Otoño en El Jardín de El Príncipe |
Al entrar a Aranjuez hay
que cruzar dos puentes: el antiguo del siglo XVIII sobre el río Jarama y un segundo
mucho más moderno, sobre el río Tajo. Desde este último ya se ve parte del
Palacio Real, el Jardín de las Islas, la
iglesia de San Antonio y la casa de los oficios, sede actual de algunos
organismos públicos.
Esos dos afluentes le
inyectan un vigor muy especial a este Real Sitio y Villa, patrimonio de la Humanidad
desde el 2001.
La primera vez que visité
el mercado de abastos de Aranjuez me
invadió la nostalgia y lloré. El hilo musical mientras veía los distintos
productos en los puestos de venta, era justamente el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. Una melodía que traspasa sentimientos
y geografías.
Pero lo más maravilloso de este pueblo es poder disfrutar
El Jardín del Príncipe. Entrar allí es como pisar un pedazo mágico de tierra.
Los platanotes centenarios, las secuoyas y un conjunto enorme de variados
árboles y plantas, bien cuidadas, imprimen a los paseos una carga magnética.
Allí se siente una conexión
especial con la naturaleza y también se pueden observar saltarines conejos,
ardillas, pavos reales buscando alimentarse de las manos de los seres
humanos; ocas estrafalarias y ruidosas,
y patos. Si se tiene suerte hasta se pueden ver a los escurridizos faisanes
machos.
Sólo por disfrutar este vergel,
bordeando El Tajo, bien vale la pena vivir o pasear por este hermoso pueblo, al
sur de Madrid.
El paseo por supuesto
tiene más que verde y exuberante botánica. Está el museo de las falúas reales,
la casa del labrador y un diverso conjunto de fuentes. También un templete
chinesco con caídas vaporizadas de agua.
Lo recorrí las cuatro
estaciones. No puedo decir cuál es la mejor. Quizás en verano, al llenar de
agua todos los rincones, poco a poco, a través de los canales, adquiría ese
espejo continuo de ver cielo y árboles, arriba y abajo.
Sin embargo en otoño es
hermoso recorrerlo con los colores oxidados de las hojas. La primavera siempre
trae multiplicidad de matices. Durante el invierno se puede ver la desnudez
combinada con las aguas de El Tajo que por alguna razón se tornan más
transparentes, hasta mostrar su fondo de tierra y raíces; y peces.
Soy Marisol. Mi gato
Chachito duerme. La cuarentena lo mantiene más cariñoso. En días encapotados
como éste de hoy, se acurruca y duerme
más.
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