domingo, 26 de septiembre de 2021

Virado

 

Atardecer por un Madrid otoñal 


 Si algo tiene el tiempo es que en el caben todas las circunstancias y por mas trazas virulentas que del pasado existan, son inéditas porque nuestros sentidos no las han vivido.

Vivir en Europa es ir comprendiendo por qué los seres humanos se comportan de forma desquiciante, dentro del mundo y por esa razón, este anda impoluto como el globo terráqueo que es, dentro de un perfecto y sincronizado universo, y completamente virado en el interno conjunto de razas que conviven en él.

Si los chinos dicen que tienen una civilización que supera los 10 mil  años sobre la tierra, no demuestran evolución humana alguna. Tampoco los habitantes de África ni los aborígenes de cualquier selva por mas escondidos que estén.

La teoría de Ken Follet de que aún vivimos en la barbarie de la Edad Media por más elementos electrónicos que tengamos alrededor se comprueba, y puede que hasta sea tímida.

Entre la lucha del bien y del mal, resumen de todo el contrasentido, el primero siempre anda distraído, mientras que el otro avanza con la seguridad de conocer muy bien sus objetivos, preparado como esta con todo el sistema, puesto a su disposición.

Vendrán películas de Hollywood para explicar lo ocurrido en Afganistán. La verdad es que ni las necesitamos ni nos interesan. ¿Qué mostrarán? Héroes. Villanos. Todo y nada, para saber que lo ocurrido allí no sirve para comprender la verdadera dimensión del mal. No el que ha llegado que aunque vaticinado y sin fe sobre su peso existencial, está por verse; sino del que se dejó tras la monstruosa cifra de gastos militares que allí fueron invertidos para ser entregados sin más.

Pero cuando los imperios ejecutan tales cifras, la conclusión inmediata, tan ligera como una pluma, asciende hasta los cielos: la pobreza es su mejor invento e instrumento de control y de la guerra tácita que se está librando por todos y cada uno de los rincones de nuestra quizás mal llamada humanidad, siglo tras siglo.

Los filósofos y poetas, los artistas han resaltado una dimensión del alma a la que asociamos con lo humano que es maravillosa. Su potencial y su fuerza no se puede negar, pero la pauta dimensional de esta hora y justo momento (de acuerdo a un precepto muy bíblico, por cierto) es  la de sabernos inmersos en un caos.

Desorganización que se ha permitido por individualismo y por mancomunidad global. Si todos hacemos lo que podemos para vivir diariamente, para salir del circulo negativo de la pobreza desde el nivel más bajo hasta el que está ya en la cota confort, entregamos sin querer queriendo, como herederos de El Chavo,  un montón de decisiones y de hechos, al conjunto de simpares que tienen el poder de decisión, para que vayan haciendo de esta tierra un patio de ludópatas, mezquino y sangriento por demás, aunque sea redundante expresarlo.

Mientras un maestro prepara sus clases, un artista imagina su pintura frente al lienzo, un cantante afina voz, un ingeniero planifica con sus mejores materiales, los teatreros ensayan sus personajes, un médico concentra su labor en la salud del paciente, una madre lava, alguien cocina para otro también,  un libretista busca mejorar un guion,  un arquitecto escoge casas más sostenibles, un ceramista pasa la lija al barro, una mujer observa, un hombre medita (y viceversa),  una niña habla sola a la luz de su cuento que está entre el cielo que ya no ve y un niño salta con una pelota; mientras empezamos a entender muchas cosas apenas nos reconocemos madres y padres de todos los hijos, aunque no tengan nuestros genes; durante esos lapsos que también podemos estirarlos a siglos, hay otros seres humanos que incluso inmersos en todo ello, han y van desbaratado toda la creación.

Libra el mundo aún batallas por las ideas, los pensamientos, las religiones,  nudos existenciales, que revelan la que podríamos denominar la exitosa e implanificada orquestación de la anarquía y del mal.

En España, la noticia más trascendental en estos momentos, es la erupción del volcán Cumbre Vieja, en el Valle de Aridane,  en la isla canaria de  La Palma, que inició hace cuatro años atrás a tener un compartimiento tal que seguían los expertos muy de cerca, hasta llegar a rugir y repartir lava con lentitud y con vigor. Sin víctimas humanas que lamentar, muchos refugiados, y el recordatorio del escaso poder que tenemos sobre eventos de esta naturaleza, aunque los islandeses sepan un poco más.

