El lama Ole Nydhal es uno
de los grandes maestros vivos del Camino del Diamante, una de las cuatro
escuelas del budismo tibetano, que visitará Venezuela a dar el curso de Phowa a
finales del mes de abril. A pesar de estar constantemente viajando por el mundo
visitando los más de quinientos centros de enseñanza que ha fundado le queda
tiempo para escribir y en su libro Las
cosas como son se refirió en uno de sus capítulos a las emociones perturbadoras, como fuente de sabiduría.
“Los estados mentales difíciles
de dominar, vistos en otras religiones o visiones del mundo como “pecaminosos”
o “antisociales”, son utilizados por el Buda como un camino consciente para el
desarrollo interno de sus estudiantes. Mediante una serie de métodos eficaces,
que se vienen convirtiendo cada vez más en fuentes para la psicología y
filosofía modernas, se transforman las emociones perturbadoras en las
sabidurías que les son inherentes. Desde el nivel más alto de sus enseñanzas,
el Camino del Diamante, uno aprovecha incluso el poder que subyace en ellas
como combustible para la iluminación.
Aquí se muestra la
inconmensurable multiplicidad de la mente. Las enseñanzas del Buda describen
84.000 estados de conciencia condicionados y velos de la mente que conducen a
acciones y palabras torpes. Dichos estados aparecen mediante las diferentes
combinaciones de cinco emociones perturbadoras principales: ignorancia,
orgullo, apego, celos e ira. A veces se cuentan también seis emociones
perturbadoras que producen los seis reinos de existencia, y en ese caso separan
el apego y la avaricia.
El Buda aconseja un método
de tres pasos para vencer a estos enemigos que, aunque imaginarios, son muy
tenaces. Como base se desarrolla en el Camino Angosto una atención interior, de
modo que uno se vuelva consciente desde la aparición misma de los estados
difíciles. A partir de allí se evitan las condiciones que por experiencia
ocasionan emociones perturbadoras, lo que impide los dramas. Esto nos
proporciona un tiempo valioso y simplemente intercala un paseo cuando de otro
modo uno hubiera perdido la visión.
Como segundo paso, uno
entiende en el Gran Camino la esencia pasajera, condicionada y compuesta de
toda emoción perturbadora. Cinco minutos antes no estaba ahí, y de acuerdo con
la experiencia, cinco minutos más tarde habrá desaparecido de nuevo. No tendría
sentido entonces seguir ahora a un sentimiento que está en constante cambio y
comportarse de acuerdo con él. Mediante el conocimiento de que la vivencia de
los no meditadores depende principalmente de su propio humor, uno puede ganar
la libertad de crear su vida según su propio deseo. El que percibe
correctamente una emoción perturbadora es como un científico que investiga y
reconoce el patrón subyacente, y le retira cada vez más a esos estados su poder
de convicción. También resulta muy útil comparar la propia situación vital con
la de los demás. Así desaparece de inmediato toda autocompasión cuando uno se
acuerda, por ejemplo, de cuántas personas viven y sufren en África. Con
frecuencia pensamientos tales como: ¿Me gustaría cambiarme con él? o yo tengo
que aguantarlo sólo por cinco minutos, pero él tiene que aguantarse a sí mismo
todo el tiempo, pueden quitarle el aguijón a encuentros desagradables. Mediante
esto puede uno, con mayor frecuencia cada vez, regalarles experiencias de
retroalimentación compasivas a personas difíciles. Los budistas en general son
conscientes del hecho de que los seres se comportan en forma equivocada más por
ignorancia que por maldad. Puesto que con seguridad no es la primera vez que se
encuentran (el “culpable” se ocasiona a sí mismo grandes daños para el futuro,
mientras que su “víctima” suelta mal karma acumulado anteriormente) uno hace
desde la compasión lo mejor para ambas partes y a más largo plazo.
Por lo tanto, en el
Budismo se cuenta con la estupidez o confusión dentro de las emociones
perturbadoras, siendo incluso la causa de todas las demás. Esto no resulta
obvio de inmediato, pero si uno considera los resultados de esos velos
mentales, se vuelve comprensible. Con frecuencia ocasiona uno sufrimientos
indeseados a los demás, porque no pudo uno apreciar las consecuencias hasta el
final. El que tantos seres humanos bien intencionados fallen en sus esfuerzos
radica en su incapacidad para ver lo que realmente es. Cuando uno simplemente
se relaja en el espacio, ve cómo la confusión se basó en la experiencia errónea
de separación, y aparecen la inspiración y la claridad. Aún quien no entiende
ni la física cuántica ni los 16 planos de vacío de todos los fenómenos que enseñó
el Buda, experimenta mediante el centro ganado una transformación de la
estupidez en madurez humana. De igual modo, quien no tiene tiempo o
posibilidades para realizar largos estudios, no tiene por esto que renunciar a
la riqueza de la vida. La mente trabaja en forma total y ágil, y con el Buda no
se trata del número de libros leídos, sino simple y llanamente de la
experiencia de vida” (Lectura Tangente, 12/01/2014, Notitarde).-
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