"En Cuba secuestran a los secuestradores. Aquí los reciben en Miraflores y los atienden. Es como un experimento. Uno siente que toda esta tolerancia y este no reconocer la gravedad de la situación pudieran de alguna manera ser una especie de experimento social para desarticular el sistema empresarial, para obligarlo a abandonar el campo, para que luego el Estado pueda tomar posesión de él. Esa es la reforma: Ya tiene el Estado, ahora va por la sociedad", dijo el escritor Ricardo Bello al término de la entrevista, reflexionando sobre su último libro recién publicado "Yo, el secuestrable" de la editorial Libros Marcados.
Hace aproximadamente un año fue entrevistado en esta misma sección para hablar de su visión del país este profesor de pre y postgrado que ahora también ofrece sus conocimientos en cultura y filosofía en el Seminario Mayor de Valencia, ensayista de un estudio sobre José Manuel Briceño Guerrero; otro de Lezama Lima, lector de Pascal y Arte y Miedo; y las novelas Anareta y Cuerpos de agua, cuerpo quedamos, es además colaborador los días lunes de Notitarde y otros medios impresos y digitales a nivel nacional. Doctor en Letras de la Universidad Simón Bolívar, ha realizado estudios de administración en el IESA e hizo un postgrado en la UCAB.
"Yo, el secuestrable" es una crónica, uno de los relatos más personales de Bello, quien apenas meses atrás estuvo a punto de ser secuestrado al salir de su hacienda, ubicada a una hora de Valencia.
La historia del libro más que estremecedora es atemorizante porque se narra lo que se presiente, que dejó de serlo, para convertirse en una mezcla de sentimientos encontrados frente a la conmoción con la que uno más se identifica: La impotencia.
¿Cuál fue la primera reacción después del intento de secuestro?
-Inicialmente, por unas horas, de parálisis. Pensar: Te vas de la finca; abandonas la finca, que es lo que está ocurriendo en el campo venezolano, buscando seguridad para tu familia y para ti mismo. Después fue sentarme a escribir, comunicar e interpretar por qué había ocurrido eso, cuál era la circunstancia. Tratar de poner por escrito el entorno alrededor del cual había ocurrido eso.
Ello me obligó a irme más atrás y a tomar en cuenta lo que fue la vida de mis padres y de mis abuelos, de su cultura hacia el proyecto de un país, a largo plazo, que no se cierra con una vida individual, sino que es el producto de varias generaciones dedicadas a criar riqueza y a crear un país: Eso es el campo venezolano. Dándome cuenta de que yo era parte de esa tradición y que mi existencia como productor y dirigente gremial no tenía sentido fuera del esfuerzo transgeneracional. Allí me doy cuenta de que cuando el gobierno habla de soberanía agroalimentaria o independencia agroalimentaria, ella es imposible si no se les garantiza a los productores su seguridad personal. No puede haber producción agropecuaria si no hay productores. Tienen que garantizar seguridad personal y jurídica porque también tienes que luchar con el hampa que se lleva todos los equipos, maquinarias, cables eléctricos, instalaciones de los pozos profundos, cosechas al productor del campo. Es una situación delicada.
¿Negado a cruzar los brazos?
-Totalmente. Presto a trabajar con los gremios ofreciendo soluciones. Por eso hemos ido a todas las invitaciones que nos ha hecho el Gobierno Nacional para diseñar líneas matrices de políticas de seguridad en el campo, pero éstas no se han puesto en práctica.
¿Qué se debe hacer?
-Siempre hemos pensado, y lo hemos dicho a través de los medios, que deben crearse mesas técnicas, comités técnicos de seguridad en cada estado. Aquí en Carabobo, por ejemplo, tenemos que estar los gremios reconocidos por el Ministerio del Poder Popular de Agricultura y Tierras, Fedeagro, la Asociación de Ganaderos, las distintas organizaciones de los productores, con las autoridades de la GN, la Brigada Antisecuestro, la Policía Estadal y el CICPC, y juntos diseñar políticas que nos permitan solventar esto. Nos parece absolutamente incongruente que el Presidente de la República se reúna en Miraflores con los altos jefes de las Farc, responsables del secuestro de muchos venezolanos, y al mismo tiempo se deje al productor venezolano a la intemperie sin ningún tipo de seguridad. Es loable que el Ejecutivo haga estas cosas, pero la claridad empieza por casa.
