Nos observan, Rolando Quero |
Todos los días desde hace
alrededor de cuarenta, a las ocho de la noche, salen muchos vecinos a aplaudir.
Unos los hacen con las palmas de las manos, pitos y hasta escucho el sonido de
una vuvuzela africana, afortunadamente lejos, porque ya estaríamos más sordos, con
este ruidosa corneta, con que animan en ese continente los partidos de futbol.
Actualmente, en los medios
de comunicación y las redes sociales han empezado a emitir opiniones de lo que
en su primer día fue un acto de solidaridad sentido, hacia el personal
sanitario.
El extenderlo todos los
días, a la misma hora, ha generado el principal debate: ¿tenemos algo que
celebrar?
Los aplausos son eso,
gratificación, reconocimiento. Gloria efímera que llena almas en compañía de un
público, desencadenante de mejores o
peores emociones en soledad, cuando la tiranía de la mente campea a sus anchas.
Tienen esa paradoja.
No es que dejando de
aplaudir no se siga valorando el esfuerzo que se realiza desde los hospitales y
centros sanitarios, es que el silencio es un refugio seguro ante todo lo que
debemos resolver diariamente. También respeto por todas y cada una de las
familias que han perdido un ser querido. Que son muchas y en todo el mundo.
Entiendo la mejor de las
intenciones al ir a aplaudir en los balcones. He visto como una chica con
guitarra, acompaña la canción hermosísima de Lucía Gil, “Volveremos a brindar”,
mientras mujeres medio bailan, sacan a su bebé para ver el panorama e
intercambian palabras y gestos amables con los vecinos. Un nuevo compartir cuando antes ni se
saludaban. Lo común era meterse al ver al vecino y asomarse, después de husmear
que no había nadie a la vista.
Pero el homenaje ha pasado
a celebración. Eso no es ni que esté mal ni que esté bien. Es que hay que
dinamizar al sentido común y la lógica. Una cosa es valorar el esfuerzo y otra
bien distinta intentar distraer lo que no ha comenzado siquiera a ser olvido.
Porque no hemos podido procesarlo. Esta es una situación inédita y requiere, sin
drama, mucha reflexión e introspección.
Soy Marisol. Mi gato
duerme. Ha hecho de las suyas como todos los días. Día gris, frío y con viento.
Tu recuperación es tu acto de heroísmo íntimo.
Aplauso interior: el más
gratificante.
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