionado con tal desfachatez.

El evangelio… últimamente lo estaba escuchando demasiado… ¿se tendría que convertir entonces como su madre y su ex a ese culto? ¿Sería la señal?

El ruido del botellón crujiendo agua mientras Pablo lo colocaba en el dispensador le hizo acordarse de que no quedaba otra opción que salir y encararse con lo que tuviera que venir no sin constatar cierto ardor entre las tripas. Le había caído mal el almuerzo.

Salió con el grupo que andaba despreocupado. Se montó en el transporte privado que como todos los días los llevaba a sus hogares. Entre conversaciones y silencios fueron dejando a los que se quedaban antes que ella hasta que fue su turno. De la plaza a la casa era un trayecto de cuatro cuadras.

No veía nada raro más que la oscuridad, la venta de perros calientes del vecino y sus olores provocadores de hambre cada vez que llegaba. Eran parte de su rutina.

Con las tipas de la mañana era bien difícil que se las encontrara. Ya estaba en su territorio.

Entró a la casa, la perra la recibió con los brincos y los potes de comida y agua, vacios. Su hijo estaba con la novia en el cuarto y el televisor de la sala encendido.

Meneó la cabeza en señal de aburrimiento. Se metió en el baño y tras ponerse cómoda se fue a fumar al patio.


Su cabeza empezó a hablar: “Esas sucias tienen que ser de Quebrada Seca. Siempre van al supermercado en cambote. Lo que tengo que hacer es dejar de ir por allá algún tiempo y mandar a Pablito cuando lleguen las cosas. Voy a vestirme de blanco así mi jefe se moleste por el uniforme. Yo también se de Ángeles y nadie asalta así nomas al demonio” pensaba agarrando cierto vuelo de valentía; dejando escapar, por fin, lagrimas de indignación (Lectura Tangente, 25/05/2014, Notitarde).-  

Imagen: cosasdelpolonorte.blogspot.... 

domingo, 18 de mayo de 2014

Dimensión del espacio



En muchos lugares la naturaleza es el asombro así como el espacio es la muestra de una genialidad aún por descubrirse, más al sabernos tan minúsculos en esa danza del espacio y la vida.

Los artistas desde su creatividad, sus deseos y necesidades de transmitir y, hasta su ego, juegan un poco a ser, por momentos, padres de una obra, por lo tanto, pequeños dioses que deciden, herramientas, composiciones, materiales, formas y expresiones capaces de comunicar lo que tienen dentro.
Hay quienes juegan desde la sencillez y otros desde la majestuosidad aunque ya desde tiempos remotos ambas cosas se conjugan en las creaciones plásticas, inclusive, en las literarias.

Pero hay un llamado Land Art (arte terrestre, de la tierra) que buscó (aún lo hace) conjugarse aún más con la ya de por si efervescente naturaleza para jugar, la mayoría de las veces, a su monumentalidad y hacerla, por momentos, todavía más atrayente. Son instalaciones enormes que en buena parte se han realizado en suelos ya bastante erosionados por los mismos procesos naturales: desiertos, volcanes, costas marinas casi inhabitables; y en menores proporciones en lugares donde la naturaleza es tan magnánima que el artista compite con un baño de color inusitado como fue el caso de la obra Surrounded Islands (1983), de Christo and Jeanne-Claude, bordes fucsia para montículos terrestres en pleno mar.

Allí se usaron 6,5 millones de metros cuadrados de tela de ese intenso color flotando para bordear los once cayos en la Bahía Biscayne de Florida, ampliando el perímetro de cada islote. En el momento de instalar la obra la naturaleza y el lugar obtuvo el enorme beneficio de haber contribuido con la remoción de cuarenta toneladas de basura.

Los artistas buscaron evocar cayenas y flamencos en vuelo con telas de polipropileno tejido que llenaron de intensidad el paisaje que dejó de ser por algún tiempo el mismo de siempre.

Christo and Jeanne-Claude se han caracterizado por usar telas o  paraguas pero este arte toma elementos todavía más naturales, piedras, madera, hojas de árboles, tierra, agua; en conjunción o contraste con los mismos elementos como el caso de la aún sobreviviente Spiral Jetty, realizada en 1970, de Robert Smithson.