Madrid como el resto del continente ha entrado en la fase otoñal y los chubascos han acompañado jornadas mientras en otras zonas de España las lluvias y tormentas han arrastrado casi pueblos a su paso, en unos contrastes que se exhiben con particular interés en una nación muy seguidora del tiempo climático a través de las pantallas de los televisores.

Hasta con sorpresa hemos seguido la información de que Mercadona está vendiendo tequeños y que no más llegar a sus supermercados, se han agotado.

Menos entusiastas han sido las noticias que tienen que ver con la intolerancia que se está tejiendo en Europa y en España en particular. Hubo una marcha justo por el barrio de Chueca, símbolo de las reivindicaciones LGTBIQ+,  que reseñó el discurso de odio de grupos extremistas y los errores que cometen los gobiernos locales. Una funcionaria del gobierno salió diciendo por TV, que las pancartas y lo expresado por los manifestantes era vomitivo, pero que habían marchado sin ningún incidente.

Frente a esta deducción de la mujer que supongo se le  habrá enredado su nerviosismo entre los cables de las cámaras de televisión, me pregunto: ¿la felicitación implícita también iba para las personas LGTBIQ+, que a pesar de las ofensas cargadas con mucha violencia verbal, en sus calles, no salieron a expresarse, pudiendo generar lo indeseado? Por supuesto que ni lo pensó.

Viendo apenas este último episodio, volvemos al inicio.

No queda sino vivir para evolucionar, aunque hallamos escogidos sin querer queriendo que sea a través del dolor.  Y de mucho horror.

 

 

 

 

 

 

sábado, 18 de septiembre de 2021

Samuel Navarro Vallenilla: la suerte de capturar lo decisivo

 

Samuel Navarro Vallenilla, equipo y acción 

Al entrevistar a Samuel Navarro Vallenilla, sentir su entusiasmo por el periodismo y el trabajo que desarrolla detrás de la cámara me llegó el olor de la guayaba pintona, entre verde y madura, intenso y astringente.

Los frutos verdes los asociamos a la juventud. Innumerables metáforas y hasta la película vietnamita de Anh Hùng Trần,  El olor de la papaya verde, estrenada en 1993, nos remite a esa  fuerte certeza de sentir frescura, cuanto el mundo se va descubriendo y aún se está por conocer en toda su dimensión.

Navarro Vallenilla es un joven venezolano que vive en Miami, abriéndose caminos, con mucho amor por su pasión,  la fotografía.

Egresado de la University of Florida College of Journalism and Communications, tiene un master en periodismo de la Florida International University, donde además ganó al participar, por dos años consecutivos, (2016 y 2017) el primer premio en fotografía periodística, categoría noticias.

Lo asocié a la guayaba pintona aunque debí hacerlo a la verde porque apartando su juventud sentí una madurez bonita  de un muchacho que ha tenido que vivir en la soledad del exilio, con todas las ganas de seguir adelante, sin apagarse la luz que permite todos los días transitar la experiencia de vida con la mejor sonrisa, pase y ocurra, lo que tenga que suceder.

MPS: ¿Cómo nació tu interés por el foto periodismo?

SNV: Mi interés en el foto periodismo empezó en primer año de carrera en la Escuela de Periodismo y Comunicaciones en la universidad. Fue en la clase de introducción al foto periodismo, con el profesor John Freeman donde aprendí a ver la fotografía como un medio para contar historias. Al finalizar el semestre, me di cuenta que la fotografía me gustaba más que escribir y por eso continué incluyendo las clases de foto periodismo en mi pensum de estudio hasta cursarlas todas. Al graduarme, estaba convencido que quería y podía contar historias a través de imágenes. Todavía lo estoy.

MPS: ¿Comunicar es un privilegio?

SNV: El periodismo es una carrera muy bonita porque nos permite a nosotros, los periodistas, ser testigos en primer plano de muchos de los momentos que influyen en la vida de muchísimas personas. A los foto periodistas no les queda otra opción más que estar en el lugar de los hechos para así poder capturar la imagen adecuada que mejor cuente la historia.  Para mí lo más bonito de mi trabajo es saber que siempre voy a tener que ir a buscar esa imagen y que todos los días será algo diferente. Puedo empezar la semana en una rueda de prensa con el gobernador, después tener que retratar a un joven local director de cine independiente, cubrir una protesta en la ciudad y terminar la semana con el mejor béisbol del mundo, en la MLB.

