¡Qué atrevimiento!, expresó el maestro Ramón Belisario al observar los lienzos que Enrique Lobo iba sacando y colocando en los espacios del taller que comparte junto a José Coronel, discípulo y artista plástico también, con quien tiene además la fortuna de tener como amigo.
El atrevimiento se debía a la propuesta autodidacta de Lobo, quien es arquitecto pero ha realizado del arte una de sus formas de vida. Su formación académica se remonta a 1985, cuando se graduó en la Universidad de Los Andes (ULA), en el estado Mérida.
Es hermano de Emiro Lobo, ese otro gran artista y diseñador gráfico venezolano, que en 2007 dejó la vida, en pleno fuego creativo, dejando la sensación de lo mucho que estaba por hacer y que el resto de los mortales ya no pudimos ver. Enrique pinta frente a una foto de él porque su legado como creador y como ser humano le dejó trazos para convertirse en cada vez un mejor creador.
Enrique tenía cuatro años cuando Emiro se fue muy joven de la casa. No dejaron sin embargo de estar en contacto. Lo recuerda con el cariño y la magia que todavía le ofrece la memoria, de verlo trabajando en su estudio, inventando junto a las horas las muchas imágenes que tenía en la mente. Su evocación está llena de afecto, de cariño, de ternura.
Pero es la obra de Enrique la que llama poderosamente la atención porque como muy bien lo señaló Belisario hay en ella un rompimiento con la perspectiva, en un universo plano, donde el color, las grandes flores, los jarrones, los círculos de bicicletas gigantes o también se da el caso de teteras, mesas con cuadros y sillas colocadas con suerte antojadiza, en la composición van dando un universo atractivo que se torna peligrosamente coherente, lleno de contraste multicolor. Ello cuando se trata delos cuadros figurativos.
En los abstractos la energía del color va imprimiendo unos trazos fuertes, cargados de aguas vitales, afluentes capaces de generar la corriente de la vida, con insinuaciones densas, casi siempre animadas por la experimentación de la fuerza visual que atraen las tonalidades.
Cuando vemos el azul este se hace un torbellino que busca deshacerse sin conseguirlo. Cuando vemos el verde estamos ante un paisaje lleno del llano que atrae amarillos, naranjas, rojos; elementos que va contrastando buscando una estética visual personal, cargada e indolora.
Entre 1991 y 1994 realizó estudios de grabado en La’ Espacio Gralx Baragnon de Toulouse, Francia. Ha participado en más de ochenta exposiciones, individuales y colectivas, en Venezuela, Colombia, Francia, Dinamarca, Inglaterra y España.
MPS: ¿Qué le queda a usted de tanto viaje? Porque usted recorre Venezuela y ha estado en mucho países…
EL: Me la paso viajando por toda Venezuela y como voy a velocidad en mi camioneta todo lo que veo es un paisaje rápido. Cuando llego a mi taller lo que hago es decantar. Recuerdo, entre otros un viaje que hice a Perú, al Machu Picchu, y todas esas vivencias las dejo siempre en mis telas. Ha habido cierto cambio en mi obra. De lo abstracto fui al paisaje y ahora pinto hacia lo figurativo, una especie de naturaleza muerta, frutas, flores, jarrones.
MPS: ¿Por qué está presente el agua en su obra, en forma de mancha, de gota que deja huella, que trastoca, que transforma?
EL: Viví un tiempo en Europa, en unos periodos de mucha lluvia, nieve; con las diferentes estaciones. Trato de lograr esa vivencia. Es manchar, dibujar y repito el proceso varias veces. Plásticamente le da más fuerza al trabajo.
En algunos trabajos hay una estructura, vertical y en forma de cruz. Ello tiene que ver con la misma formación de arquitecto que yo tengo- Soy autodidacta en la pintura pero todos esos estudios me sirvieron al igual que tener a un hermano muy cercano, Emiro, ya fallecido, de quien aprendí mucho en ver, al momento que hacía sus cuadros. Vivir en Europa y visitar todos esos grandes museos enriqueció notablemente mi trabajo.
También hice grabado en el año 1996 en la Escuela de Arte “Arturo Michelena”, ello influyó mucho en el trazo de mi pintura, en las texturas, en lo que voy logrando.
Tengo la gran fortuna de conversar con mucha gente de diferentes regiones de Venezuela y ello me permite dejar en mi obra todas esas expresiones, quizás de caos, de belleza que existe en nuestro país.
MPS: ¿Desde cuando usted pinta?
EL: Desde los diez años. Yo tendría cuatro años cuando Emiro se fue de la casa pero el siempre tuvo un seguimiento de mis cosas y me dio consejos. Empecé a estudiar bachillerato y llevé obras a participar en salones donde fui aceptado al igual que criticado. Tuve mucha influencia de Emiro y de otros pintores. Lo normal. Lo propio va llegando poco a poco…
MPS: ¿Cuánto tiempo lleva esto?
EL: Treinta y tantos años…
MPS: ¿Qué lo animó a participar el año pasado en el Salón Michelena después de unos catorce años en que no envió nada?
EL: Hace muchos años participe y después vino como una onda de no presentar trabajos allí, producto de los jurados y un poco de cosas que estaban pasando. Los amigos Belisario y Coronel me animaron a participar y por ello presenté una obra.
MPS: Hasta ahora he visto muchas obras de gran formato suyas… ¿Siempre lo utiliza?
EL: No tengo limitaciones de formato, ni de color.
MPS: ¿Depende de su estado de ánimo el uso del color?
EL: Depende como estoy, influye el contorno familiar, desde luego. Requiero de una cierta tranquilidad porque me gustan los colores fuertes. A veces utilizo el rojo porque es muy agradable y muy caliente; es un color universal.
MPS: Pero también está el blanco… ¿por el paisaje andino?
EL: Yo vivo en Palmira, San Cristóbal. Sí, en verdad, tiene que ver con las montañas cargadas de nubes blancas, el frio; la niebla.
MPS: ¿Es cierto que ustedes como familia de Emiro Lobo están interesados en hacer un museo con sus obras para toda Venezuela?
EL: Su hija, Griselis, está en ese plan de crear una Fundación que lleve su nombre. Podría entrar allí porque el es mi hermano y en un futuro podríamos mostrar una colección importante no solo de mis obras sino de las de él que tienen amigos, familiares. Se podría hacer algo bien importante.
MPS: ¿Por qué sus cuadros pueden ir desde la más absoluta esperanza a la mayor de las desesperanzas?
EL: a veces tengo un cuadro terminado y de pronto aparece una agresividad que un chipotazo de pintura que se desplaza al azar. Tiene que ver con el estado de ánimo. A veces la energía está eufórica a simple vista, a veces se percibe atrás del elemento principal´
MPS: ¿Vive del arte?
EL: Sí, vivo del arte. Como arquitecto solo hice unos trabajos de forma individual. Desde que regresé de Francia me dediqué totalmente a él.
En la página http://www.vearte.com/ puede leerse: “En la pintura de Enrique, la presencia y la importancia de las formas, revelan una inmolación, una lacerante eclosión interior. La masa de sus cuadros se eleva y muestra una complejidad de trazos que se repelen y por lo tanto conjugan y armonizan por vía de la contradicción. Cada uno de los estamentos de equilibrio en el espacio (recuerdan a Pollak y su composición automática) parece borrar al que le precede” (01/03/2011)
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