Es un arte catalogado de mucho más efímero que el resto de las expresiones artísticas aun cuando ya numerosos artistas han roto con ello y han buscado la forma de penetrar el paisaje con grandes propuestas que no se deterioran con tanta facilidad. Abriendo y cerrando espacios en los cielos, en las ópticas y, a final de cuentas, buscando emociones en el espectador.

El paisaje es parte imprescindible de la obra pues dicta a la imaginación del artista qué hacer. De este diálogo intrínseco nace la propuesta y la metamorfosis de las ideas en sensaciones.

Para el autor del libro Land Art en España, Óscar Luis Pérez Ocaña, éste "Surge en EEUU bajo una primera denominación como Earthwork, considerado como una variante del arte conceptual, interesado fundamentalmente por los aspectos procesuales del arte. En un principio fue considerado como un conjunto de obras sueltas de distintos autores y poco a poco se ha definido como una tendencia artística surgida en el seno de la sociedad norteamericana de los años 60".

Muchos son los que utilizan piedras para levantar una mano o hacer girar el destino del horizonte. Pero hay un artista fugaz de los propios principios de la modalidad artística llamado Jim Denevan (Santa Cruz, California, 1961) que como un niño se dedica a hacer hermosos y gigantes dibujos en las orillas del mar, armado con un rastrillo,  que permanecen hasta que el mar los baña y desaparecen, registrados fotográficamente. Son de una belleza indescriptible.
Y es justo viendo sus obras que se siente la unión con el arte cósmico así como cuando se observa la noche estrellada en el lienzo de Van Gogh o el delirio de la guerra en el cielo de El Grito de Edvard Munch.




El universo al que poco a poco vamos teniendo acceso, ignorándolo en casi su totalidad, lo conocemos desde dentro y eso lo saben muy bien los artistas.

“Creo que las grandes esculturas producidas en los años 60 y 70 por una serie de artistas eran una reminiscencia de la época en que las sociedades se han comprometido a la construcción de obras masivas de arte significativas… En suma, la obra sugiere las formas de la caja tridimensional básica, cono, y en forma de cuña esencial para toda la escultura, antigua y moderna. Yendo más profundamente aún, las formas sugieren la morfología cristalina molecular de la que se derivan todas las formas físicas de la materia”, dijo Michael Heizer, uno de los primeros hombres que tuvo la necesidad de trabajar el Land Art.


En el hombre se contiene la dimensión del espacio y universo (Lectura Tangente, 18/05/2014, Notitarde).- 

Imágenes: culturedart.blogspot.com / www.pinterest.com

domingo, 11 de mayo de 2014

Lenguaje de ciudad



Recursos narrativos existen muchos. Hemos visto novelas en primeras personas del singular y también del plural. Desde la Biblia, que para Gabriel García Márquez debe leerse como una pieza literaria, donde por demás hay un capitulo desde la perspectiva de un pueblo que cuenta su historia, como también lo hizo Elena Garro en Recuerdos del Porvenir con Ixtepec; son muchas las búsquedas, los sortilegios que van adentrándose en el universo creador humano.

No es de extrañar entonces que en la novela, llevada a la pantalla grande, La ladrona de libros, escrita y convertida en best sellers en el 2005, sea la muerte, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la que eche mano de la historia, con cierta resonancia sensiblera, de la que creemos carece, no por sí misma, sino por los artificios con que los seres humanos la han inventado, buena mayoría de veces, cuando se le consigue más de forma cruel que de forma equilibrada, como se decora la película de Markus Zusak.

La imaginación salva, así como la lectura y la escritura. Y todo ello es a través del amor que crea un circulo tan poderoso que es capaz de destronar al miedo, a su vez, creador de los horrores más temibles que protagoniza la humanidad, ahora, sin ir más lejos, con la abominable experiencia de las niñas de Nigeria, secuestradas y violadas, por unas ideas tan radicales que hacen ser muy pesimistas con el futuro del globo terráqueo.

