Rotonda de Atocha |
En este mes de diciembre amanecemos en una Madrid fría y con tapabocas. Las temperaturas han descendido, lluvia fina y gruesa han caído; las borrascas campeado por el cielo, la ciclogénesis amenazante por todos los rincones y la nieve muestra tímida brillantez en las puntas de la sierra.
En todo este desvivir que
estamos protagonizando, la temporada gris es fuente de acechos y añoranzas.
La deslucida realidad la
intentan convertir en festejo, por ahora de luces, en las esquinas más populares.
Los elementos hipnóticos llaman a la belleza y la distracción. Por alguna parte
tendemos a escabullirnos.
Somos luz y por lo tanto
nos atrae todo lo que resuena sobre nosotros mismos.
La plaza Colon fue vestida
de rojo y amarillo patrios y una crecida menina, de diez metros de altura y 7,5
metros de anchura, ataviada con 37
mil
720
bombillas led, bien podría significar un
canto a la vida; pero en este 2020 luce como el terco resplandor de lo que no
queremos dejar ir.
Al fondo la Menina, Colon y la obra de Jaume Plensa |
Los buenos deseos que siempre
se camuflan por estas fechas de reencuentros familiares luchan con las delimitaciones
de una pandemia que no da tregua a nadie, mal comunicadas las restricciones
también por parte de los gobiernos locales.
Los políticos con tapabocas
en el rostro parecen cubrir sus deslucidas actuaciones con mucha mayor
naturalidad.
Por insólito que parezca
pareciese muy difícil cumplir unas medidas bastante lógicas si se observa que
después del llamado puente de la Almudena (cuatro días continuos) las cifras de
ingresados en hospitales se duplicaron.
Nada cambiará
entonces. La tercera ola dejó de ser
vecina anunciada e incómoda para entrar por la puerta grande a enero, desde las
Navidades y celebración de Fin de Año.
Difícil es sin duda
aumentar la conciencia que parece no haber despertado porque los medios no son
hacedores de milagros y mucho menos tienen la intención de hacer mejor a los
ciudadanos.
La desinformación
constante a fuerza de banalidades y no llegar a los verdaderos fondos de
cualquier asunto por importante o insignificante que sea, los ha convertido en
ese mal necesario que tenemos que aguantar, al parecer, cada vez menos.
Dentro de poco la
televisión dejará de ser el amigo inútil que tuvimos en casa. La trasformación
tecnológica es avasallante y la sed por la claridad en los hechos y acontecimientos
universales la ofrecerán múltiples canales que ahora se llevan el trago de
conspirativos.
Botero, meninas, Colon y Plensa, luces a las seis |
Mientras nos sometemos a esta especie de letargo mundial, a veces nos dejamos acompañar por miniseries y películas de Netflix, la plataforma que por ahora podemos ver.
Hemos visto una vez más
que las mayorías se equivocan y terminan apoyando lo que tiene más bien escaso
valor.
El caso de Rached. Una gran decepción. Dijeron que era la
historia de la enfermera de One Flew Over the Cuckoo's Nest, novela publicada
en 1962 de Ken Kesey que originó la película Atrapado sin salida. Mejor que no
lo hubiesen contado. La reminiscencia no mejoró la ficción. Desde hace tiempo
se sabe que por más artilugios escénicos,
decorados, vestimenta elegantísima
y colores exactos de acierto estético apenas contribuyen a elevar la historia,
mucho más en medio de una trama débil y decadente en sí misma, salvada por los
actores y la dirección fotográfica.
Otra miniserie, para el común
de los mortales inverosímil, que disfrutamos fue Unorthodox (Nada ortodoxa) coproducida por Alemania y Estados unidos que cuenta la vida de Esty,
quien se libró de la comunidad religiosa judía ultra dogmática de la comunidad
Satmar, Nueva York; y comenzó una nueva vida en Berlín.
Basada en la autobiografía
de Deborah Feldman, titulada Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic
Roots (Poco ortodoxa: El escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas).
Un trabajo contundente y
de impecable acabado.
Hace poco vimos la también
miniserie The Queen's Gambit (Gambito de dama) una ficción que atrapó por la
forma cómo fue ejecutada la narración de una chica destinada a brillar en el
mundo del ajedrez, ambientada en la época donde eran los hombres, monarcas de
este juego que tuvo también sus episodios en la guerra fría.
Dentro del lugar común
sobre el bien y el mal vimos la trilogía
del rio Baztlan de Dolores Redondo. Sus libros El guardián invisible, Legado en los huesos y
Ofrenda a la tormenta son también películas españolas muy bien realizadas.
Un áspero pero también
buen sabor nos dejó la cinta Hillbilly Elegy basada en otra narración
autobiográfica de mismo nombre, de J. D. Vance.
La sociedad norteamericana
que pocas veces muestran, en este filme está retratada, con el fino cursor del
amor convirtiendo en belleza el desencanto.
Las producciones
independientes y el cine de países como India, Corea del Sur, Alemania, Francia
y Sudáfrica salvan la parrilla del formato streaming sobrecargado de lo mucho
que ya estamos cansados de ver.
La repetidísima fórmula
del éxito violencia-venganza, sexo y acción aburre, satura y genera aversión.
Tenemos que salir del ciclo que tanto ha contaminado nuestra conciencia
infectando de miedo las posibilidades inimaginables de la vida misma.
La infección contagiosa
universal explicada en el libro Las nueve
cartas de Cristo.
Muchos habitantes de
Madrid buscan la forma de evadir la pandemia. Viajan, se juntan, celebran.
Otros se cuidan, otros trabajan el doble por los inconscientes. Muchos evitan
salidas y se adaptan a la vida que ha tocado vivir sin negarla y oponerse.
Plaza Elíptica |
Las luces se encienden a
las seis de la tarde y se apagan a las ocho de la mañana del día siguiente.
Invitan a encandilarnos y fugarnos un poco, pero la mascarilla respira, recordando
que el cambio vivido nos superó y negados están muchos a captar la lección.
Nada es como antes y
afortunadamente podemos decir que eso sí lo hemos aprendido.
Julia medita en la necesaria paz