Miraba el techo como quien
mira por primera vez el cielo. Estaba algo húmedo. Había llovido de más. Se
cobijó de nuevo en el sofá y volteó la ver la encendida televisión que nada
bueno brindaba a esa hora, a pesar del número de canales y toda la extensa gama
de programas.
Con cierta ironía se sabía
sumergido en el tiempo, presente, pasado, futuro. Un juego que lo tenía tan
cansado que decidió levantarse e irse a
caminar por la corta vereda de su apartamento, que daba hacia los otros vecinos.
El ruido de los aires
acondicionados encendidos perturbaba toda la noche natural. Se hartó enseguida.
Volvió de nuevo al apartamento. Acarició a la gata que se le acercó para
pedirle comida y cariño.
Volvió a recordar la
conversación. La inútil conversación repetida a través de tantos años, con
rostros y formas diferentes, con disfraces variopintos.
Las bocas que buscaron
desunir, pelear, frustrar, mal poner, desbaratar.
A estas alturas de la vida
no se podía permitir injusticias y era cierto que habían triunfado lo opuesto
pero el ruido, el infernal ruido del miedo tenía el poder de desconcertarlo.
Se acordó de su amigo
Ángel, un maestro de las oportunidades, transparente como el agua, que siempre
le dio consejos oportunos, necesarios y precisos mientras estuvieron juntos en
el cruce de sus vidas.
“Sepárate de la gente que
te venga a hablar mal de nadie, que no esté allí para defenderse. Que te diga
pero no lo repitas, pero tú sabes… que
te vengan con aquello de te lo voy a contar pero no me involucres; que no sean
capaces de dar el todo por el todo, de ir a un juicio si es necesario, por
libar negativamente con la palabra”.
Años enteros de
aprendizajes. La seducción de una historia a veces puede impresionar, por eso a
sus alumnos los sometía a diversas clases de estrés, cuando por alguna razón,
en la clase se liberaban los bajos fondos de los cuestionamientos morales de
unos y otros.
Cuando la rabia comenzó a
desparecer de su vida entendió no que la había domesticado sino que había
aprendido de ella su inmenso poder y su más grande debilidad.
La rabia hace revivir y
morir tantas veces a los seres humanos que pocos la entienden, poco la
canalizan hacia un mejor entendimiento.
Ahora, viendo al techo,
nuevamente, hallando los dos hilos de agua, de una segura gotera que debió
manifestarse después de colocar el aire acondicionado, supo que la rabia
también era un asunto de juventud; de una conciencia poco educada.
Tomó un bloc que tenía
para hojas blancas para dibujar y no llegó otra imagen que la de su hijo mayor
al que veía todos los fines de semana, una vez separado de su esposa, y después
de unos cuantos arreglos emocionales.
Haciendo los trazos
descubrió la alegría del amor. Los ojos que eran los mismos que los de su
mujer, la barbilla del abuelo materno; la nariz mulata, aunque más pequeña, de
la abuela paterna; el cabello todavía demasiado liso, color de niño, color
bueno.
De allí pasó a llorar. No
lo reprimió esa noche que estaba como la humedad, temblando.
Su amigo Ángel le había
hecho hacer una cosa de que siempre estuvo arrepentido y fue una vez en la vida
enfrentar a un grupo de gente que con toda intención repetía, a escondidas, las
mentiras recreadas para dañarlo y acobardarlo; hacerlo vulnerable ante sí mismo
y los demás.
Acababa, entonces de
descubrir, que pese todas las consecuencias, fue lo mejor que pudo hacer.
Marcar la diferencia en el rebaño de sombras que tanto gustan imitarse unas con
otras.
La gata no lo dejaba. Lo
perseguía por el apartamento y se acostaba discreta muy cerca, sin rozarlo. Por
supuesto, la intensidad de su amor, se volvió un eco de maullidos en la cocina,
pidiendo comida.
Cierta paz interior lo
invadió y creyó por un momento que era algo externo.
Fue un ruido que se calmó.
Lo logró después de
meditar un rato. Tratando de no pensar en nada. Sintiendo a fondo su
respiración.
Amor o miedo, todo se
reduce a estos dos conceptos, que se alimentan de muchos otros.
Conceptos, emociones,
conciencia o inconsciencia, la
existencia está para vencer al segundo y ganar aquí y ahora el primero (Notitarde, 09/02/2014, Lectura Tangente).-
Foto: www.ecologiahoy.com
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