La variedad de oportunidades y de poder documentar muchas de las cosas que como sociedad nos define es realmente un privilegio y una satisfacción tan grata que no hay un solo día que salga con mi cámara a una asignación y sienta que voy es al trabajo.

MPS: ¿Son difíciles de captar las emociones?

SNV: Es algo que va con la practica en la medida que se van saliendo y haciendo cada vez más trabajos con las noticias; vas sabiendo que buscar. No siempre necesitas ese tipo de emociones que transmitan  amor, sentimientos o dolor. A veces es simplemente un retrato que transmite sabiduría, cansancio. Todo depende de tu trabajo, en la medida que te acercas al ser humano, aprendes de él. La confianza que te brindan.

A veces es muy fácil encontrarlas. En una manifestación, por ejemplo, la frustración, la exaltación. Creo que la clave está en la forma como te relacionas con la persona, en la forma como te mueves como fotógrafo en la escena, buscando diferentes ángulos, diferentes lugares. Lo mejor es estudiar la escena. Después viene el proceso de edición, se revisan todas las tomas y al final eliges la que tiene ese impacto más poderoso. Hay que estar atento y lo esencial es respetar al otro. Si estás presente es difícil que te lo pierdas. Eso vibra con el deporte, que son reacciones, emociones, frustración y uno siempre está pendiente de eso y se puede capturar. Donde hay reacción hay emoción y el deporte es eso: reacción, emoción, acción. Celebraciones.

MPS: ¿Te sientes mejor cubriendo deporte?

SNV: De todas las cosas que se cubren y salen en prensa, los deportes son sin duda mis favoritos. Sea un torneo de dominó local, un partido universitario de baloncesto o el Kentucky Derby, las oportunidades de capturar momentos siempre están presentes. Los deportes sacan lo mejor de nosotros, esa es mi opinión. De toda acción se produce una reacción y eso puede ser el llanto de un atleta al ser derrotado, un fanático con los brazos arriba al ver a su equipo ganar o el grito de euforia del delantero al anotar el gol en el minuto 90.

MPS: Es decir que te encuentras eternizando el justo instante presente… ¿cómo te preparas para ello?

SNV: Es realmente fascinante y todo pasa en cuestión de segundos. Los deportes son realmente impredecibles, por eso conocer el deporte y estar preparado son la clave para una cobertura satisfactoria. La mejor manera de aprender es de los demás, por lo que siempre busco mirar el trabajo de fotógrafos que admiro y utilizarlos como inspiración. También puede ser una llamada telefónica antes de un partido o revisar quienes son los jugadores más importantes del equipo. Saber la reglas del juego y el estilo con el que se juega también es muy importante. Estas son algunas de las cosas que me ayudan a anticipar posibles resultados antes de que ocurran y así estar preparado y con suerte capturar un momento decisivo. También  el acceso. Cómo miembro de la prensa contamos con un acceso que nos coloca más cerca de la acción y nos permite capturar a los protagonistas de una manera más impactante.

MPS: ¿Qué eventos cubres?

SNV: Los eventos deportivos que cubro regularmente son las grandes ligas (MLB) la liga de fútbol americano (NFL) la liga de hockey (NHL) la de baloncesto (NBA) la de fútbol (MLS) y los deportes universitarios de la NCAA.

Espero en un futuro poder cubrir mis primeros juegos olímpicos, el mundial de fútbol y todos los premios de la Fórmula 1.

Y aunque disfruto mucho los deportes mis metas a largo plazo son también hacer más noticias e historias de más interés humano. Empezar proyectos personales que me lleven a lugares desconocidos y me permiten conocer a sujetos con historias que contar y que merecen ser vistas por todos.

MPS: ¿Has vivido algún evento que te marcara significativamente?

SNV: El derrumbe de Champlain Towers South (ocurrido el 24 de junio de 2021) fue algo realmente impactante. Primero ver la destrucción, segundo el impacto que tuvo entre todas las familias y tercero como la comunidad se une. Surge algo bien bonito dentro de algo terrible. Una escena de guerra. Va a ser difícil de olvidar. Que como profesional me ha enseñado muchísimo. El vivirlo y reportarlo de la manera más honesta.

Uno de los eventos noticiosos que siempre voy a recordar en los deportes es el Kentucky Derbi, la carrera más importante de caballos del mundo. Impactante. Quince mil personas en las gradas del hipódromo, muy bien vestidas que vienen de todas partes del mundo, gritando por caballos, en un evento que dura minuto y medio…

MPS: ¿Qué te ha enseñado la calle de la vida?

