Foto testigo del hacer de Bruno |
Bruno es un niño de cuatro
años. A tan corta edad y por el pasadizo secreto de estos días de confinamiento,
se ha internado en enormes experiencias, que sin duda le servirán para explorar
nuevos terrenos y salir con la más amplia de sus sonrisas.
De ojos grandes y marrones,
siempre en alegría constante, de la mano de sus padres, descubrió que una vez
tapizadas las paredes con papel periódico o telas blancas, se podía pintar
sobre ellas. A ese día le llamaron Oda
al bachurro. Manchones por doquier, las
huellas de sus manos en rojo, amarillo, verde y azul estaban por todas partes, al igual que rayas
e intentos de peces comiéndose unos barcos y un sol naranja derritiéndose cerca
de la entrada a la cocina. Picos de pájaros y muchas figuras redondas, que hacían
de pelotas, rostros y hasta ojos curiosos, rellenaron esos muros destinados a su
libertad de expresión.
Al día siguiente no
quedaba casi rastro en las paredes de aquel genio. En algunas se coló alguna
mancha, algún color, pero todo se disimulaba
bien entre la decoración del apartamento. Bruno ni preguntó ni supo qué había
ocurrido con toda su creación. El plan de ese día era mucho más interesante:
hacer pompas de jabón y soplar hasta quedar sin aliento, como casi se queda,
porque no había forma, a las ocho de la tarde, dejara a las burbujas desvanecerse, entre los
desquicios de la humedad.
Otro día cualquiera fue
llamado por la operación Fumanchú. Disfrazados, organizaron un gran teatro y a
Bruno le colocaron por sombrero, un barco de papel al revés. Ya habían pasado
por la experiencia Trucutú, el altiplano de los aviones, los bomberos de a pie,
la marina de los barcos anclados de papas y tomates (versión peligrosa de la
tomatina), los fantasmas de la primavera, los títeres llorones, el mago al
revés, el chef desalado.
De tanto hacer, Bruno
domina más letras y números, porque también han dedicado días especiales: la
faena de la gata loca llamada ABC y D, el dolor de muelas de los números pares,
las formas de los árboles trompos, el coro de las flores y las calabazas.
Bruno está feliz y no hay más
que verlo en los vídeos que envían a los abuelos, testimonio objetivo de la
alegría de tener la total y concentrada atención de sus padres.
Pero ese día que ya
decretaron pueda salir a dar un paseo, no habrá aplicación que pueda controlar ni
limitar, el inconmensurable deseo de ir corriendo a visitar a la Yaya, a quien ha
puesto, más de una vez, a gatear por
toda la casa, para buscarle, mientras él
disfrutaba el placer de estar bien escondido.
Soy Marisol. Tu
recuperación es de vital importancia, para poder abrazar al sol y la vida que permite
valorar lo que es importante para nosotros, desde el amor. Mi gato duerme. Un
día hermoso el de hoy.
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