Cara a los días que
estamos viviendo y las muchas razones y explicaciones que muchos han aventurado
adelantar, en esa manía reflexiva de ir hacia el futuro, además de las
continuas y estrechas comparaciones que hacemos de los acontecimientos, surge
ese dolor crudo de sabernos sociedad global herida, en coyuntural prueba.
Sobre la muerte solitaria
de tantas miles de personas no habrá explicación válida. Para ellos que se
fueron, lo más importante ahora es saberse queridos en esa encrucijada existencial
que entendemos están, de acuerdo a las tradiciones orales y escritas, de casi
todas las religiones del mundo.
Los familiares que no se
despidieron tendrán que comunicarse con
el corazón y el alma, por más secuencial que esto suene. De esta manera, las
emociones sanarán, dando tranquilidad. Son procesos distintos en cada caso,
unos más sencillos que otros, pero cuanto antes se dé esa comunicación de ser a
ser, antes se logrará salir del dolor.
La generación de hombres y
mujeres mayores que hemos visto partir con la mudez de lo que no podemos ni
siquiera remediar, ha sido la más valiente de España. Gente que sobrevivió la
guerra civil, la segunda guerra mundial; la escasez y la dura procesión de una
dictadura que siguió dividiendo la nación, sin siquiera plantearse el principio
fundamental del catolicismo: el perdón.
Hombres y mujeres que
levantaron España de su ruina física y moral. En silencio y sin espacio ni
tiempo para sanar sus heridas en la dura
sobrevivencia aquí y en el exilio.
Verlos partir de esta
manera no es sencillo, pero más que los sentimientos que afloren, es honesto
hacia ellos agradecerles, amorosamente, con todo el caudal de nobleza que salga
de nuestro espíritu.
Los aliviará a ellos y a
quienes han sufrido pérdidas, también.
Vale hablarles,
escribirles y cantarles. Expresar con la fluidez de lo sentido. Vano es
recordar lo que ya no ha podido ser. Sanar tampoco admite culpas, admite verdad
y mucho arrojo: el que mantuvieron ellos para siempre salir adelante.
La misma voluntad que nos
hace luchar por nuestra vida y recuperarnos, como sabemos tienes tú como
paciente, que estás luchando, para dejar
el hospital, y regresar a casa.
Soy Marisol. Mi gato
adolescente duerme. Ha salido el sol. Fiel al descubrir, apenas verle, que es
muy buena señal, en este atardecer.
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