SNV: Cuando uno está tan relacionado con tanta gente, todas tan diferentes entre sí, aprendes demasiado. Conserjes, alcaldes, deportistas, músicos y todos cuanto conoces, inspiran; porque además, permiten darles a conocer de la manera como son. Ellos forman parte de mis lecciones de vida invaluables. Me forman a nivel profesional.

Sus sueños tienen que ver con todo lo que sea deporte: cubrir olimpiadas, grandes partidos de fútbol de Inglaterra, España y Europa; carreras y eventos con los movimientos que permiten ir creciendo del lado de los que han demostrados que la vida tiene pocos límites y mucha nobleza, cuando se desea con el corazón.

 

Enlace:
www.samnavarrophotography.com

domingo, 12 de septiembre de 2021

Nueve días


                                                                         

Frente a la Sagrada Familia

                                                                                     

                                                                                        Para Alfredo, primo maravilloso.

A mamá le dijeron que la iban a llevar a un espectáculo con el director venezolano Gustavo Dudamel y ella iba contenta… lo que no entendió fue que era una función virtual.

La experiencia la vivió con alegría y con susto. Mi madre de 91 años asistió al viaje virtual del corazón de la música titulado Symphony, presentado en el espacio de Caixa Forum Barcelona, llamado espectáculo inmersivo, palabra tan envolvente como el arroz al Nori del sushi.

Lo vio de frente, muy cerquita, con esas gafas que estaba al principio negada a colocarse, y se alegró de verle y escucharle como sólo puede contentarse ella, una auténtica catalana venezolana, al sentir el paseo musical con el  director de orquesta más internacional que cuenta Venezuela.

Su mente pudo volar y lo imaginó de pequeño, rulos rubios, ojos claros, como sus mismos hijos; inquieto, alegre, tan vivo como el mar que saboreaban sus sentidos, todas las tardes de calor, en el litoral guaireño.

Tocando todo sin parar.  El plim plim del vaso, el racataclá  del plato, con la botella plástica del refresco… dándole a la mesa, a la cuchara, sancocho toco toco; rompiendo las cuerdas del cuatro y las guitarras… para desmenuzar los sonidos y después juntarlos, en esa algarabía de cuando se es debutante en la vida

Metida como estaba en la virtualidad de la Mahler Chamber Orchestra, más nerviosa de lo que ya es, miró hacia sus pies y fue entonces cuando no los vio y se encontró con el vacío…

-     Nunca había pasado un susto así en mi vida, dijo al salir.

Cerró los ojos instintivamente y la misma música le hizo después abrirlos, para encontrarse de nuevo entre la orquesta.

Viajó al interior de un violín. Intentó no mirar de nuevo hacia abajo, cuando la llevaron al espacio, paseando entre estrellas y nebulosas, en un viaje en el que le hicieron sentir nuevamente en el aire… aunque ya sabía que sus pies descansaban en el piso, suavemente alfombrado.

Las manos de Dudamel dirigían las pulsaciones de la música y volvió ella a verlo chiquitín, dándole con un palito a una lata vieja de leche, para exprimirle sonidos… pin pin pun pan… metal… palo… caballito color coco azafrán…

La mezcla de Beethoven, Gustav Mahler y Leonard Bernstein la envolvían, sin detener su corazón que esa tarde parecía un regordete timbal, tronco hueco de playa; repique mojado de temblores. La lanzaron al espacio, a la lluvia y a la bomba fina que en el pasado la desheredó de la familia, de los afectos… del sublime amor que se le torció… que la colocó en la tonada de una ambigua playa.

La sonrisa de los músicos haciéndola sentir en el centro de la orquesta, le hizo ganar algo de confianza y alegrarse para sus adentros.

Sólo Barcelona le podía regalar algo así: inimaginado. Regresar a ella después de veintitrés años hizo que su rostro transpirara paz y dulzura, tras intensas emociones. 

Abrazó a su único hermano vivo, nuevamente.

Miraba a la ciudad como el cuerpo irreconocible que aún puede palparse con amor. La atmósfera donde vio luz y oscuridad, que le permitió compartir con su padre de 99 años, antes de morir.

-     Viviste una experiencia inmersiva…

-     ¿Y qué es eso?

-     Así le llaman ahora a las salas virtuales, donde te colocan esas gafas para ver otra realidad…

El deseo completado será recuerdo del chapuzón líquido de la vivencia. 

Nadar por el sueño de lo posible hizo de mi madre, luz; en sus nueve días por Barcelona