"Evangelizar con el Arte",
de la hermana Angélica Rojas-Lizardi, de la congregación venezolana Hermanas
catequistas de Lourdes, es el nombre de
la exposición que permanecerá hasta finales de este mes en el Museo Religioso
Madre Enriqueta de Villa de Cura, bajo
la curaduría de Gabino Matos, docente
especialista en arte sacro, miembro de la Asociación Internacional de Críticos
de Arte (AICA).
Luego llevarán esta muestra de
carácter itinerante al Museo Arquidiocesano de Mérida y ya fue presentada en
Caracas, en el Museo Sacro de Caracas entre noviembre de 2011 y enero de 2012,
bajo el auspicio de la Congregación Hermanas Catequistas de Lourdes y el
Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
Gabino Matos, conocedor y experto en
la materia explica el trabajo presentado de la siguiente forma: “Las obras de
Angélica Rojas Lizardi son mensajes sintetizados que cuestionan, intranquilizan
y que, de alguna manera, acusan el débil accionar de nuestras instituciones
sociales, económicas, políticas y religiosas. No son pinturas decorativas sino
reflexivas. No son primorosas obras de arte sino inquietantes realidades
dirigidas a remover la conciencia humana y la vivencia cristiana de quienes
saben analizarlas para poder apreciarlas. Bien dijo el Papa Juan Pablo II que
obras como estas “Encuentran siempre una gran resonancia” en los cristianos que
se sienten convencidos y comprometidos con el mensaje de Jesucristo, porque son
obras que denuncian y anuncian en lenguaje eclesial los retos para una nueva
catequesis y para una renovada pastoral situada en las nuevas realidades del
país.
Estas pinturas catequéticas requieren
ser “leídas” y analizadas por quienes las observan. Son páginas abiertas que
ilustran conceptos, retos y acciones, ya explicitados por la Doctrina Social de
la Iglesia, que requieren ser asumidos y resueltos por las instancias jurídicas
y las instituciones sociales pero en concordancia con las líneas pastorales de
la Iglesia. Son pinturas que advierten sobre las luces y sombras de nuestro
tiempo, sobre nuestros aciertos y desaciertos como constructores del género
humano. “El arte – confirma el semiólogo italiano Umberto Eco- no existe sin la
presencia del hombre”, por ello asumimos que “el tema de la Iglesia y el tema
del Arte es el hombre” Estos cuadros no son para el deleite sino para la
reflexión; no son para evaluar la técnica sino para interpretar su contenido,
no son para contemplarlos sino para analizarlos.
Son “verbo y no sustantivo” como dice
el cantautor Ricardo Arjona. Son pues, imágenes que alcanzan una significación
para personas que se preguntan cuál es alcance del mensaje cristiano de hoy, y
también para catequistas que pueden identificar el qué, el por qué y el para
qué donde se orienta y define la dimensión de una nueva enseñanza religiosa y
catequística necesaria para la sociedad actual.
Para lograr estas pinturas, la
hermana Angélica Rojas debe estar atenta a lo que sucede en el entorno local,
nacional y mundial con el fin de extraer motivos, ideas y mensajes para su trabajo.
Paralelamente coteja las imágenes con acertadas citas bíblicas, frases del
Jesucristo o palabras del Papa para darles sentido eclesial y hacer
comprensible a todos el mensaje católico. Se advierte también que selecciona figuras,
símbolos, personajes y paisajes extraídos de la realidad venezolana para darle
significado y contexto local y nacional. De igual modo se aprecia como alude a
nuestras ciudades, a nuestras barriadas, a los rostros de nuestros indígenas,
de la gente de nuestro pueblo y a la variada fisonomía del venezolano, así como
también a los líderes de bien de nuestro tiempo y a referencias, signos y
símbolos de la religión católica.
Son pinturas con dimensión profética
porque no sólo denuncian lo que el hombre hace o deja de hacer, sino que
también anuncian lo que Dios quiere. Por eso podemos afirmar que estas imágenes
presentan el anverso humano y el reverso divino, pues presentan “la culpa y la
gracia, la opresión y la redención, la injusticia y la esperanza”. Si observamos
el cuadro “He aquí el hombre” se aprecia la virtud de la esperanza
personificada en una mujer fuerte, decidida y con características físicas muy
nuestras que a través del gesto y la mirada reclama acciones sociales y
beneficios colectivos que conviertan en hechos los mensajes del Evangelio y los
derechos humanos. El traje blanco y la actitud de líder popular de la mujer,
seguida por una muchedumbre, parecen simbolizar que la esperanza es pulcra y
sincera y que el beneficio de la fe y el disfrute del bien común es para todos
sin distingos de ninguna índole. Detrás de la figura se recrea el contraste de
nuestras ciudades y barriadas donde conviven las personas compartiendo
esperanzas y luchando a empujones por alcanzar algún beneficio social. Se
percibe la indiferencia y humillación. Ancianos, niños e indígenas exhiben su
miseria y su indigencia mientras que las medidas políticas y sociales se dictan
distantes de las necesidades de nuestro pueblo y con evidente desatención a los
más elementales derechos humanos” (Notitarde, 10/05/2012, LECTURA TANGENTE).-
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