¿Investigó a fondo el secuestro en Venezuela?
-Venezuela en los años 70' y 80' tuvo 50 secuestros por año, ahora estamos llegando casi a los 300 a partir del año 2002. El libro tiene un apéndice de Marcos Tarre Briceño sobre la evolución histórica del secuestro en Venezuela, que tuvo una primera etapa entre 1958-1976 más bien anecdótica. Fueron en su mayoría, con pocas excepciones, eventos reducidos al ámbito de la propaganda.
Ese período podríamos decir que se cierra con la muerte de Jorge Rodríguez padre, cuando se le acusa y se le tortura por su supuesta participación del secuestro del industrial William Nihaus.
Todo secuestro, quitarle la libertad a un ser humano por cualquier razón que sea, es un delito y un hecho abominable. Pero al mismo tiempo pensamos que la muerte por tortura del padre del actual Vicepresidente fue un hecho igualmente abominable, o peor, porque lo mataron. Sin embargo, en aquel momento, el Fiscal General de la República entró en choque con el Ministro de Relaciones Interiores de la época, porque fijó posición pública del secuestro, y cuando apenas conoció la muerte de Jorge Rodríguez, fundador de la Liga Socialista, obligó a que el Gobierno encarcelara, juzgara y castigara duramente a los culpables de ese asesinato. Eso es un poco la división de los poderes que garantiza y somete el Ejecutivo al imperio de la Ley. Hoy en día, desafortunadamente, no hay equilibrio de poderes, todos subordinados al Presidente, quien dice qué deben hacer la Fiscalía, la Contraloría, la AN, la Defensoría del Pueblo, el CNE y el TSJ.
¿Cuándo deja de ser el secuestro un elemento foráneo al país?
-Hasta el año 1999 el secuestro es un hecho foráneo. Lo practican fuerzas armadas colombianas que llegan a Venezuela por intereses financieros y económicos. A partir del año 2000 el secuestro se vuelve una industria nacional.
¿Qué elementos tiene?
-Tienes guerrilla colombiana, delincuentes venezolanos y ex miembros de seguridad del Estado venezolano.
¿Se denuncian los secuestros?
-La gente tiene mucho temor porque desconfía muchísimo de los organismos de seguridad del Estado, por el miedo a pensar que pudiesen haber cómplices. Es una situación muy dura, muy dramática, que impide que nosotros garanticemos la meta de soberanía alimentaria a la cual tenemos derecho como venezolanos.
Nunca antes como ahora Venezuela ha sido tan dependiente de las importaciones. Venezuela producía hace 25 años un millón de toneladas de naranja. Hoy apenas 350 mil. Una tercera parte.
¿Publicar "Yo, el secuestrable" es un nuevo riesgo?
-Es un riesgo más. Fue confesar y escribir cuál es tu opinión y comunicar, decirles a los lectores de este libro que los valores que defiende el productor del campo son disciplina personal, trabajo, fe y optimismo; y desmontar la idea que ha impulsado la propaganda oficial de que son explotadores, latifundistas, que no tienen compromiso con el país. Es desnudar todo eso y demostrar que la culpa principal de que no se produzcan los alimentos que el país requiere está en las políticas erradas del Estado, fundamentalmente en un desprecio a la seguridad de los productores del campo, que a nosotros nos parece intencional. Es un llamado de alerta.
¿Somos o no una nación?
-Una nación es una sociedad que está cohesionada con un sueño común. Venezuela hoy es una casa dividida, es una familia dividida, enfrentada, en guerra consigo misma, fruto de un discurso que propicia el enfrentamiento y la división. El país no quiere guerra ni golpes (Notitarde, 17/11/2007, Confabulario)
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