Los personajes de esta trama ficticia, creíbles unos más que otros, corresponden a ese constante recuerdo que el séptimo arte, la industria del cine, tiene para con los seres humanos del siglo XX y éste siglo. Los relatos que tienen que ver con el horror nazi no dejan de decirnos también que la ronda del mal continúa. ¿Perpetua?

¿Servirá esta memoria en el celuloide para cerrar capítulos vivenciales? ¿Su exposición constante traerá paz y perdón?

En The Book Thief se busca crear una armonía entre la calle, la nieve, la enfermedad, la guerra y la necesidad de permanecer oculto cuando se es perseguido; y dos personajes inocentes, dos niños que se experimentan en la búsqueda de las verdades y las mentiras, frente al declive del heroísmo y lo que verdaderamente hay que conservar.

En cierta manera hay un lenguaje de ciudad, muy distinta a las nuestras, por supuesto, ambientada en un espacio totalmente controlado como lo es un escenario. Pero es en todo caso en la calle de ese pueblo palpable para el cine donde los personajes se encuentran y se distancias; donde se reconocen los unos y los otros; donde la sobrevivencia canta sus fulgores y sus decadencias.

Otra historia, un poco mas nuestra, revelada en la cinta Pelo Malo, de Mariana Rondón, cuenta la historia de Junior y su imperiosa necesidad de domar su cabello para sentirse un poco mejor con su imagen que ya presiente de artista y como la repulsa de su madre al intuir que su hijo podía ser homosexual, lo ubica en el rechazo más que en la aceptación.

Lo visualmente llamativo de esta película venezolana, reconocida en numerosos festivales como buena, porque lo es, es la ciudad que allí se narra, además de la anécdota escrita por la propia directora.

Yace en la subtrama esa Caracas de a pie, como dirían ahora algunos, donde todo cuesta, donde el caos compite con los deseos de sobrevivencia. La cámara de esta realizadora hace unos paneos y juegos perfectos con el personaje que magistralmente interpreta Samantha Castillo, madre de Junior, durante su paso por la convulsionada urbe a la que apenas mira porque la intuye montaraz,  como si misma.

En la Caracas del 23 de enero no hay tiempo sino para estar preso y ver los edificios, enfrente uno de otro, como si fueran lapidas funerarias, unas sobre otras, como existen en numerosos cementerios europeos, sólo que aquí hasta fallan las flores.

Los sueños de la niña que quiere convertirse en Miss, los deseos de Junior que hilvanan su propia creación en los apenas manifestados muñecos que elabora con fósforos y coloca en los peldaños de los bloques; los temores de la madre y los convencimientos de la abuela dejan realmente el sabor de una historia narrativa completa; redonda.

En Bad Hair la ciudad es tan real, tan innegable que aparece la Virgen con una metralleta, mientras que en el largometraje de  Brian Percival, el espacio físico es el intercambio y reconocimiento de lo externo, como piensan algunos que debería ser lo histórico, desde lo ficticio.

La Caracas dura, nada amigable. La del miedo. La del pasar rapidito. La que mira con ojos sospecha a todo aquel que se acerque es protagonista de Rondón.


Los ladrones, no precisamente de libros, en todo caso,  no tienen nada amable como si parece sentirse en esa otra historia, la alemana, mucho más trágica, en el fondo,  que la de aquí (Lectura Tangente, 11/05/2014, Notitarde).- 

Foto: nuovocinemalocatelli.com / www.movieplayer.it 

domingo, 4 de mayo de 2014

Recorrido por Vestigios de un andar

Dalila Flores Díaz en su taller 

El título de esta columna es el de la primera exposición individual de la artista plástica Dalila Flores Díaz, fundadora del Movimiento Impronta, que permanecerá hasta el 25 de este mes en la sala alternativa del C.C.E.A.S.

Junto a ella, especializada también en literatura, hicimos un recorrido por esta muestra suya, sutil e intima: 

“Mis obras tienen que ver con las huellas del camino recorrido tanto en lo personal como en lo creativo.  Es el resultado de un cúmulo de vivencias, es una muestra de muchas nostalgias.

