Después de la magia, ¿qué queda? Y la respuesta aunque muy simple, también demasiado obvia tardó en llegar. Quizás por esta misma razón algunos de los historiadores de la vida de Buda, Siddharta Gautama, sostienen que él mismo ordenó a sus discípulos que dejaran a un lado esas llamativas y muy eficientes practicas, de sanación de cuerpos y desprendimiento de las enfermedades, para concentrarse, todos juntos, maestros y alumnos, en la disciplina de la meditación y la trascendencia a través de ese poderoso instrumento que es la mente humana.
Sin embargo la gente duda de todo lo cual podrá considerarse sano pero también hay que entender que hay un buen porcentaje de interpretaciones erradas porque simplemente el ser humano parte con rugientes motores que la sociedad misma, guiada por el ego, se encarga de perturbar.
Así vienen las palabras escritas de Guendun Rinpoche, quien en un artículo titulado Un altar para la Iluminación explica esa necesidad constante de creer y ofrendar, sobre todo si entendemos que venezolanos somos muy dados a ello. Sea un altar de budismo, cristiano o de adoradores de imágenes en los altares para espíritus que vienen a brindar consejos el asunto tiene una explicación consecuente, como muy bien lo señala este lama, de cara risueña y dulce.
Veamos: “A veces podemos asombrarnos al ver montones de ofrendas de luces, flores, incienso, agua, y comida en los templos budistas, o sorprendernos del dinero que se entrega para construir stupas y similares. Nuestra primera reacción puede ser preguntarnos: “¿De qué le sirve todo esto al Buda? ¿Qué hay detrás de todo esto?”
Hemos de ver que son sólo maneras de contrarrestar nuestra tendencia habitual a desviarlo todo en nuestro propio beneficio. Hasta ahora, nuestra única preocupación ha sido satisfacer nuestro ego, protegerlo, y con este fin hemos tratado siempre de acaparar todo aquello que consideramos agradable, placentero o una fuente de felicidad. Esto es lo que nos ha conducido a este estado de sufrimiento e ignorancia en el que nos encontramos. Y lo mismo es aplicable a todos los seres vivientes.
Hemos de librarnos de esa tendencia y la manera mejor de hacerlo es desarrollar una tendencia en la dirección opuesta, una que nos haga inclinarnos hacia la generosidad, el altruismo y el compartir, en oposición a la codicia, el apego y la posesividad. Por esto utilizamos al Buda como soporte, para que nos ayude en nuestros actos de generosidad. Por esto levantamos altares, construimos stupas y otros apoyos que actúan como un punto focal para nuestra transformación interna.
Este acto de generosidad —para transformar nuestras tendencias basadas en el ego y sobre todo, la codicia y posesividad— va acompañado de un acto de confianza. Hacemos la ofrenda porque reconocemos la grandeza, la superioridad de Iluminación. Cada ofrenda es al mismo tiempo un acto de apertura, de entrega, y de generosidad. Nos lleva en una dirección que nos liberará de nuestro apego egoísta y con seguridad nos conducirá a la Iluminación.
De modo que el hacer ofrendas es una práctica muy importante, tanto si se realiza de forma muy simple como de una manera más elaborada. El elemento más importante es la intención o motivación subyacente que acompaña al propio acto.
La ofrenda no es simplemente una acción; también es un estilo de vida, una actitud de totalidad, al igual que la codicia o el apego al ego. Cuando el apego al ego es el centro de nuestro comportamiento, esta tendencia habitual en nuestra mente inspirará todas nuestras acciones. Cuando somos egoístas y codiciosos, todas nuestras acciones se dirigen hacia nosotros. Para que la generosidad se convierta en nuestro estilo de vida, se ha integrar —en todos los aspectos— en nuestras actividades diarias. Todas nuestras acciones tienen que ser reconsideradas desde el punto de vista de la generosidad, no sólo cuando nos encontramos ante nuestro santuario.
Cuando la generosidad material se apoya en una ofrenda mental, se vuelve ilimitada. También podemos ofrecer a la Iluminación cualquier cosa que otros posean, de modo que en lugar de ver sólo las cosas desde nuestro punto de vista sintiéndonos celosos de lo que tienen los demás, podemos cultivar la generosidad y ofrecerla a la Iluminación. También podemos ofrecer a la Iluminación las cosas que no pertenecen a nadie en particular: el sol, la luna y la naturaleza. De esta manera, lo que es una fuente de apego se convierte en una ofrenda a la Iluminación. Nos encontramos en un universo de ofrendas en el que podemos evolucionar y transformar completamente nuestra actitud centrada en el ego, en una actitud totalmente dedicada a la Iluminación”.
Señala además que los altares deben ser simples. Son espacios de apoyo y de eso también se sabe mucho en Venezuela, latinoamerica y el mundo entero.
Gendun Rinpoche también ha escrito poemas e invito a los lectores a buscar Como un arcoíris en el que señala el secreto de ir empezando a conquistar la felicidad.
¿Qué queda después de la magia?
La fe (Notitarde, 12/02/2012, Lectura Tangente).-
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