Hojas, árboles, poemas y el universo femíneo han formado parte de mi creación, así como algunos rasgos infantiles también se han hecho míos. En esta individual traigo un lenguaje nuevo, una exploración con técnicas y materiales diversos, nuevos en mi trabajo, como el dibujo con tinta china, aguadas, acrílicos, solos o mezclados entre sí; y enriquecidos  con telas, gasas, botones, hilos y lentejuelas. Una mezcla de materiales que me ayudan  a lograr un lenguaje plural, de diferentes voces, de diferentes matices.

Nenglita Linda es una de las obras de la muestra, conformada por doce piezas de negritas de  diferentes tamaños y facciones. Es una pieza emotiva, significativa para mí. La nostalgia busca en ese nombre y en diferentes rostros y con diferentes trajes, el regreso de la hija amada y extrañada día a día.

Personajes,  son tres damas con nombres propios. Cuando se los fui dando, vino a mi memoria la imagen propia y la de mis dos hermanas, de mujeres significativas para mí, mi abuela, mi madre, alguna tía, alguna madrina quizás...

Memoria, es un escrito breve donde la poesía surge como tabla de salvación... y de hecho está montada sobre una madera vieja, rota, con clavos que denotan la huella que el tiempo marcó. A veces la poesía llena los espacios negros de tu vida. A veces devuelve la sutileza al vivir. A veces te niega el olor de frustración que la otra vida te brindó. A veces es lo único que tienes para asirte.

Contenido 97-11, es otra obra de un inmenso compendio biográfico, el rostro del amor puro e incondicional de Filipo Manuel.

Nostalgia en sepia, es un trabajo  que conjuga los temas recurrentes en mí, el gusto por la  imagen diversa y nutritiva de las hojas impresas en diferentes telas y técnicas gráficas, en una gama de sepias y dispuestas en dos grandes abanicos como soporte de tela fluida, liviana, como el movimiento mismo de las hojas al aire.
La palabra es mujer  tiene que ver con el carácter femenino de la poesía, trajes elegantes cubren torsos cuyas cabezas, brazos y piernas los construyen poemas breves. Tal vez haya aquí un recuerdo de aquellas figuras de papel que vestíamos y desvestíamos a nuestro antojo en nuestros juegos  infantiles.

En  Vida en blanco y negro reaparece el tema de los árboles pero tanto aquí como en Apuntes para un paisaje incierto, el tratamiento de éstos es casi esquemático: figuras poco convencionales y gráficamente ricas dan al espectador la oportunidad de adentrarse en ese hurgar en la memoria, en el recuerdo más primario de nuestra imagen de un árbol, intaglios, colografías, linóleos; aguafuerte. Son algunas de las técnicas de las que hago uso en dichas obras. Tienen que ver con ese sentido de la vida actual, jugando a los extremos, a lo incierto, a ese no saber a qué enfrentarnos, a ese rumbo desconocido donde la memoria cumple un rol de escudo protector.

Vestigios de un andar,  es una trilogía conformada por tres   telas grabadas, imágenes de mujeres sin rostro, lo que les da anonimato. Basta sentirte identificada con cualquiera o cada una de ellas. Son tres estados, tres momentos, tres tonos sobre tono. Cosidas y armadas como se ha ido haciendo nuestra historia.  

Pende de un Hilo surge porque me resulta imposible abstraerme de la realidad actual de nuestro país. Porque me ha tocado tan de cerca en estos últimos meses de guarimbas, gases que van y vienen.  En un taquito de madera armé una bandera tricolor en la que en lugar de estrellas hay gotas de color rojo que simulan sangre. Al final, sale un hilo de donde cuelga la emblemática figura de la paloma blanca símbolo de Paz”.  


Ir a ver esta muestra es disfrutar de la enorme sensibilidad de Dalila (Lectura Tangente, 04/05/2014, Notitarde).- 

Ver en www.youtube.com Vestigios de un andar / Dalila Flores 

http://dalilaflores.blogspot.com/